Ante la llegada de Trump al poder, hay quienes piensan -en México- que se abre un mundo de oportunidades, y hay otros que predicen una hecatombe para nuestro país. Yo sugiero un punto intermedio entre los ilusos -ser optimista en exceso es ser iluso- y los pesimistas.
De hecho, lo que me da más miedo de Donald Trump no tiene que ver directamente con México, y eso es algo de lo que no todos hablan.
Es decir, lo que genera mucha ansiedad aquí es que Trump va a construir el muro -el cual vamos a pagar, dice-, que va a deportar a muchos connacionales, y que planea cancelar el TLC-, del cual hasta hace poco muchos dudaban de sus beneficios-. De esos tres puntos, la deportación de muchos connacionales es la que me preocupa más -seguramente serán mucho menos de los que prometió, aunque no dejará de ser un número considerable-, porque muchos serán desterrados y mucha familias quedarán rotas. No es que no importen las otras, sí importan, pero no es el final del país.
¿Por qué no me preocupa tanto? Porque no creo que México dependa o deba depender completamente de Estados Unidos; de hecho, esa relación de dependencia es relativamente reciente. No es como que no se pueda entender a México sin una relación estrecha con Estados Unidos.
Lo que me preocupa de Trump, eso de lo cual no se habla tanto, no es su relación con México, sino la que tendrá con su propio país y con el mundo, así como las implicaciones geopolíticas que su presencia pueda tener.
Me preocupa, por ejemplo, esa tendencia de Occidente hacia el nacionalismo abrazado (y posteriormente abrasado) por demagogos tendientes hacia el autoritarismo. Y preocupa por lo que representa Trump al frente del país que todavía tiene mayor influencia ideológica y cultural sobre el mundo.
La democracia está en peligro, pero aún así, si sortea los malos tiempos -lo cual creo que sucederá-, regresará en una mejor versión. Esta cadena nacionalista fue una advertencia para los liberales, por ejemplo, que encajonados en su corrección política, preocupados por solo algunas minorías (de raza, género o preferencia sexual) se olvidaron de toda la sociedad en su conjunto. Pero claro que hay razones por las cuales nos debemos mantener en alerta, y comparto la petición de que no se debe «normalizar» a este magnate con inclinaciones fascistas.
Pero México puede sobrevivir a Trump.
Si a Trump se le ocurre cancelar el TLC, o lo negocia de tal forma que quedamos en desventaja, todavía tenemos varias alternativas, muchas de las cuales ni siquiera habíamos contemplado porque ya nos habíamos acostumbrado a esa relación de dependencia.
Incluso no se equivocan del todo quienes dicen que esta crisis puede abordarse de tal forma que se transforme en una oportunidad. Ésta puede ayudar a México a replantearse como nación. La contraparte es que para esto se necesita mucha visión, y eso es algo de lo que carece el gobierno actual (en todos los niveles).
Y no estoy diciendo que no vayamos a padecer nada. Muy posiblemente podamos ver a corto plazo algún impacto en nuestra economía al ver reducido el intercambio de productos y servicios con Estados Unidos, habrán trabajos que se pierdan -sobre todo al norte del país-, posiblemente entremos en alguna suerte de recesión económica, pero no creo que sea un día desolador del cual no podamos salir o que pueda comprometer nuestro futuro a largo plazo si somos inteligentes.
Una alternativa es diversificar nuestra economía. Ante una estrella menguante como la de Estados Unidos, podríamos mirar a países como China, la misma Europa o todas esas naciones asiáticas que emergen gracias a la globalización mientras Occidente se estanca.
Si Estados Unidos se cierra y cae en un nacionalismo absurdo, México podría llenar esos vacíos que deje nuestro vecino.
Otra cosa que se puede hacer es fortalecer el mercado interno y trabajar a México desde adentro -lo cual no implica necesariamente que apostemos a una especie de proteccionismo-. México puede apostar a producir lo que importaba por poner un ejemplo. En un mundo globalizado gracias a las tecnologías de la información es más fácil absorber conocimiento que en la etapa pre-TLC, y por lo tanto la curva de aprendizaje es menor.
Se trata de una estrategia más ambiciosa que convocar en redes a comprar producto nacional para castigar a las empresas gringas -cuya mayoría no tienen nada que ver con el triunfo de Donald Trump, y que de hecho lamentan-. Ese nacionalismo absurdo de no comprar Coca Cola o Starbucks por un día no servirá en lo absoluto. No debemos caer en el mismo juego de cerrarnos.
Lo que más me preocupa de México no es la llegada de Donald Trump, sino todos los problemas que tenemos dentro de nuestro país y que nos laceran mucho más que Trump.
La corrupción, la violencia, los feminicidios -ahora que se hace énfasis en la misoginia de Trump-, las instituciones débiles, la impunidad. No podemos culpar a Trump de todas nuestras desgracias a corto plazo cuando ni siquiera nos hemos molestado en barrer la casa. Si queremos vencer a «la amenaza del hombre naranja» debemos vencer a nuestras amenazas internas primero.
Buscar a enemigos a quien culpar es una pérdida de tiempo cuando el enemigo está en casa, y no me refiero a Peña Nieto -quien es tan sólo una manifestación-, sino a todos, a nuestros vicios como sociedad.
¿México puede ser chingón, a pesar de Trump? Sí, porque no necesitamos de su presencia o ausencia para reinventarnos como país. Nos podrá meter en algunos aprietos -menos de los aprietos en que nosotros mismos nos metemos-, pero la capacidad que tenemos -porque tengo fe en que la tenemos- de ser un país grande reside en nuestra voluntad.