Este fin de semana se llevaron a cabo dos grandes manifestaciones en nuestro país. El sábado se llevó a cabo la manifestación del Frente Nacional por la Familia, y el domingo la marcha por la igualdad. Las dos marchas contrapuestas, antípodas una de la otra, y que coexistieron el fin de semana por eso mismo, por su rivalidad.
Los manifestantes ejercieron su derecho y salieron a las calles, no sin olvidar repartir algunas descalificaciones entre ambos bandos. La primera manifestación fue más grande que la segunda, debido entre otras cosas, a las sólidas estructuras y capacidad de organización que mantienen las jerarquías eclesiásticas y grupos afines, y a una sociedad mexicana mayoritariamente conservadora.
Más allá de la pugna por derechos que claman cada una de los dos partes, por ej, derecho a educar a mis hijos, o el derecho a que las personas con distintas preferencias sexuales puedan casarse o adoptarse, hay un trasfondo que consiste en una batalla ideológica y dos diferentes visiones sobre el orden social. Al final, esta es una de tantas batallas entre Iglesia y Estado, o bien, entre conservadurismo y liberalismo. Posiblemente varios de los propios manifestantes (posiblemente la mayoría) no entiendan esto y hayan salido simplemente a pelear por conceptos como «por mis niños» o «mi derecho a casarme», pero es indispensable hablar aquí de lo que hay en juego.
La postura de los grupos conservadores es más fácil de explicar porque lo que se busca es conservar el estado de las cosas (incluso dar algunos pasos atrás en lo que ya se ha legislado), es decir, una familia nuclear tal y como la conocemos, mamá, papá e hijos. Asume que las diferencias de sexo no solo son anatómicas, sino que la personalidad está determinada por el sexo. Es decir, el hombre tiene rasgos psicológicos particulares, así también la mujer, y entonces se entiende que hay una diferencia en los roles dada por la naturaleza. El FNF defiende al matrimonio como un instituto que tiene como fin la procreación, y en ese sentido consideran el matrimonio y la familia naturales. El hombre tiene un pene, la mujer una vagina, y lo que esté fuera de esa lógica rompe con el concepto de matrimonio porque es antinatural, y aquello que es antinatural no se puede sostener porque va en contra de la biología.
De esta forma, consideran que un cambio al orden de las cosas, (lo cual implicaría un rompimiento con la ley natural) puede generar una fractura en el tejido social. Esta postura la defienden la Iglesia Católica, al menos sus cúpulas y la gran mayoría de sus miembros, y algunas otras religiones, aunque también personas no religiosas pueden abrazarla completamente o hasta cierta medida.
La postura laicista o de los grupos liberales por su parte propone un modelo diferente llamado perspectiva de género (o de forma peyorativa, ideología de género), que busca en teoría crear un cambio con respecto a como se interpreta el género y en los signos para que el sexo, género, o preferencia sexual no sea motivo alguno de discriminación, porque asumen de esta forma las mujeres y minorías (con distinta preferencia sexual) no se encontrarán en desventaja ni serán discriminados. Ellos, inspirados en Simone de Beauvoir, asumen que la diferencia del sexo no va más allá de la anatomía y que el género es una construcción o constructo social. Es decir, el hombre se comporta como hombre o a la mujer como mujer, no por su naturaleza, sino porque así lo ha aprendido y ese constructo se ha transmitido a través de la historia. Entonces afirman que la discriminación entre géneros es derivado de esos constructos, que hay que «nivelar» a los dos géneros, y que el género no está dado, sino que el individuo puede elegirlo.
Es decir, mientras el sexo es inmutable, se es macho, hembra o intersexual (quienes por causas naturales presentan una discrepancia entre su sexo cromosómico, genitales y gónadas), la identidad de género tiene más bien que ver con la forma en que perciben y viven su género, sin que este tenga que corresponder al sexo con el que nació, así como la orientación sexual y la expresión de género, que es como cada persona expresa su género.
Su postura es redefinir el concepto familia por familias para dar cabida a aquellos que tienen una preferencia sexual diferente como homosexuales o lesbianas, así como para legitimar otros modelos de familia como los que están compuestos por una madre y un padre. También proponen un lenguaje incluyente con el fin de evitar discriminación, por ejemplo «los y las ciudadanos» o «lxs ciudadanxs».
Esta postura es defendida por varios liberales y por un sector de la comunidad científica, promovida por el Estado en varios países, sobre todo los europeos, y algunas organizaciones internacionales. Algunos miembros de la Iglesia Católica, sobre todos aquellos ubicados a la izquierda del espectro político, pueden llegar a adoptar hasta cierta medida esta perspectiva.
En realidad ésta no es una batalla nueva y estos dos conceptos tienen una evolución histórica. Por ejemplo, el derecho a la mujer a trabajar o involucrarse en actividades propias del hombre (involucrarse en la política) tiene su razón en movimientos que antecedieron a la perspectiva de genero en tanto las mujeres aprendieron a tomar roles que antes eran propios del hombre.
Cuando quienes se oponen a esta propuesta se refieren a «el derecho a educar a mis hijos», tiene más que ver con el hecho de que con las reformas propuestas, se promoverá la educación desde la perspectiva de género, que representa un cambio (al menos en escuelas públicas) con respecto al modelo que actualmente se imparte, con el que están más familiarizados, y el que aprendieron los propios padres. Es decir, a los niños se les enseñaría que no solamente hay un tipo de familia, sino varios, desde la familia entre mamá y papá, de dos padres o madres, un padre o una madre, padres con hijos adoptados, hijos viviendo con familiares, etcétera.
Esta es la batalla ideológica que se vive en el mundo actual y la cual tiene tiempo de haberse desatado, es una de tantas batallas entre Iglesia y Estado. De hecho puede considerarse una evolución de otras batallas que hemos visto en el pasado. Naturalmente no todas las personas que hayan defendido una causa abrazan todo el concepto y muchos lo aceptan solamente de forma parcial. Por ejemplo, hay quienes están a favor del matrimonio igualitario e incluso de la adopción, pero no están de acuerdo que el género sea derivado de un constructo y defienden que las definiciones de hombre y mujer sean definidos por el sexo.
Posiblemente no esperemos en el futuro la sustitución de un concepto por el otro, tal vez puede ser que el resultado generado sea uno más intermedio, o que debido a la evidencia empírica que se genere, se de marcha atrás en algunas de las características de la perspectiva de género promovidas. Detrás de la defensa de la familia o la extensión de derechos minoritarios se libra esta batalla, que no sólo tiene que ver con conceptos de familia o derechos, sino también con poder y de capacidad de influencia de ambos actores.
Las conclusiones se las dejo a criterio del lector.