Las elecciones de Francia han generado muchas reacciones, pero sobre todo han inspirado a los comentócratas mexicanos a encontrar similitudes en nuestro país. Es que la oferta es atractiva, porque gracias a Macron, los franceses pudieron votar en contra de las élites partidistas sin caer en el populismo y la demagogia. En México son (somos muchos) los que quisiéramos hacer algo similar: castigar a la clase política sin caer en la tentación de López Obrador.
Si bien hay similitudes entre ambos casos (el desprecio de los ciudadanos por la clase política es incluso mayor en México que en Francia), también existen diferencias: la más notable es que en Francia existe la segunda vuelta, lo cual ayuda a ahuyentar a los candidatos con negativos altos, así como a dar mayor legitimidad a los presidentes electos (aunque Macron hubiese ganado de todos modos si el sistema electoral francés no tuviera ese «detalle»).
Aún así, las comparaciones ya son pan de cada día. Algunos, como Jorge Castañeda, buscan promover al Jaguar, Armando Ríos Piter, para que sea ese Macron mexicano; aunque como él mismo decía, a diferencia de Francia, la cancha no es pareja para los independientes y necesitarán un candidato lo suficientemente atractivo para que pueda aspirar a recabar las firmas que se necesitan para ser candidato. Ríos Piter también comparte con Macron ese carácter de «semi-independiente», al haber formado parte del PRD anteriormente.
Pero de lo que quiero hablar es del Estado de México. En las elecciones no hay un candidato independiente (Teresa Castell está vinculada al PRI y su candidatura obedece a la necesidad el partido tricolor de fragmentar lo más posible las votaciones), pero sí hay uno que, aún siendo parte de un partido político, puede fungir como alguna suerte de «Macron mexiquense», y ese es Juan Zepeda del PRD, quien podría convertirse en una sorpresa. Posiblemente no se trate de un candidato excepcional o destacado, pero una eventual victoria del perredista (difícil pero no imposible, entendiendo que todavía hay una gran masa de indecisos y que tanto Del Mazo como Delfina ya tocaron techo) evitaría cualquiera de estos dos escenarios que considero indeseables:
- Que el PRI retenga el poder en el Estado de México, a pesar del pésimo estado en que se encuentra esa entidad, producto en parte de su gobierno hegemónico.
- Que MORENA, ganando el Estado de México, adquiera más fuerza que se traduzca en el eventual triunfo de López Obrador en las elecciones venideras.
Los morenistas han llegado a afirmar que la campaña de Juan Zepeda es una estrategia malévola del PRI para dividir el voto (todo el que no esté con él forma parte de una estrategia perversa que conspira en su contra). Lo cierto es que, ante el ascenso de Zepeda en las encuestas, las huestes de López Obrador han empezado a preocuparse. López Obrador se ha comportado muy arrogante al pedir a los demás partidos de la izquierda «por última vez» que se sumen a su proyecto para así responsabilizarlos de una eventual derrota.
Juan Zepeda es la carta que tienen los independientes que ya no quieren al PRI en el Estado de México, pero tampoco quieren optar por la izquierda populista de López Obrador encarnada en Delfina Gómez Álvarez, quien es acusada con pruebas de haber descontado parte de su salario a los trabajadores. Juan Zepeda también es la opción para quienes darían su voto a Josefina Vázquez Mota, pero saben que las posibilidades que la panista tiene de ganar la gobernatura son prácticamente nulas, aquellos que nunca votarían por MORENA pero que tampoco lo harían por el PRI.
El Estado de México también tiene a su «Macron», que ciertamente pertenece a un partido, pero que representa una irrupción contra el continuismo del PRI, al tiempo que garantiza a los electores no caer en el populismo. Faltan tres semanas y la distancia que tiene con el puntero oscila entre los 5 y los 9 puntos, una brecha que todavía es considerable pero que es mucho menor a los casi 20 puntos de diferencia que tenía hace poco más de un mes.