No tengo nada en contra de las vaquitas marinas. Es más, aplaudo a Leonardo DiCaprio quien insiste en reunirse con los mandatarios para evitar que esta sea una de tantas especies que se extinguen.
¿Está Peña Nieto preocupado por las vaquitas marinas? Posiblemente Peña esté igualmente preocupado con las vaquitas marinas que por la corrupción, la inseguridad, los periodistas desaparecidos o los fraudes electorales. Es decir, realmente le importa un comino.
Pero Leonardo DiCaprio no es un opositor ni mucho menos, es un actor. Seguramente el equipo de comunicación de Peña Nieto (que tal vez tenga ingenuas esperanzas en levantar la tan pisoteada y escupida imagen presidencial) pensó que era una muy buena idea: – que la gente vea a Peña con el del Titanic, igual así gana simpatías.
Mientras DiCaprio persuade a Peña Nieto de salvar a la vaquita y su hijo presume las fotos con el actor en Instagram, los que estamos fuera de esa burbuja podemos ver como el Estado de derecho se deteriora, vemos cómo la corrupción invade de forma creciente a las instituciones que se supone, deberían fortalecer el entramado social y garantizar en la medida de lo posible que los ciudadanos puedan desarrollar sus proyectos de vida. De la misma forma vemos como regresamos a los tiempos de los fraudes electorales, tal como ocurrió en Coahuila y el Estado de México (que el fraude no se haya llevado a cabo en el conteo no significa que no haya ocurrido en el transcurso de la campaña).
El deterioro es evidente. Ya no tenemos que hablar de transición democrática, sino de una suerte de involución. No sólo es una crisis de representatividad (como dicen muchos para aminorar el trabajo del problema) sino un intento de restauración pero de forma más improvisada, donde el cochinero ya no se esconde, más bien se presume.
Es decir, parte de lo que se llegó a construir se está viniendo abajo. Ya habíamos sido capaces de organizar elecciones relativamente limpias, ahora el proceso se ha distorsionado completamente porque en las elecciones el votante cada vez decide menos de forma libre y sí lo hace bajo el acarreo, bajo la compra de su voto o la amenaza de la desaparición de los programas sociales. A quienes vivimos dentro de la clase media o la clase alta, una tarjeta con 1500 pesos o una despensa de 600 pesos mensuales podría sonar a nada, pero para la gente pobre, esa con la cual el PRI lucra tanto, hace una gran diferencia.
Para Peña Nieto, la opinión de Leonardo DiCaprio importa más que la de todos los ciudadanos a los que dice gobernar. Todo el que está preocupado por la economía (a menos que sean grupos de interés demasiado influyentes como para ignorarlos), por la seguridad, o por la corrupción, tiene cerrada la puerta de Los Pinos. Su voz no importa.
Pero no es sólo que sean indiferentes ante el problema, es que son parte de, y es que ellos mismos han propiciado de forma deliberada este estado de las cosas. Ellos son los que han corrompido a las instituciones que se dice, están para servir al pueblo, con el fin de servirse a ellos mismos.
Si la vaquita marina es rescatada, más le vale a Leonardo DiCaprio que no la deje en Ecatepec porque seguramente la van a asaltar o secuestrar. Y si contiende por una elección, su opositora, la rata, le robará el triunfo.