Cuando me preguntan si el feminismo es necesario (en el sentido muy amplio de la palabra) yo respondo que sí, porque a pesar de los grandes avances en materia de género todavía no se ha llegado a la equidad.
Todavía existen varias manifestaciones que lo dejan ver así y enumeraré algunas de ellas. Es cierto que yo, al ser hombre, puedo no terminar de entender algunas de las problemáticas que las mujeres viven, pero para eso me he molestado en platicar con varias amigas al respecto:
- La violencia en contra de las mujeres persiste en algunos sectores. En pleno siglo XXI, las mujeres tienen que cuidarse a ellas mismas para no ser víctimas de una violación o de un homicidio como sucedió con el caso de Mara Fernanda.
- En algunos sectores sociales, mientras que es un sacrilegio que la mujer sea infiel, el hombre puede serlo sin consecuencias graves.
- Algunas amigas me han contado que, dentro de las empresas en las que trabajan, han infravalorado en más de una ocasión su trabajo por el hecho de ser mujeres. Esto sobre todo en aquellas áreas que tradicionalmente han estado dominado por los hombres, tales como ingenierías y STEM.
- La objetivación de la mujer en la publicidad y, especialmente, dentro de la industria pornográfica.
- Falta de respeto a las mujeres con frases inapropiadas, piropos callejeros insultantes, etc.
Pero al mismo tiempo, varias amigas con las que he platicado me han comentado que se les dificulta o no están dispuestas a llamarse feministas por lo que, dicen, ese término representa hoy en día. O bien, me dicen, sí soy feminista, pero «no de esas». Otras señalan que la causa se ha desviado, que se ha atrincherado, o bien, que se ha dogmatizado.
Por eso, yo mismo quise analizar al feminismo actual, a ese que llaman «feminismo de la tercera ola», para tratar de entenderlo y así poder emitir una crítica. Anteriormente había hablado de las corrientes filosóficas subyacentes a este tipo de feminismo y de las malas experiencias personales que tuve con algunas personas que dicen representarlo, sobre todo, por la poca disposición a debatir.
Para esto me molesté en leer un libro llamado Feminism is for Everybody de Bell Hooks, quien es una de las más importantes representantes del feminismo de la tercera ola. Escogí este libro porque, después de analizar la filosofía que sostiene a esta corriente con anterioridad, se me hizo propio leer una obra que busca introducir al lector al feminismo sin muchas complicaciones. Contrastaré este libro con El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir, y también retomaré el tema de las bases filosóficas de este tipo de feminismo. Estas tres herramientas, junto con información que consulté en Internet y otros medios, me ayudarán a hacer la crítica.
Es paradójico, por ejemplo, que el libro de Hooks se llame Feminism is for Everybody cuando en su libro queda patente una y otra vez lo contrario, y que refleja uno de los más grandes problemas del feminismo actual:
Mientras Simone de Beauvoir no hace distinciones y describe el problema para plantear algunas soluciones de las cuales todos son parte, Hooks sí las hace y parece sugerir que entre más oprimido sea el individuo, más autoridad moral tiene. Se trata de una especie de «discriminación a la inversa». Hooks no fundamenta mucho sus argumentos en fuentes ni estudios y hace muchas generalizaciones, a diferencia de Beauvoir que sí lo hace (con todas las desventajas de hacerlo en la primera mitad del siglo XX donde el acceso a la información era mucho más escasa), además que es más rigurosa.
Hooks afirma que no se puede ser feminista y estar en contra del aborto, argumento que contradice el título de su obra porque entonces el feminismo no es para las personas que no son pro-choice. Pero luego muestra de forma constante cierto recelo a las mujeres blancas y de buena posición económica (quienes son privilegiadas). Entonces las puertas del feminismo de Hooks se reducen: el feminismo es para todas las mujeres pro-choice que no sean ricas y no sean blancas.
La filosofía posmoderna (postestructuralista), que toma de Foucault el concepto del poder y la opresión, pero sobre todo, la idea derridiana de la oposición binaria y la deconstrucción del lenguaje, ha creado una receta explosiva: la esencia del feminismo de la tercera ola son las relaciones de opresión. Es decir, en todas las categorías binarias una oprime necesariamente a la otra: Así, el hombre oprime a la mujer, la burguesía al proletariado, el blanco al negro. Este concepto, cuya autoría pertenece al filósofo francés Jacques Derrida, queda muy patente en la obra de Bell Hooks.
Pero luego se le agrega un ingrediente más y es el de la interseccionalidad, un término acuñado por la activista Kimberlé Williams Crenshaw. Este término básicamente refiere a la idea de que los individuos viven identidades múltiples formadas por varias capas, y donde en cada identidad opera una relación de poder binaria donde una oprime a la otra.
Por ejemplo, una mujer no sólo es mujer, también puede ser blanca o negra, homosexual u heterosexual, rica o pobre. Con base en las múltiples identidades que un individuo tiene, entonces se puede determinar qué tan privilegiado es.
De acuerdo a esta teoría, el indigente de la foto de arriba es un privilegiado de acuerdo a su género, su orientación sexual y el color de su piel, y no lo será de acuerdo a su posición económica. En cambio, Oprah Winfrey es privilegiada solamente por su orientación sexual y su posición económica. Para estas corrientes postestructuralistas que ejercen influencia sobre el feminismo de la tercera ola y varios movimientos de izquierda como los Social Justice Warriors, el indigente puede ser considerado mayormente privilegiado y representante de la «supremacía blanca heteropatriarcal», aunque en la práctica veamos que los privilegios que tiene son más bien pocos.
Después de haber explicado las categorizaciones binarias de Dérrida, el concepto de la interseccionalidad y agregando los antecedentes marxistas de los filósofos postestructuralistas, entonces entendemos que en el libro de Bell Hooks se repita ad nauseam la siguiente frase:
La supremacía blanca patriarcal capitalista y colonialista.
La frase intenta dejar patente una condición de opresión. La supremacía blanca oprime a la gente de otras razas, el patriarcado (hombre) oprime a la mujer, dentro del capitalismo los capitalistas explotan a los trabajadores y a los que menos tienen, y dentro del colonialismo un país oprime al otro.
Además, se asume que dentro de las oposiciones binarias hay una relación de suma cero. Por ejemplo, el capitalista siempre oprimirá al pobre o el hombre a la mujer. Como una categoría binaria siempre oprime a la otra, no hay posibilidad de que se complementen.
Así, se ignora que en la práctica el hombre y la mujer tienen la capacidad de complementarse al tener un objetivo en común como una familia o un equipo de trabajo; se ignora que el capitalismo pueda generar riqueza que terminará elevando el nivel de vida de la mayoría de la población y se ignora el hecho que fue dentro de las sociedades capitalistas donde se vieron los más grandes avances en cuestión de los derechos de la mujer; y de la misma forma, se ignora que la influencia de un país sobre otro no siempre genera resultados negativos. Por ejemplo, los programas de becas ofrecidas a los extranjeros son un claro ejemplo donde un país intenta influir sobre otro y donde a la vez los dos países ganan (el que ejerce la influencia y el estudiante que regresa con conocimientos a su país).
Este mismo concepto de la interseccionalidad es propensa a generar severas contradicciones. Una muy conocida es que dentro de estos movimientos no es posible defender a la mujer oprimida en países como Arabia Saudita, de hacerlo, se incurriría en un acto de islamofobia. Consideran que el colonialismo también es una forma de opresión de suma cero, y como todas las culturas deben ser consideradas igualmente valiosas, entonces es incorrecto criticar al Islam. En ese afán de «revisar sus privilegios» son capaces de ser implacables con las religiones propias como el cristianismo, pero a la vez son muy tolerantes con el islamismo, aunque en los países islámicos se oprima a las mujeres con base en El Corán.
Peor aún, Bell Hooks se atreve a afirmar que «dentro de las culturas de dominación supremacistas blancas y patriarcales, los niños no tienen derechos«. Yo me pregunto ¿cuáles derechos les están quitando a los niños? ¿Cómo es que el padre blanco y la madre blanca oprimirán al niño blanco por ser blancos? Hooks relaciona al patriarcado con los actos de violencia hacia los niños y también critica a la mujer cuando lo hace, pero aún cuando la mujer lo haga lo sigue llamando «patriarcado» (lo cual no tiene sentido), como si culpara al hombre de los actos que la propia mujer hace, porque hasta donde entiendo, el patriarcado consiste en la autoridad del varón dentro de una sociedad.
Me es imposible imaginar cómo es que por medio de estas corrientes filosóficas se pueda aspirar a construir un sociedad incluyente, porque asumen que la opresión es una condición necesaria en las oposiciones binarias y que no tienen la capacidad de llegar a acuerdos aceptando sus diferencias, ni de complementarse ni de trabajar en equipo.
Al final, lo que obtenemos es un conflicto eterno que sólo puede ser paliado con una igualdad absoluta y artificial ¿les suena?
Dentro de esta cosmovisión, la identidad no es individual sino colectivista. Es decir, tu identidad no está dada porque eres un ser único e irrepetible, sino porque eres mujer, eres homosexual o eres negro. Dicha cosmovisión genera actitudes discriminatorias dentro de los colectivos, por ejemplo, hay casos donde las mujeres blancas o gays blancos «privilegiados» son vistos con recelo o son relegados.
Por esta razón es que proponen políticas de acción afirmativa (o discriminación positiva) como la cuotas de género o los «safe spaces«, que, con el afán de «proteger a las minorías» los aíslan de las mayorías cerrando la oportunidad del debate y el diálogo. Si los gays o los negros son discriminados, no hay que integrarlos para que quienes son heterosexuales o los blancos los conozcan, empaticen con ellos y hagan sus prejuicios a un lado, más bien hay que separarlos para que estén seguros y no reciban insultos. Así se promueven las cámaras de eco dentro de las minorías que se han aislado de las mayorías y también dentro de las propias mayorías que terminan teniendo menos contacto con dichas minorías.
El feminismo de la tercera ola no es un feminismo en el sentido amplio, sino uno sujeto a ciertas ideas filosóficas rígidas pero a la vez subjetivas y relativas. Basta comparar El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir con el libro de Bell Hooks. Éste último se ve atado a la filosofía postestructuralista como si de seguir una receta se tratara, aunque no la mencione. Recurre a lugares comunes, a frases trilladas, estigmatiza a quienes dice, se encuentran en una postura de privilegio. En cambio, en el libro de Simone de Beauvoir se advierte una argumentación mucho más libre y flexible, no sin dejar de advertir que el nivel intelectual de Simone de Beauvoir es diametralmente superior al de Bell Hooks. Simone de Beauvoir apuesta al empoderamiento de las mujeres como la solución a la inequidad. Bell Hooks aspira al Estado de bienestar y a la estigmatización de los «opresores». Hooks insiste en que el feminismo no va contra el hombre sino contra el sexismo, pero exhibe constantemente al hombre como culpable de todos los males.
El feminismo de la tercera ola insiste tanto en el patriarcado que parece ignorar los logros de sus antecesoras. Si bien todavía no llegamos a una condición de equidad, también es muy cuestionable decir, al menos dentro de las sociedades urbanas occidentales, que vivamos bajo un régimen patriarcal. El patriarcado asume que el varón tiene la autoridad dentro de la sociedad, pero vemos que cada vez más mujeres se integran a puestos de poder, cada vez más mujeres dirigen empresas grandes, son intelectuales o son idolatradas por sus hazañas deportivas. Si bien todavía existe una condición de inequidad, ya no podemos hablar de una sociedad completamente dominada por el hombre, incluso las actitudes del hombre hacia la mujer ha cambiado (gracias, en parte, a la lucha del feminismo).
Cuando se habla de una opresión hegemónica patriarcal se ignoran los cambios de actitud, la disposición de cada vez más hombres para darle a la mujer el lugar que merece, tanto en el terreno personal como en el profesional. Así, en lugar de partir de que habría cada vez más hombres aliados a su causa, asumen que el hombre (y todas las personas que se puedan encasillar dentro de las «categorías privilegiadas») es opresor por defecto, como si se tratara de un «pecado original», y que es culpable hasta que demuestre lo contrario.
Cuando se habla de una opresión hegemónica patriarcal, también se ignora que cada vez más hombres reprueban la violencia contra las mujeres y que, a pesar de todo, cada vez menos hombres ejercen violencia contra ellas (aún así se debe luchar para erradicarla por completo).
Dentro de las sociedades urbanas se puede hablar de manifestaciones patriarcales, machistas o sexistas, pero ya no de un régimen patriarcal como un todo. Eso es importante notarlo para poder atacar de mejor forma los problemas que todavía existen. Asumir que existe un régimen patriarcal como tal sólo alienará a los hombres que ya no presentan rasgos machistas o sexistas.
A diferencia del Segundo Sexo de Simone de Beauvoir, que me hizo lograr empatizar con la mujer como pocas veces, el libro de Bell Hooks generó en mí el efecto contrario, como si tuviera que sentir alguna especie de conmiseración, como si me tuviera que compadecer de ellas por la constante opresión que sufren. Yo me niego a hacerlo, por el contrario, yo preferiría aplaudirles por todo su esfuerzo, por mostrarnos de que están hechas, por callarles la boca una y otra vez a personas de nuestro género con sus logros, con su esfuerzo y con su dedicación.
Y para terminar aclaro: con mi crítica no les estoy diciendo a las mujeres lo que tienen que hacer. Nadie puede decirles como hacer su lucha. Pero si yo considero a las mujeres al mismo nivelo que los hombres entonces ejerceré mi crítica sin hacer distinción de género.