Alan Pulido y el mal humor social

May 30, 2016

Tras el secuestro del futbolista Alan Pulido, las autoridades se pusieron a trabajar. Cosa que no hubieran hecho si el secuestrado fuera un ciudadano común.

A veces no dimensionamos el tamaño del problema hasta que nos toca, le toca a algún familiar o amigo querido, o a un futbolista (o cualquier persona considerada héroe o modelo a seguir). Todos hablamos de lo mal que está México, pero nos hemos acostumbrado a ello. Es decir, el México «cuasi-fallido» es ya la regla y no la excepción.

Alan Pulido y el mal humor social

El secuestro de Alan Pulido nos recuerda un poco lo que se vive en el país y de pronto olvidamos, o ya damos por sentado. Lo que ha ocurrido al futbolista es lo que le ocurre a miles de mexicanos.

También nos recuerda cómo es que trabaja la justicia en México. La justicia es selectiva, y su trabajo es directamente proporcional al impacto que cada caso pueda tener en sus intereses. Es decir, si es una persona famosa, un artista, un político, toda la maquinaria se pone a trabajar, si no, no.

Alan Pulido es privilegiado. Y no es su culpa, yo no puedo «no congratularme» por haber sido liberado un día después. La maquinaria trabajó porque es un jugador importante, independientemente de que posiblemente haya escapado por cuenta propia.

Lo que me preocupa es que tuvo que ser Alan Pulido para que el gobierno se pusiera a trabajar. Que el crimen atente contra un jugador de futbol relevante, es algo imperdonable a los ojos de la opinión pública. Si por ejemplo, Pulido hubiera muerto, el gobierno hubiera quedado exhibido en todos los niveles, y el tema hubiera tenido repercusiones internacionales; porque es un jugador importante y juega fuera de nuestro país (en Grecia).

Y porque a todo el mundo le gusta el futbol. Para muchas personas, un jugador es una suerte de héroe que lo saca de su vida rutinaria cada semana. No sólo es la tragedia, sino pensar en quien lo va a reemplazar en la alineación cuando la selección vaya a la Copa América Centenario.

El Gobierno, por ejemplo, no reaccionó cuando desaparecieron los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Se pusieron a hacer algo (o al menos simularon) cuando toda la opinión pública estaba volcada hacia ellos, cuando todo México quería respuestas. Pero la intención nunca fue resolver el caso, las acciones fueron resultados de su estrategia de control de daños (que ni eso les salió bien). Hay que invitar a los familiares con el Presidente para dialogar, hay que traer al GIEI para que los quejosos piensen que estamos haciendo algo, para luego sacarlos a patadas cuando se vuelvan incómodos a nuestros intereses.

Los estudiantes no tienen muchos recursos, no son gente de poder, no son gente de influencia, son comunistas, son morenitos (por no decir, naquitos, de acuerdo a la jerga usada para discriminar a las demás personas). No importaron, y sólo importaron (dizque), cuando la presión de la sociedad los asfixió.

¿Se ha resuelto el caso? No.

La justicia en México es para los privilegiados, para quienes tienen los mejores abogados, para quienes tienen dinero, influencia o poder con los que al gobierno no le conviene pelearse; para quienes tienen «conectes» en el partido en el gobierno. El Estado de derecho existe para unos pocos, las personas de a pie no importan mucho, si son pobres menos. A las personas de escasos recursos se les detiene constantemente por fumar un porro. Es que los policías tienen que cumplir con sus cuotas:

– Mira Julián, ahí agárrate a ese bato que parece que trae un porro en la mano, así ya cumplimos nuestras cuotas el día de hoy. – Oye, ¿pero ese bato no es el defensa del Puebla? – No, disculpe señor, lo confundimos, no vuelve a pasar; mi hijo ve sus partidos, oiga ¿no me puede dar un autógrafo? Mi hijo va a llorar de la emoción. Ya sabe, cuando necesite algo de la ley, pues ai tamos, pa’poyar a la Franja, y si alguna vez tiene un pedo, que andaba chupando y manejando, ahí nos da un pitón. Pero no con el pito de Mancera, ¡por favor!

Gracias a estos organismos de justicia selectivos que no tienen que rendir cuentas, es que México es un país compuesto por unas élites privilegiadas y por una gran masa de mexicanos para los cuales, el gobierno no trabaja. Nuestro país no es meritocrático, el sistema no está hecho para premiar a quien se esfuerza más, sino a quien es más leal al sistema y a quienes se benefician de éste. Pero no sólo ganan recursos, influencia, y poder. También tienen privilegios en aquello que debería de ser «para todos», la justicia trabaja mejor para ellos, incluso los defienden de gente inocente. Pueden madrear gente y casi esperar que la víctima termine tras las rejas. El sistema no sólo consiente a las élites, las refuerza.

Figuras como López Obrador se entienden perfectamente en este contexto. En México no es difícil crear el discurso de la mafia en el poder, discurso aprovechado por demagogos como el tabasqueño para reemplazar a las élites actuales, por otras.

Y todo esto, si es que este secuestro no fue una puesta en escena porque pues… elecciones.