Hoy, a tres días del terremoto, miles de capitalinos no tienen donde vivir. Regresaron a su edificio y ya no existía, o bien, estaba demasiado cuarteado como para considerarlo habitable. Una amiga está viviendo con sus tíos porque su edificio está fracturado, el de otra está bien pero el edificio de enfrente está al borde del colapso. Muchos se derrumbaron provocando una gran pérdida de vidas mientras que otros se vinieron abajo ya que estaban desalojados.
Durante muchos años se habló del terremoto como la «prueba» para determinar qué tanto se había avanzado en materia de cultura, prevención, códigos de construcción. El martes llegó la prueba, y si bien el progreso existe, podemos hablar de un progreso a medias:
Lo que tiene que ver con la cultura de la prevención y la alarma sísmica es lo más rescatable. Llaman la atención los videos donde ante la sacudida la gente tiene capacidad de mantener cierto orden y seguir el protocolo. Eso salvó muchísimas vidas. Cierto que este sismo no fue tan intenso como el de 1985 pero tampoco fue «diez veces más débil» cómo lo hizo notar la revista Proceso. Aunque la diferencia sea de un grado, en esta ocasión el epicentro fue más cercano.
Luego vienen aquellos avances que son más bien insuficientes y que tienen que ver con la reacción del gobierno y los códigos de construcción. Indudablemente la reacción del gobierno en todos sus niveles fue bastante mejor que en 1985, pero también es cierto que pudo ser mejor. Porque es cierto también que en cierto momento la ciudadanía volvió a rebasar al gobierno y suplir las deficiencias de éste. El gobierno de Peña reaccionó con prontitud, pero en algunos casos fue notorio que no existió mucha coordinación, lo cual llegó a costar algunas vidas. A pesar de que la reacción gubernamental fue «mejorable» sí pudimos ver a los militares dando todo de sí.
Lo mismo va para los códigos de construcción. Sí se ha mejorado en el tema, los edificios «post-1985» en general están mejor construidos, y aunque es cierto que este terremoto fue menos intenso que el de 1985, también es cierto que la gran mayoría de los edificios y condominios que se vinieron abajo eran viejos. Pero también es cierto que algunos nuevos colapsaron, y a juzgar por los videos donde se exhibieron la manera en que fueron construidos, vemos que dichos derrumbes sólo se pueden explicar por medio de la corrupción. Fueron muy pocos los que murieron en los inmuebles más recientes, pero muchas personas que habían adquirido ahí un hogar no tienen donde vivir.
El colegio Enrique Rébsamen es un claro ejemplo de ello. El edificio que se desplomó tenía poco tiempo de haberse construido y es evidente que había tenido muchas modificaciones (lo que puede explicar su colapso). Lo más grave del asunto es que esto es muy «típico» con las escuelas privadas, que se establecen en edificios que van «cambiando» de acuerdo a las necesidades o que tenían otra función y que han sido modificados para ser escuelas.
Otro problema son los edificios viejos, varios de ellos ya estaban resentidos y no se había hecho nada al respecto, la gente seguía viviendo ahí. La semana pasada, cuando viajé a la Ciudad de México y caminaba sobre la avenida Amsterdam, me llamó la atención el edificio con el número 27, estaba fracturado en la parte de la derecha y me preguntaba cómo es que seguía habitado. Pensé que si temblaba esto se iba a caer, y eso fue lo que sucedió:
En todas las ciudades sísmicas, como la propia Ciudad de México, Guadalajara y Puebla entre muchas otras, deberían implementarse políticas para revisar todas las estructuras y determinar cuáles no son habitables o necesitan ser reparadas. No debería permitirse que la gente viva en «bombas de tiempo». Eso también pudo haber evitado muchos muertos.
Con los avances que sí se han tenido, centenares de personas que hubieran muerto antes no murieron, pero si los avances no hubieran sido insuficientes tal vez solamente hablaríamos de decenas de muertos. Muchas muertes no se evitaron por la negligencia y la corrupción. No debemos conformarnos con avances a medias. Y aunque es cierto que por más desarrollada y mejor gobernada esté una ciudad no se podrá evitar del todo catástrofes, si debemos evitar que no sean causa de la negligencia o de algo que sí pudimos hacer.
Ya habrá tiempo para revisar a fondo que sucedió, tendremos que hacer un honesto análisis de qué tan bien preparados estamos y de lo que se tiene que mejorar. Debemos, sí, reconocer los avances, pero debemos reconocer que no es suficiente y que todavía adolecemos problemas que nos cuestan vidas y que terminan fracturando familias.