Carmen Aristegui estaba ansiosa de perpetrarle tremendo golpe a Enrique Peña Nieto, sobre todo después de que su gobierno operara para que ella fuera despedida de MVS. Y lo logró, llamó la atención de todo el mundo con una nota que habla muy mal de la figura de nuestro Presidente de la República, pero que en realidad no es tan trascendente para la vida nacional. Tan sólo refuerza la idea que muchos teníamos del mandatario, que se trata de una persona que no respeta las reglas ni las leyes, y hace trampa para salirse con la suya.
Recuerdo cuando hice la tesis en mi universidad hace más de 10 años. Me quedé con un sentimiento ambivalente porque por un lado me gustaba redactarla y darle forma, y por otro lado todo el proceso fue un dolor de cabeza porque tenía que estar yendo una y otra vez a revisión para que la corrigiera hasta que quedara lista.
Mi universidad (la UNIVA) no es la más estricta, sobre todo si la comparamos con la UP, el ITESM, y similares. Sin embargo, la tesis tenía que cumplir con todos los requisitos necesarios para que pudieran otorgarte el título. Uno de esos requisitos era citar las fuentes como se debía hacer, no era lo más complicado de llevar a cabo, pero era de lo más básico y elemental. Por eso no puedo concebir la respuesta del gobierno a la investigación de Carmen Aristegui, donde afirman que se trata de errores de estilo, cito al vocero de la Presidencia:
Por lo visto errores de estilo como citas sin entrecomillar o falta de referencia a autores que incluyó en la bibliografía son, dos décadas y media después, materia de interés periodístico.
Plagiar en una tesis es algo grave. Me sorprende que muchas personas relativicen el hecho en las redes, que no es tan malo, que es un «error menor».
Otros lo justifican porque simpatizan con él, es de su partido, o les cae mal Carmen Aristegui. El hecho es que más allá de filias o fobias, Peña plagió parte de su tesis y eso es un acto grave desde cualquier punto de vista, vayan a cualquier universidad y pregunten.
Y entiendo esa reacción por parte de algunos, en la escuela aprendimos que «copiar en el examen» no era tan malo. Muchas personas pasaron el grado gracias a ello, tenían un amigo aplicado el cual permitía que le copiara sus respuestas. Pero que sea «normal» no significa que esté bien. Luego nos preguntamos por qué los niveles de corrupción en el país son altos. Peña Nieto era como uno de tantos alumnos que copiaba en el examen, según sus propias palabras:
Una tesis no es cualquier cosa, es el acto culminante de una carrera universitaria o post-universitaria. Es donde, se supone, un estudiante va a reflejar todos los conocimientos adquiridos en la carrera. Algunos incluso le tenemos algo de cariño a nuestra tesis.
Cuando digo que no es un tema lo suficientemente trascendente para la vida nacional, no me refiero a que el asunto no tenga importancia ni que «plagiar una tesis no es tan malo». El hecho habla muy mal del Presidente Peña Nieto. Sin embargo, a diferencia de la casa blanca, no se trata de un acto cometido durante el gobierno ni tiene que ver con su papel de mandatario.
De hecho, es un asunto que debería resolver más bien la Universidad Panamericana, universidad en la cual, Peña Nieto elaboró su tesis. La UP se encuentra en una encrucijada. Si no toma algún tipo de represalia, el mensaje que estará mandando al alumnado (si plagias tu tesis, no tomaremos cartas en el asunto) irá en contra de los principios de la propia universidad. Pero por otro lado, si decide hacerlo, es decir, que la UP decida retirar el título a Peña Nieto, la universidad se podría meter en graves problemas. El gobierno podría tomar duras represalias.
El tema sería más relevante, si por ejemplo, la nota se hubiera publicado en tiempos de elecciones. En vez de eso, fue lanzada cuando a Peña Nieto le hacen falta dos años para dejar el poder. El reportaje lastimará la ya muy deteriorada imagen de Peña Nieto, pero a nivel político no tendrá mucha trascendencia. Por esto es que pienso que la motivación de Carmen Aristegui al lanzar esta investigación fue vengarse de Peña Nieto. Es personal.
Porque aunque el reportaje parece estar bien hecho y con base en información fundamentada, no es la máxima expresión de la ética periodística lanzar una nota para cobrar facturas a alguien más. Carmen no estaba interesada en relevar algo trascendente a la nación, sino en asestarle un buen golpe a Peña. Llena de coraje por haber sido censurada a raíz del exitoso reportaje de la casa blanca, Carmen Aristegui se ha dado a la tarea de sacar reportajes para vengarse. Primero fue aquel que cuestionaba el uso de influencias para poder anular un matrimonio, y ahora este reportaje que exhibe a Peña Nieto plagiando su tesis, éste último mediáticamente más exitoso que el primero, lo suficiente como para que The New York Times lo replicara.
Carmen Aristegui anticipó a su audiencia. Lanzó un video previo para mantener a todos intrigados. Todos esperaron a que terminara la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos para que dieran las 10 y vieran de que se trataba.
Muchos esperábamos «algo más», algo realmente trascendente. No lo fue, aunque lo que se denuncia es grave para efectos del Presidente como persona, estudiante y profesionista, no sé si es tan relevante para la vida pública y política de nuestro país. Es cierto que en otros países, políticos de alto nivel han renunciado a sus cargos después de comprobarse que habían plagiado su tesis, pero todos sabemos que Peña no va a renunciar, ni tampoco se le podría exigir que lo hiciera, es una cuestión de dignidad personal, dignidad que Peña no tiene.
Eso es todo lo que evidenció el reportaje de Carmen Aristegui. Un Enrique Peña Nieto intelectualmente limitado y acostumbrado a hacer trampa, porque esa es la educación que recibió desde casa, y porque esas son las formas dentro del grupo político que lo vio nacer; y una Carmen Aristegui enojada por ser víctima de un acto de censura, pero que ha dado a la tarea de vengarse una y otra vez utilizando al periodismo como pretexto para cobrar facturas.
Y mientras, hay muchos otros temas de mayor trascendencia nacional de los que se deberían hablar, y se mantienen en lo oscurito.