Un día como hoy, el legendario guitarrista de Nirvana, Kurt Cobain, habría cumplido 50 años de edad. Las canas ya se asomarían entre su rubia cabellera, así como en su barba de 3 días sin rasurar. Lo más intrigante es qué estaría haciendo Kurt en estos momentos ¿Seguiría existiendo Nirvana? Y si sí, ¿Cómo sería su música? ¿Vivirían enclaustrados en la misma fórmula heredada de los Pixies de verso tranquilo – coro ruidoso, que tanto éxito les dio? ¿Hubieran experimentado con otros estilos o se hubieran reinventado como lo hizo U2 con el Achtung Baby? ¿Se hubieran subido al tren del mame de finales de los noventa y hubieran incorporado loops electrónicos en su música? ¿Se hubieran «vendido al mainstream» y hubiéramos visto, no sé, a Kurt Cobain junto con Beyoncé cantar en el medio tiempo del Superbowl? ¿O seguiría siendo ese músico desenfadado que no dejaría de aprovechar cualquier concierto para hacer campaña contra Donald Trump? De ninguna forma lo vamos a saber porque eso jamás sucedió.
Lo cierto es que su muerte le dio a él y a Nirvana un aire místico, engrandeció el mito. Su muerte de alguna forma lo consolidó como una leyenda del rock. Pero dicho esto, ¿Está sobrevalorado Kurt Cobain?
Si dijéramos que fue un gran músico en el sentido estricto de la palabra, lo estaríamos sobrevalorando en demasía. Era notorio que Kurt Cobain no tenía gran conocimiento de armonía moderna, tampoco era muy bueno con la técnica -se equivocaba constantemente al tocar el solo de Smells Like Teen Spirit, que dicho sea de paso, es muy fácil de tocar- al punto que no es necesario hacer referencias con guitarristas como Steve Vai o Joe Satriani para advertir su falta de habilidad, sino con cualquier guitarrista intermedio que toca con sus amigos en su recámara.
Pero también es cierto que al final el rock -el de verdad- es de cierta forma, más música de protesta que obra de arte. Al final, a diferencia de la música clásica o el jazz donde el músico debe ser virtuoso, el rock no te obliga a ello. De hecho, el virtuosismo en el rock, cuando se admira, no se hace de la misma forma que se hace con aquel de los músicos de Jazz o de las orquestas, sino como de una puesta en escena donde el músico intenta impresionar son sus solos incendiarios. Pero esas puestas en escena no son obligatorias si se quiere hablar de un buen grupo de rock.
Si entendemos el legado cultural que dejó Kurt Cobain y Nirvana, ahí podemos decir que no está sobrevalorado -no sin antes ignorar que con muy poco hizo mucho, que con canciones de varios simples acordes despertó pasiones en una generación X que se buscaba una identidad-.
Kurt no se destacó por ser un músico virtuoso y no creo que nadie lo reconozca como tal. No recuerdo a nadie que hiciera alarde de su técnica con la guitarra ni mucho menos. Fue su imagen de desenfado con la que los jóvenes que vivían dentro de un panorama político y social muy peculiar -la caída el muro de Berlín, las desregularizaciones que tuvieron cierto impacto en las clases medias estaban a la orden del día, una sociedad estadounidense que en ese entonces era más decadente que la actual-.
Pero eso no significa que no haya habido nada de genialidad en Kurt Cobain. Con todos sus escasos recursos, un alto grado de sinceridad y pocas pretensiones, logró cambiar el curso del rock que parecido vivir estancado en el Glam Metal. Si bien, no es como que Nirvana haya creado un estilo completamente nuevo -tuvieron a los Pixies como gran influencia-, si lo supieron moldear, adaptar, y llevar a otras latitudes. Adaptaron la música a la percepción que tenían de la vida y de lo que los rodeaba -la cual coincidía con la de un gran número de jóvenes de la generación X-.
Aquellos quienes trascienden y se vuelven íconos también lo hacen gracias al factor suerte. Así como Malcolm Gladwell afirma que Bill Gates o Steve Jobs trascendieron porque nacieron en una edad tal que el inicio de su edad productiva coincidía con el punto crítico del desarrollo de las industrias tecnológicas, Kurt Cobain tuvo suerte de formar su grupo en un específico periodo de tiempo, cuando la Generación X comenzaban a dejar a los Baby Boomers atrás, cuando cayó el muro de Berlín, y el curso de la historia tomó uno diferente.
Algo de genialidad tuvo que haber, a pesar de la falta de técnica y teoría musical, para que una banda, con todas sus limitaciones, marcara un hito en la historia musical y sirviera de influencia -tanto en la música como en el concepto- a muchas otras. Porque Nirvana tampoco fue un producto de la industria y la mercadotecnia, sino de ellos mismos.
A más de 25 años de Nirvana, todos lo siguen recordando, sus canciones siguen sonando, y siguen inspirando a muchos. Eso no puede ser producto de cualquiera.