«Si un hombre le mete sus dedos a una mujer en la vagina no es un acto sexual, sino un simple roce o frotamiento incidental» ¿Qué persona con el más mínimo sentido humano se atreve a redactar algo así? ¿Quién tiene la desfachatez de justificar un delito que agravió a Daphne y la marcó de por vida? Esa persona (si se le puede llamar persona a esa abominación) tiene nombre y rostro: se llama Anuar González Hemadi, y concedió un amparo al porky, violador, y pederasta Diego Cruz.
La justicia en México está «patas pa’rriba» cuando te percatas que liberan a un pederasta mientras encarcelan a un taxista por decirle guapa a una mujer. Naturalmente los dos eventos son juzgados por diferentes órganos de justicia, y mientras el primero seguramente tiene que ver con un caso de corrupción y hasta uso de influencias, el segundo tiene que ver con una ley mal hecha que no tiene sentido alguno (porque si bien los piropos lascivos son repudiables y deben erradicarse por medio de la educación, aplicar penas punitivas puede ser hasta peligroso). Pero esa justificación no resuelve la contradicción.
Y sí, en vez de encarcelar a los «piropeadores» y querer penalizar las miradas, las organizaciones feministas deberían hacer énfasis y mucho en este caso, porque este sí es un caso de misoginia y de agresión contra la mujer que debe de ser castigado con todo el peso de la ley y sin ninguna consideración. Aquí hay una razón más que justificada para que las mujeres salgan a las calles a exigir que la ley las proteja, y los hombres las deberían secundar y apoyar.
Lo que sucedió no tiene nombre, es una aberración, es de lo más inhumano.
Anuar González tiene familia; tiene una esposa, y dos hijas. Si uno observa las fotografías sin conocer quien es este abominable personaje, podrá llegar a la conclusión de que se trata una familia muy típica de la clase alta o media-alta mexicana.
A mí me vienen inmediatamente estas preguntas:
¿Pensó Anuar González en sus dos hijas antes de tomar esa decisión y delinear ese argumento tan absurdo y tan estúpido? ¿No se molestó en imaginarse a una de sus hijas siendo violada para ponerse en los zapatos de la víctima? ¿Se sentirían orgullosas las hijas y su esposa el acto del padre, independientemente de que esa absurda sentencia le haya retribuido económicamente? ¿De verdad?
Hasta yo me siento vulnerable con esta noticia. La justicia no es para todos, sino para quien pueden comprarla. Los violadores, los animales que destruyeron la vida de Daphne, podrán no pagar por su pena.
¿Qué va a pasar si alguien que tiene palancas o mucho dinero me acusa de algo que yo no hice? ¿Qué va a pasar cuando un hombre de «poder» abuse de mi persona o de mis seres queridos y yo no pueda hacer nada porque él puede comprar a la justicia con un chasquido de dedos?
¿Y cuál es el mensaje que manda el juez a la sociedad?
Si estás bien parado, si tienes dinero, poder o palancas, puedes violar a quien tú quieras. Al cabo «meter los dedos a la vagina a una mujer» no es una violación, es un simple «roce casual».
En México la justicia no trabaja para todos, trabaja para quien pueda pagarla o comprarla, pero entonces ya no es justicia. Después de estos actos, luego entiendo porqué el concepto de «La Mafia del Poder» de López Obrador, es tan pegador en algunos sectores de la sociedad.
El problema de México es uno estructural, no sólo es la violación de Daphne, cuyo padre, al tener una posición social cómoda, pudo al menos hacer ruido y hacer del dominio público su caso. Pero ¿cuántas personas no pueden? ¿Cuántos casos de violaciones a mujeres no conocemos porque la víctima no tiene los recursos? ¿Cuántos de esas jóvenes no han hecho lo mismo y la víctima no ha tenido siquiera los recursos para denunciar o para hacer que los medios de comunicación les hagan caso?
¡De verdad!
La estructura, la forma en que se imparte justicia en el país, no es ni de lejos equitativa. Cuando la ley hace justicia a un indígena, a una persona pobre sin recursos, la noticia aparece en las redes sociales y en varios portales porque, en México eso es la excepción y no la regla. Incluso algunos todavía buscan algún pretexto para demeritar a los indígenas, como ocurrió con el vlogger Callodehacha al criticar duramente a las indígenas de origen hñähñú a quienes se les hizo justicia por decir «nos chingamos al Estado».
Y claro que sí, estoy muy enojado e indignado.
Porque en 2017, cuando se ha insistido demasiado en el tema de los derechos humanos, de los derechos a la mujer, un juez puede torcer y malinterpretar la ley deliberadamente para poner en libertad por medio de un amparo a un violador y pederasta.
Y si esto no te indigna, es porque tienes un problema.
¡De verdad!