¿No te has puesto a pensar lo difícil que ha de haber sido para un gay llegar a la recámara de sus papás, pararse de frente y decirles, papá, mamá, soy gay?
Primero, esa escena rompe con el tabú que reza que los gays son débiles de carácter, porque son «muy afeminados», que tienen que hacerse muy hombrecitos. Muchos de quienes somos heterosexuales posiblemente no vivamos una escena tan estresante como esa durante toda nuestra vida.
Ahora imagina que la respuesta del papá es: -¡Te largas de la casa! ¡Yo no quiero maricones ni putos viviendo aquí!
Imaginemos que es lo suficientemente joven como para no tener un ingreso bajo el cual vivir solo; sus padres le pagan la escuela, comida, servicios médicos. Imagina el impacto que eso tendrá en la vida del joven. Posiblemente su vida cambie para mal, que sus aspiraciones profesionales queden truncas. Peor aún, todos los valores y educación que recibió en su casa quedarán en entredicho. Posiblemente piense que todo lo que aprendió en casa no tenga validez. Y sí, posiblemente tendrá más posibilidades de llevar una vida desenfrenada, llena de drogas y excesos, que al estar dentro del seno familiar.
Paradójicamente, la decisión del padre atentaría contra la familia. Acaba de expulsar a uno de sus miembros.
Esto me vino a la mente al escuchar la lamentable noticia del asesinato de más de 50 personas en un club gay de Orlando. Al momento que escribo este texto, parece que el autor intelectual Omar Mateen no tiene relación con DAESH o algún movimiento similar, sino que más bien fue movido por un puro acto de homofobia. Su padre afirmó que se había enfadado hace dos meses al ver a dos hombres besándose en Miami.
El miedo irracional nubla y nos dirige a un odio que destruye eso mismo que este tipo de personas temen que los gays, dicen, pueden destruir: el tejido social.
Muchas de estas personas, desde una postura desinformada, creen que los gays son personas que tienen la firme intención de destruir a la sociedad, que son personas que «decidieron enfermarse», que tienen serios conflictos psicológicos y quieren destruir el planeta. Peor aún, algunos creen desde su religión, que es un trabajo del diablo que conspira contra los designios de Alá, o el dios que sea; que los gays fueron tentados por satanás. Esta creencia naturalmente no empata con los miles de casos de hijos que tienen que ver de frente a sus papás para confesar su preferencia sexual.
El fuerte conflicto que los gays tienen que enfrentar en esa escena es muestra patente de que no se trata de «una moda» o una «simple desviación que se puede cambiar con un tronido de dedos»; el precio de enfrentarse a los padres, so pena de ser apartados del seno familiar, es muy grande. Sería, de hecho, más rentable dejar del lado «la moda» que lidiar con el riesgo de perder contacto con tus seres queridos, un techo, y estabilidad económica.
Hace poco escribí sobre las posturas en contra del movimiento LGBT, que no todas necesariamente implicaban un acto de homofobia como a veces se sugiere, y que temas polémicos como el matrimonio igualitario o la adopción podrían y deberían debatirse desde un nivel más alto del que se hace. Mi argumento es que tener escepticismo ante estas figuras propuestas, no implica necesariamente un miedo a lo gay o un rechazo, en tanto algunas personas que no se muestran a favor de éstas tienen amigos (algunos muy cercanos) con preferencia sexual por personas del mismo sexo, y su rechazo a estas instituciones no tiene que ver con un rechazo a los gays per sé.
Pero cuando se trata de hablar de un rechazo que incluye el ostracismo, la expulsión del seno familiar, la negativa a ser contratado por una empresa por su mera condición, ahí sí tenemos que hablar de la homofobia, de una homofobia muy condenable, basada en prejuicios, miedos y concepciones sociales arcaicas.
El asesinato en masa perpetrado por Omar Mateen es un acto de homofobia, y así se debe de recalcar, es un «asesinato en masa homofóbico». Es lamentable que en pleno siglo XXI resolvamos así nuestras diferencias (peor cuando los prejuicios tienen un papel preponderante), cuando el fanatismo y la absoluta desinformación tienen una gran influencia.
Ojalá este lamentable evento sea motivo para reflexionar, entender una vez más que el miedo irracional nubla y nos dirige a un odio que destruye, que destruye eso mismo que este tipo de personas temen que los gays, dicen, pueden destruir: el tejido social.
Mis condolencias al pueblo de Estados Unidos y a todos quienes lamentablemente perdieron la vida gracias a una persona cegada por el fanatismo.