Si yo saliera con un micrófono a preguntarle a la gente qué es lo que más le preocupa de Donald Trump, seguramente escucharía muchos argumentos donde relacionan al magnate con nuestro país. Me dirían: «Trump nos ha humillado, nos quiere hacer pagar el muro, o qué va a pasar con los mexicanos que están allá». Las preocupaciones que la gente tiene no sólo son válidas, sino que tienen sustento.
Sin embargo a mí me preocupa más lo que ya está pasando en el mundo y en Occidente con el ascenso de Trump y los gobiernos nacionalistas de ultraderecha.
Y no, no es que no me importe México. Es que esto también va a impactar a nuestro país, y a la vez puede terminar impactándonos a nosotros los ciudadanos. Esto es algo que la gente de pie no toma mucho en cuenta.
Por decirlo de alguna forma, el modo de vida que tú llevas, lo que consumes, tu derecho a expresar tu opinión, todo es producto de un sinnúmero de equilibrios que damos por sentado porque ahí han existido desde hace mucho tiempo. Esos «equilibrios» no sólo se han estado desgastando como producto del tiempo -la historia es cíclica de algún modo- sino porque hay quienes están ansiosos por derribarlo, como Steve Bannon, el hombre que está detrás de Donald Trump.
Gracias a la democracia liberal es que podemos no sólo salir a votar, sino expresarnos libremente en las redes sociales, podemos reunirnos y crear organizaciones ciudadanas. Aún con una democracia disfuncional como la muestra, al ser la democracia liberal la regla en Occidente, ésta ejerce cierta influencia en el país: -México debería tener una prensa libre, México debería de promover los derechos humanos y debería garantizar la equidad de género-. A pesar de que las instituciones supranacionales como la ONU y similares no están de ningún modo exentas de corrupción e intereses, no deja de ser cierto que parte de los valores que se promueven van en el sentido de garantizar ciertas libertades a los individuos.
En una democracia liberal el individuo tiene la libertad de manifestarse contra sus propias instituciones.
¿Qué pasaría si la democracia liberal en Occidente fuera reemplazada por regímenes autoritarios? ¿Qué pasaría si la demagogia y el autoritarismo se convirtiera en regla?
Primero, que los gobiernos -y sí, incluyo el mexicano- tendrían menos incentivos para democratizarse. Si países como Estados Unidos, Francia u Holanda se volcaron al nacionalismo ¿por qué no hacerlo nosotros? Al cabo nos gusta mucho seguir el ejemplo de los países desarrollados ¿o qué no?
No sin olvidar la influencia y presión que otras naciones pudieran ejercer sobre nuestro país.
Segundo, ante el rompimiento del orden geopolítico sería más difícil acudir a instancias internacionales -porque posiblemente algunas de ellas desaparezcan o su naturaleza se corrompa- para resolver conflictos. Me preguntaría que relevancia tendría la Comisión Interamericana de Derechos Humanos -recordemos de ahí el GIEI de Ayotzinapa- ante un nuevo orden geopolítico donde el multilateralismo ha muerto (deseo de Trump y Bannon) y ha sido reemplazado por relaciones bilaterales entre los distintos países.
Steve Bannon, un leninista de derecha (es profundamente admirador de Lenin) quiere romper con lo que él considera el establishment. Eso no sólo significa influir en Europa para que la Unión Europea desaparezca como tal, ni sólo implica acabar con el progresismo e ideas liberales para sustituirlas por otras ultraconservadoras. Va más allá y parece estar conspirando contra el Papa Francisco al apoyar e instigar a los círculos más ultraconservadores de la Iglesia Católica porque considera que el Papa es muy liberal, dada su agenda de cambio climático, migración y pobreza.
Pero independientemente de lo que haga este hombre tras el poder, Europa se podría reconfigurar por sí misma. El primer paso ya está dado con el Brexit, pero ahora tendremos que esperar a ver lo que pasa en Holanda y Francia en el primer semestre de este año. En Holanda, Geert Wilders, del Partido por la Libertad de ultraderecha, es favorito a ganar según las encuestas. En Francia, no son pocas las posibilidades que tiene la ultraconservadora Marine Le Pen, y a pesar de que las encuestas -a esas que tanto les encanta fallar- dicen que ganará la primera ronda, vaticinan que en la segunda votación perderá contra su opositor -posiblemente Emmanuel Macron-.
Ahora, no sólo es Occidente inclinándose hacia la derecha -rompiendo ese consenso liberal que abarcaba de la centro-izquierda a la centro-derecha-. Habrá que ver como se configura el nuevo orden geopolítico. Habrá que ver el papel que toman países como Rusia o China -que tampoco son democráticos- en esta nueva configuración. La democracia liberal tendrá que resistir desde las calles y las universidades, el conflicto entre ideologías y naciones estará asegurado.
Este nuevo panorama me preocupa más que lo que ocurra en México porque al final este reacomodo geopolítico e ideológico impactará sí o sí a nuestro país. La postura de Trump ante México no se explica mediante un conflicto entre dos países, sino entre uno de carácter más global. México es la víctima fácil para legitimar el discurso nacionalista, es el que no opondrá resistencia a diferencia de lo que sí haría China.
Vienen tiempos difíciles, y no sé si oponerse a Trump con un nacionalismo ramplón de banderitas como avatares ayude en algo.