Uno de los factores por los cuales los nazis no ganaron la Segunda Guerra Mundial fue porque Churchill, Roosevelt y Stalin forjaron una alianza estratégica. Las diferencias entre los tres mandatarios eran muchas -más bien las que tenían Churchill y Roosevelt con Stalin-, sin embargo decidieron hacerlas a un lado porque había un interés supremo sobre aquellas diferencias evidentes. Si no trabajaban en conjunto, Hitler y la Alemania Nazi podrían ejercer una dictadura casi mundial sobre los demás países.
Con este argumento traté de justificar la necesidad de alinearnos con el Presidente de la República, cuyo papel en este conflicto entre México y Estados Unidos comenzó de una forma vergonzosa aunque al final terminó componiéndose un poco -no lo suficiente-. Algunos personajes de los medios estadounidenses más opositores a Donald Trump incluso hablaron de que Peña Nieto le había soltado un buen golpe a Trump. La realidad es que Trump ya casi lo había desinvitado -al condicionar la visita al pago del muro- y Peña simplemente dijo no. Por primera vez Peña -sin dejar del todo a un lado ese semblante artificial y alienado- se pronunciaba con enjundia: «México no va a pagar ese muro».
Pero si hay un bien supremo a las evidentes diferencias que tenemos el 88% de los mexicano con Peña Nieto ¿por qué decidí ya no apoyarlo?
Tan fácil y tan sencillo, si dos facciones se van a unir con un propósito en común todos van a poner de su parte. La Guerra Fría y el conflicto de la URSS con Occidente comenzó hasta ya terminada la misión. La URSS, Estados Unidos y el Reino Unido se respetaron mientras duró el pacto.
En nuestro caso, Peña Nieto no está poniendo de su parte, me explico…
Yo no puedo entender cómo en este momento tan crucial fue capaz de darle empleo a su amigo el infame Virgilio Andrade como director de Bansefi, quien lo exoneró de los conflictos de interés con la casa blanca. No puedo entender cómo es que uno de los gobernadores de su partido, Rodrigo Medina, quien pisó unas horas la cárcel en un teatro lamentable, termine en libertad, como seguramente permanecerá. No puedo entender tampoco que Peña pretenda regular los derechos de audiencias.
Hay que preguntarnos, ¿por qué México es un país suficientemente débil como para que nos hayamos convertido en el juguete de Donald Trump?
Fácil, somos un país sin instituciones sólidas, con una clase política, por tanto, corrupta. En gran medida la clase política -sin querer eximir a los ciudadanos de las tareas que nos toca hacer- es responsable del estado actual de las cosas. Si Peña quisiera a un pueblo unido en torno a él, entonces estaría obligado a comprometerse con éste, y eso implicaría dejar a un lado esas prácticas nocivas que tanto han lacerado al país.
¿Lo hizo? No, al contrario.
¡Basta ya de mensajes estériles que en vez de crear una unidad como mexicanos parecen hasta tener la intención de obtener un beneficio político!
Y no, no porque López Obrador o Carlos Slim inviten a la unidad -esa palabreja que les encanta a la clase política- lo tenemos que hacer. En un acto de unidad ambos tienen que estar comprometidos y Peña Nieto no lo está. Peña nunca defendió a México siquiera cuando Trump pretendía contender por las elecciones primarias y casi nadie daba un peso por él:
El gobierno de México ha dejado solos a los mexicanos en Estados Unidos frente a Donald Trump. Quedarse callados, con la intención de no subir su perfil, ya no es suficiente. Ese momento ya pasó. El momento de enfrentarlo es ahora, no un día después de la elección. Es un grave error no tomarlo en serio. Sus palabras son muy peligrosas. Otros ya están siguiendo su ejemplo con ataques verbales en contra de inmigrantes de todas las nacionalidades. – Jorge Ramos. Agosto 2015.
Dejemos atrás nacionalismos bananeros, dejemos detrás esas manifestaciones estériles que consiste portar banderitas en los perfiles que no causan efecto alguno y concentrémonos en unirnos de verdad los mexicanos para trabajar en este país, para que ya no sea la pobre víctima de los fuertes y poderosos. Una verdadera unidad tiene que ser legítima donde ambas partes pongan de su parte, donde tanto el gobierno como los ciudadanos trabajemos por México y no por intereses propios.
Si queremos a un México unido no tenemos que elaborar puestas de teatro llenas de parsimonia e hipocresía. Por el contrario, debemos primero tener la convicción de que nos la queremos «rajar por México» y sí, con esa convicción trabajar juntos y unirnos.
No puede haber unión con quien no parece siquiera tener el interés de trabajar por esa meta en común.
Y lo único que me queda es exigir a Peña Nieto, como patrón suyo que soy, a que vele por los intereses de México.