Uno de los problemas que la clase política tiene en México es la de no poder -o querer- entender a las nuevas generaciones. Parecen verlas con desprecio, con una mirada de inferioridad, como si se tratara de puros adolescentes caguengues llenos de espinillas que no le entienden -al rollo- y los cuales pueden ser educados y moldeados a su antojo.
La clase política -junto con sus satélites empresariales y medios de comunicación- que creció en ese México autoritario y que a veces parece que no ha terminado de entender el nuevo entorno en que se encuentran, falla incluso al tratar de utilizar el lenguaje de los jóvenes, adaptando clichés superficiales de su lenguaje a su discurso con lo cual, por más que traten de dar a entender lo contrario, muestran un total desconocimiento y desprecio por las nuevas generaciones: -los chavos de hoy le están picando al Snapchat-, -traen otro chip, están interconectados-.
Conocen términos como «millennials» porque en todos lados se habla de eso, en revistas y artículos. Conocen las aplicaciones que usan pero pocas veces entienden bien para qué sirven. Desde lejos, tratan de ver «de qué están hablando» para limitarse a copiar algunas palabras, frases y expresiones, pensando que de esa forma, van a poder estar «en su canal.
Pero lo paradójico aquí es que quien acuñó el término #PRIennial es un joven no tan joven, uno de esos que llamamos chavorrucos, esas personas cuya edad ronda por los 30 años. Y lo digo, porque muchos de los jóvenes que han entrado a las filas de este partido, que hay que recordar que su forma de organización más bien parecido al de una familia o club privado al cual es un orgullo pertenecer, adoptan el discurso y la visión de los más grandes en vez de traer nuevos bríos al PRI. Es decir, con algunas excepciones, los jóvenes que llegan al partido se mimetizan en él, y no terminan por convertirse en agentes de cambio que su partido tanto necesita al ver el cambio generacional que ya está en puerta y que reducirá sus bases de forma considerable.
Rodrigo Escalante, el militante priísta que inventó el término, parece no terminar de entender siquiera a su propia generación. Por eso se extrañó al ver el mar de bromas, descalificaciones, críticas y memes que generó su post.
¿Por qué entran jóvenes al PRI? Existen muchas razones para ello, pero de entre esas razones, me atrevo a decir que las siguientes son las más comunes: por un lado, algunos de los jóvenes que se adhieren a sus filas crecieron en entornos priístas (familiares o parientes simpatizaban con el partido) y, por otro lado, algunos otros porque buscan hacer carrera en el partido como si hacer política se tratara de una empresa para ganar dinero y aspirar a una mejor posición social más allá de la convicción de ser un servidor público. Es decir, los primeros lo hacen por una suerte de convicción (crecieron queriendo a su partido) y los otros lo hacen por conveniencia. Así podemos entender que los «agentes de cambio» en realidad son pocos. Podemos esperar algunos dentro de la primera categoría -y aún así son los menos-, priístas de cuño que pueden ser capaces, al menos parcialmente, de ser críticos con el partido, tienen convicciones o abrazan cierto tipo de idealismo; no así de los segundos, de quienes las convicciones no importan porque están obviamente supeditadas al beneficio personal.
El PRI, reacio al cambio y a una revolución estructural -a pesar de la R que sobresale en su logotipo-, prefiere moldear a los jóvenes que entran, engañarse y engañar a los de afuera con meros cambios cosméticos. La desconexión de sus miembros con las nuevas generaciones (aunque algunos de ellos pertenezcan a ellas) lo deja patente. El modelo de «club privado» donde todos están alineados le ha dado mucha fuerza, porque como había mencionado anteriormente, más que los ideales, lo que importa es pertenecer a dicho club y ser un orgulloso miembro de, con lo cual son más inmunes a las derrotas electorales y al mal comportamiento de sus miembros. Pero a largo plazo, ese modelo «club» es una apuesta contraproducente. A pesar de que algunos jóvenes entran al partido, son cada vez menos los jóvenes que deciden simpatizar, y basta un cambio generacional para que el partido se debilite debido al envejecimiento de sus bases.
La incapacidad del PRI de entender a las nuevas generaciones que no sólo se limitan a repetir términos como «millennial«, «eco-friendly«, o a subir fotos en Instagram como ellos creen, poco a poco está fracturando las bases de ese partido. Las nuevas generaciones no son «PRI-friendly«, de hecho, aprendieron a repudiar al PRI, práctica que se agravó con el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Por eso no es de extrañarse que campañas invitando a los jóvenes a convertirse en «PRIennials» con frases inocuas y hasta cínicas tales como «no seguimos intereses, nos mueven las causas» generen desde risa hasta indignación. Los «chavos de hoy» perciben más bien a un PRI demasiado alejado de ellos, que no sólo no los entiende, sino que los desprecia y les da la espalda. Pero por lo mismo tampoco es de extrañarse que los propios priístas se extrañen de la reacción de la gente, porque se han ensimismado tanto en su club, que han olvidado lo que hay fuera de éste.