Si crees que las próximas elecciones van a tratar de debates y contrastes de los programas de gobierno, tengo que decirte que estás equivocado. Las elecciones del 2018 van a ser un lodazal.
Sí, veremos a cerdos pelear en lodo, veremos difamaciones, frivolidades, ridiculeces, candidatos que se suben al tren del mame del meme más absurdo, veremos notas abundantes notas falsas en las redes sociales, descalificaciones. ¿Por qué?
Primero, porque la calidad de las campañas electorales tienen cierta relación con el nivel cultural e intelectual de las personas que participan en las elecciones. Segundo, porque, a pesar de que nuestra clase política tiene una autoridad moral lamentable, no es que quieran hacer más tonto a su electorado, sino que asumen que tratándolos de esa forma van a obtener un mayor número de votos.
Eso no quiere decir que siempre acierten a la hora de diagnosticar qué es lo que va a seducir a la población. En algunos casos la subestiman de más, a veces no entienden a las generaciones más jóvenes que las de ellos y terminan haciendo el ridículo:
La falta de cercanía de los políticos con la sociedad ha provocado que no puedan hacer un diagnóstico de ella dejando todo el trabajo a terceras personas -como comunicólogos, estrategas digitales y demás-. Pero aún con su ayuda, cuando pretenden acercarse terminan haciendo el ridículo.
Pero estos detalles no eximen a la sociedad, ni en México ni en muchos países un intercambio de profundas ideas es muy rentable si se quiere ganar una elección. El grueso de la gente no contrasta proyectos de nación ni los analiza. Si la gente que no toma las elecciones en serio votara aleatoriamente como consecuencia de su desconocimiento, entonces podríamos pensar que le dejarían la iniciativa a quienes sí se preocupan por informarse antes de emitir su voto. Pero la gente que no se informa y concibe una elección como un burdo espectáculo suele inclinar la balanza, de tal forma que se trate de una elección poco razonada y el país en conjunto termine tomando una mala decisión.
Y como son más los que no se informan, ellos tienen una mayor posibilidad de determinar al ganador. Entonces las campañas apuntarán con más enjundia a esas mayorías y no tanto a las minorías que se supone, están más informadas. Si un político recibe el apoyo de dichas minorías, no sólo tendrá que garantizar ese apoyo el día de la elección, sino tendrá que convencer a alguna porción de las mayorías para poder obtener el triunfo.
Muy posiblemente los temas centrales sean la corrupción y la relación entre México y el Estados Unidos de Donald Trump. Se hablará mucho de dichos temas, pero se abordarán de tal forma que la calidad del intercambio de ideas se degrade a un espectáculo bochornoso. En pleno 2016 ya hemos podido ver algunos avisos de ello. El PRI está desafiliando de su partido a varios gobernadores corruptos sin que el Gobierno Federal, del mismo partido, haga algo por llevarlos ante la ley. Quieren lavarse la cara y decir que sí combatieron la corrupción… que ellos mismos generaron. Y de la misma forma, López Obrador afirma que perdonará a sus adversarios porque basta con un espíritu bienintencionado para terminar con el cáncer de la corrupción.
Los equipos de campaña se dirigirán a las vísceras de los electores. -yo soy menos corrupto que «y», yo tengo las manos limpias-; tratarán de apuntalar hacia aquello que les enoja aunque no tengan calidad moral para hacerlo (insisto en el PRI desafiliando exgobernadores como ejemplo), y como se darán cuenta que sus estrategias no logran el impacto necesario, tratarán de «subirse al tren del mame». El estratega digital hará un análisis de los memes y temas en boga en el «feis» para ver a cual se puede subir el candidato.
https://www.youtube.com/watch?v=yDcbrMLnvSc
Las campañas del miedo -que llaman de forma errónea de contraste, porque no hay necesariamente una comparación- serán constante, más con un López Obrador que encabeza las preferencias electorales. Seguramente lo harán de forma vulgar, alertarán y aterrarán al elector de todo lo que puede perder si AMLO gana la elección -dentro de lo que permite una ley electoral cada vez más restrictiva-. Pero como comenté la otra vez, la pérdida de legitimidad de la clase política y algunos medios de comunicación posiblemente hará que el efecto de la campaña del miedo no sólo no sea la misma del 2006, sino que pueda resultar contraproducente.
Por eso, los partidos no harán la guerra directamente, sino que veremos un montón de ruido en las redes, notas falsas, bots -ahora sí, con una estrategia mucho más refinada y mejor pensada- que tratarán de manipular a la opinión pública en Twitter. Combatirán en una arena donde parezca que ellos no son los emisores y donde la normativa electoral no tiene alcance.
Tal vez les alcance para comprar algún influencer de Youtube, algún «líder de opinión». Con los perfiles de estrategas de redes mucho más evolucionados que en 2012, podrán echar mano de las herramientas publicitarias de las redes sociales -vaya que Facebook Ads y Google Adwords son un monstruo para ese propósito- para tratar de mandar el mensaje adecuado justamente a aquellos que necesitan convencer, persuadir, o manipular para que hagan diferencia en la elección. Si en el 2012 las estrategias en redes -sobre todo la del PRI- eran obvias y predecibles, ahora estarán mejor ejecutadas, pensadas y con más especialistas en el ramo detrás de las estrategias.
¿Y por qué no? No sería raro -sobre todo el gobierno que está en el poder y tiene los instrumentos a su alcance- el uso de servicios de inteligencia, que contraten hackers -cosa que ya han hecho- o neurocientíficos. Detrás de una campaña burda y vulgar podrá haber un equipo de expertos trabajando de forma quirúrgica sobre el electorado.
El golpeteo disfrazado por medio de sketches políticos «dizque cómicos», diarios comprados o incluso creados para tal propósito estará ahí de forma constante tratando de incidir en el voto del ciudadano:
Termino como inicié, lo que veremos en el 2018 será un lodazal, un cochinero lleno de frivolidades y escaso de debate y contenido.
Sí, posíblemente te frustres con lo frívola que será la campaña. Y posiblemente también te frustres con el resultado.