Un héroe ha caído.
No tenía un arma de fuego, ni siquiera una espada, tan sólo tenía su pluma la cual fungía como su única arma de combate.
Javier Valdez jamás lanzó una bomba molotov. Él escribía columnas en La Jornada y Riodoce, y también libros. Sus armas jamás mataban a nadie, pero tenían un efecto tal, que sus «adversarios» decidieron quitarle la vida.
Una amiga mía que tuvo el placer de conocerlo me lo describió como una persona muy valiente. Vaya, porque para escribir abiertamente sobre el narcotráfico se necesitan agallas.
Y esto ocurre mientras los políticos, que no tienen nada que ofrecer, juegan a embarrarse lodo en lugar de aportar soluciones para atacar el problema del narcotráfico o la inseguridad. En vez de crear una estrategia convincente para recuperar al país de las garras del narco, se exhiben entre ellos, se critican, se tiran mierda y se acusan entre ellos de tener nexos con el narco.
Las autoridades pasan casi sin ver. El Presidente manda, de forma reactiva y por compromiso, una condolencia y un tweet comunicando que «ya dio indicaciones». No, no se prenden los focos rojos. Tan sólo fue uno de tantos periodistas, como el de Rubén Espinosa, a quien no se le ha hecho justicia, y que ni siquiera mencionan los que ya han presumido en medios haber lanzado una cruzada contra Javier Duarte.
Tal vez como a nuestro gobierno le incomoda el periodismo que no se arrodilla ante el chayote, entonces no tiene tantos incentivos para proteger a los periodistas y garantizar la libertad de expresión.
El gremio periodístico entonces llega a la conclusión de que debe defenderse sólo. No hay nadie que garantice su seguridad, entonces no queda más que la solidaridad, no queda más que parar labores por un día y publicar desplegados producto de la rabia y la impotencia. Pero aún así saben que no tienen el monopolio de la fuerza, esa la posee el gobierno, y ya habíamos dicho que el gobierno hace poco más que nada.
El asesinato de nuestro héroe en cuestión ya es uno de tantos. ¿Por qué te indignas tanto, si se la pasan matando periodistas a cada rato? Hay quienes se atreven a afirmar. La sociedad se indigna pero no hace nada, sólo lamenta. No se siente amenazada porque el individuo promedio no es periodista y mucho menos «está metido en esos pedos», entonces no le va a tocar.
Menos «se agarra la onda» de que el periodista y el que investiga siempre tiene que correr riesgos para que personas como tú y como yo tengamos las noticias peladitas en el periódico, en la revista o en el portal de Internet, como si fuera obligación de alguien postrarlas ante nuestra cara, para que después las compartamos en las redes sociales haciendo como que somos intelectuales.
Personas como Javier Valdez nos mostraron que, a pesar de todo, hay quienes se juegan el pellejo desde su trinchera para hacer algo por este país «patas pa’rriba», para informarle a la gente sobre lo que está pasando en México y denunciar toda esa cultura del narco que ha lacerado y destruido tejidos sociales.
Javier Valdez cayó, pero no así su espíritu. Su espíritu de lucha y combate está más vivo que nunca.
La muerte de Javier Valdez no debe de atemorizarnos ni hacernos recular. Su muerte no debe orillarnos a ceder ante los criminales, ante los hombres del mal. Por el contrario, debe motivarnos a los mexicanos a seguir luchando, a exigir más a las autoridades, a denunciar más.
Muchas gracias Javier Valdez, posiblemente habrás perdido una batalla, pero no perdiste la guerra, tu espíritu sigue combatiendo junto con nosotros.
QEPD Javier Valdez.