Cuando estudiaba en la universidad, una «especialista en imagen» impartió una conferencia sobre el vestir. Nos explicaba por qué es importante un traje, qué es lo que cada traje transmite y cómo debe de ser la imagen personal del profesionista. Algunos de nosotros nos sentimos algo intimidados. Resultaba que cuando saliéramos de la universidad tendríamos que vestirnos de tal forma y comportarnos de tal forma, como si tuviéramos una camisa de fuerza que no nos dejara ser nosotros mismos.
Pero lo que más me llamó la atención fue el receso de dicha conferencia: la conferencista, elegante y bien vestida (tal vez en exceso para la ocasión) parecía tener dificultades para platicar casualmente con los alumnos como generalmente sucede en esos recesos. Parecía que estaba atrapada en su propia imagen; imponía tanto que más que generar atracción, intimidaba a los demás. ¿Para qué tanta sabiduría del vestir si no eres capaz de hacer algo tan elemental? Me preguntaba. ¿Para qué nos dice que no usemos traje café porque refleja, decía, que ganamos poco dinero, o que el negro inspiraba poder si no era capaz de hacer algo que es elemental inclusive en el mundo de los negocios, que es poder tener una plática casual y desenfadada?
Siempre que escucho a los gurús de la autoayuda insistirnos en proyectar una imagen de éxito, recuerdo a esta conferencista. No es que la imagen no importe, si voy a una junta sin bañarme o con el traje arrugado voy a causar una impresión desastrosa, pero muchos de los gurús de la autoayuda se la toman tan en serio que a veces sólo logran despersonalizar a los individuos. Los despojan de su identidad para que se «acoplen» a lo que ellos consideran que es una imagen de éxito. Acompañándose de frases como «si lo deseas, el universo conspirará para que obtengas eso que anhelas» (casi siempre son cosas superfluas como dinero o un auto) o «todo lo que te sucede es responsabilidad tuya» engañan a sus lectores diciéndoles que la imagen por sí misma los llevará al éxito, como si fuera más importante que el talento o el esfuerzo.
Para empezar, el concepto de «imagen de éxito» es por sí mismo una falacia. Porque las personas que consideramos exitosas no sólo no coinciden entre ellos cuando se trata de la vestimenta que usan, sino que varias de ellas serían severamente criticadas por personas como la conferencista o el gurú de autoayuda. A Carlos Slim a veces se le ve un tanto desaliñado (al menos de acuerdo a los criterios de los gurús); Mark Zuckerberg tan sólo se preocupa por no verse sucio y descuidado, utiliza casi siempre la misma camisa deportiva y unos pantalones de mezclilla, algo parecido de lo que sucedía con Steve Jobs; Bill Gates no es conocido por su impecable imagen personal. ¿Por qué a pesar de romper las reglas de lo que una imagen de éxito debería ser, son tan exitosos?
Basta leer la biografía de estos personajes para entender que estas personas tienen tantas cosas en que pensar, tantas decisiones que tomar, que sería insensato enfocar todas sus energías en la imagen. Más aún, ellos no tienen la necesidad imperiosa de decir con su imagen que son personas de éxito, tan sólo se preocupan por serlo y no se preocupan por mostrarlo.
No, no estoy diciendo que no debas cuidar tu imagen, ni que no te importe cómo te ves frente al espejo; ciertamente, las primeras impresiones cuentan (y no sólo tiene que ver con la imagen, sino con el lenguaje corporal y muchas otras variables) y es importante oler bien, que tu ropa esté presentable y que tu vestimenta sea ad hoc al entorno (para una entrevista de trabajo gerencial lo ideal es irte de traje a menos que la cultura de la empresa no lo amerite, si vas a una cena de gala tal vez debas ponerte un traje de etiqueta, o lo ideal será una combinación de ropa sport si sales con tus hijos a hacer deporte el fin de semana).
Lo que quiero decir es que no debes ser esclavo de la imagen como los gurús de la autoayuda lo quieren vender. Porque hay que aclararlo: la imagen es una extensión de tu esencia como persona, no al revés. Tú te tienes que sentir cómodo con tu vestimenta, que refleje lo que eres, y no lo que dicen que tienes que mostrar.
Por ejemplo: si eres una persona creativa, nadie te tiene que decir que no puedes usar pantalones de mezclilla y camisas estampadas; si eres una persona bohemia o intelectual, nadie puede decirte que no uses un traje café. No existe una imagen de éxito como tal, lo único que existe son personas que buscan trascender en su vida (porque hasta las formas de trascender son mucho más amplias que el concepto de éxito que tienen los gurús de la autoayuda) y que se visten de acuerdo a su personalidad.
No es casualidad que para los gurús de la autoayuda el éxito siempre tenga una estrecha relación con el dinero, los carros, los puestos directivos, la casa grande, la reputación social. Una persona que trasciende de verdad ve en ello la consecuencia de su trascendencia, no la trascendencia misma. Una persona que tiene sueños trabaja duro por ellos, y generalmente, como consecuencia llega la estabilidad económica y a veces hasta la fama, pero ni el dinero ni la fama ni los carros son su sueño (y ni siquiera son mandatorios, porque por ejemplo, una persona cuyo sueño es aportar a las comunidades indígenas tal vez nunca sea rica, porque posiblemente ni le importa). Para los gurús de la autoayuda sí lo creen, muchos de ellos asumen que los individuos necesariamente quieren dinero y poder, y que no hay nada más allá. En los templetes de sus conferencias siempre aparece el hombre que se volvió rico, el hombre de traje, el hombre que pasea con varias mujeres en el auto deportivo.
La imagen es el reflejo de las personas. La imagen es la consecuencia del estado psicológico y hasta espiritual del individuo. Una persona que no se quiere, por más intente engañar a través de su imagen, transmitirá que tiene una baja autoestima. Aunque use un traje de marca, bastará la primera expresión de su lenguaje corporal para delatar el engaño. Una pobre holgazana vestida de Dolce & Gabanna siempre será una pobre holgazana.
Hay personas que sí, son amantes del vestir, que son excesivamente pulcras, les encanta que la corbata haga contraste con el saco. Y está bien, porque así es su personalidad. Que les guste la moda, que les «encante verse bien» no tiene nada de malo. Muchos abogados usan trajes oscuros y está bien, porque por su profesión (que tiene una relación estrecha con su personalidad), el traje genera un efecto cuando se trata de litigar. Muchas personas se quitan la corbata en diversas ocasiones porque sienten que así pueden generar mayor empatía con el público, porque entienden el efecto que la imagen realmente tiene y no es algo rígido como los gurús de la imagen del éxito nos quieren vender.
Las personas «de éxito» no se atan a su imagen. Por el contrario, atan su imagen a su esencia, a su identidad, a su actividad, a lo que quieren lograr como individuos. Aunque existen convenciones o reglas no escritas para determinadas situaciones, no hay una ley que te impida ser tú cuando se trata de tu vestimenta. La vestimenta es tu extensión, tú no debes de ser la extensión de ella.
O te ocurrirá lo que a la pobre conferencista. Tan atada a la moda y a las costumbres de etiqueta que nunca pudo ser ella.
Por que al final, lo que más importa es el individuo y su esencia. Y eso, no debe estar condicionado por algo más superfluo.