Nos han vendido la idea de que México es un país estable porque desde Lázaro Cárdenas todos los presidentes han cumplido su sexenio. Ni siquiera países como España o Estados Unidos pueden presumir de ello. Pero esa «estabilidad» que tanto cacarean es más cuantitativa y de forma, que cualitativa y de fondo. Esa anécdota numérica no termina de explicar qué tan «estable» es el país. Dentro de esos ciclos sexenales se han perpetrado masacres estudiantiles, severas crisis económicas, y hasta magnicidios. En cambio, la última vez que Estados Unidos rompió con su ciclo ocurrió en las década de los 70 cuando Nixon dimitió a raíz del famoso escándalo de Watergate en el que estuvo envuelto, un escándalo que se puede antojar menor comparado con algunos en que se han involucrado algunos presidentes de nuestro país.
Pensar que es algo absurdo pedir la renuncia de Peña Nieto con base en esta «tradición» es caer en el error. Bajo esta premisa, algunos afirmarán que con la renuncia de Peña Nieto se rompe toda la estabilidad y el país podría convertirse en un caos. En realidad es a la inversa, la permanencia de Peña Nieto en el poder puede comprometer la estabilidad del país, tanto política como económicamente.
Después de hace muchos años parece existir un consenso dentro de la sociedad, entre los analistas e incluso mayoría de los comunicadores. Ese consenso es que Peña Nieto es un lastre para México. Tanto izquierdistas, derechistas, conservadores y liberales (no, el PRI no es liberal), todos concordamos en que estamos siendo pésimamente gobernados.
No se trata de llamar la anarquía, ni mucho menos de revolución. Por el contrario, queremos una vida institucional y por ende buscamos que Peña Nieto, cuyo gobierno le ha hecho daño a las instituciones, renuncie.
Un gobierno envuelto en casos de corrupción e interés y que ha permitido que humillen a México no es funcional, peor aún cuando los niveles de aprobación son tan raquíticos al grado en que su ilegitimidad le quita cualquier margen de maniobra. Un presidente siempre tiene que tomar decisiones difíciles en su mandato que causarán resquemor en algún sector, y para poder hacerlo es necesario tener la suficiente aprobación en los otros. Cuando ningún sector te apoya, no puedes darte el lujo de hacer eso. El gobierno de Peña Nieto ha llegado al punto en que la estabilidad de este país, tanto política como económica, puede estar en riesgo.
Es falso que la renuncia de un presidente traiga forzosamente un episodio de inestabilidad prolongada como algunos sugieren. El claro ejemplo de ello es Guatemala cuando Otto Pérez tuvo que dimitir ante los escándalos de corrupción en los que se ha visto envuelto. Guatemala no cayó en una crisis y hoy es un país absolutamente gobernable, más que lo que lo era con Otto Pérez con todo y que los guatemaltecos se decantaron por un comediante. Lo mismo se puede decir de la renuncia de Nixon en Estados Unidos.
Algunas voces, como la de la doctora Viridiana Ríos, claman por exigir resultados en vez de realizar una marcha. Respeto esas opiniones más no concuerdo con ellas, no porque se me haga mala idea «exigir resultados», sino porque veo imposible que dentro del régimen peñanietista, tan acostumbrado a la simulación, eso pueda ocurrir. Peña Nieto y su gobierno ya demostraron que no son capaces de ceder un ápice, ni tienen capacidad real de diálogo con la oposición (más allá de intentar cooptarla), ni menos de entender a la ciudadanía. Incluso hasta un escenario con Osorio Chong (quien sustituiría temporal a Peña Nieto mientras el Congreso elige a un sustituto) se antojaría un poco mejor para esperar algún tipo de cambio producto de la respuesta de la ciudadanía.
Otras voces como la de Martí Batrés de Morena, dicen que su renuncia es innecesaria y que hay que esperar hasta el «cambio verdadero» en 2018. La realidad es que a López Obrador no le convendría a estas alturas que Peña Nieto renuncie, sino que permanezca en el poder y su gobierno se desgaste lo más posible para que de esa forma llegué en el escenario más óptimo, como el cambio necesario que México necesita después del gobierno más oscuro. Paradójicamente, a quien se le ha relacionado todos los intentos por deponer al presidente, no le conviene que esto suceda.
Pero Peña Nieto tiene que irse. Su renuncia es la condición sine qua non para poder aspirar a cualquier tipo de cambio en este gobierno. Las propuestas de Viridiana Ríos son válidas, pero dudo muchísimo que se puedan implementar en este escenario, y éstas podrían servir más bien para ejercer presión sobre quienes quieren contender en 2018, quienes seguramente tratarán de abrazar las causas de la sociedad indignada para tratar de marcar un cambio con respecto a la administración pasada. Incluso este paquete de propuestas podrían proponerse al gobierno que supla a Peña Nieto si éste renuncia.
Si Peña renuncia sería un gran logro para la ciudadanía. En un país donde los ciudadanos tradicionalmente han tenido poco peso y han sido ninguneados por los gobernantes, un hecho de ese calado obligaría a la clase política a prestarles más atención al menos. Tal vez el que reemplace a Peña Nieto no nos termine de gustar o inclusive sea del mismo partido y las estructuras no cambien como quisiéramos en los dos años faltantes, pero la clase política recibirá el mensaje de que la ciudadanía no está dispuesta a tolerar gobiernos de tan baja calidad acostumbrados a la simulación y al teatro, creyentes de que puedan hacer lo que les plazca y permitan que nos humillen, como ocurrió cuando Peña invitó a Donald Trump a Los Pinos.
Si Peña renuncia, México no se convertirá en una nación de primer mundo, ni se va a disparar el Producto Interno Bruto. Pero se habrá creado un antecedente si queremos hablar de ciudadanía y rendición de cuentas. Los ciudadanos deben de exigir buenos gobiernos a sus servidores públicos quienes tienen la obligación de crear las condiciones para que los primeros construyan su proyecto de vida.
Por eso es que deberías unirte. En la CDMX se llevará a cabo el 15 de septiembre una marcha del Ángel de la Independencia al Zócalo para coincidir con el grito que hará Peña Nieto. Esta marcha debería de replicarse en otras ciudades, esto debe de convertirse en un movimiento nacional. Los mexicanos tenemos que salir a la calle a exigir la renuncia de Peña Nieto. ¡Es momento de actuar! #YoExijoTuRenunciaEPN