Tal vez te habrás preguntado por qué a pesar de que el gobierno actual emanado del PRI tiene un nivel de popularidad sumamente bajo (producto de actos de corrupción, conflictos de interés y demás), sigue manteniéndose fuerte como partido; o por qué mucha gente sigue simpatizando con el Revolucionario Institucional a pesar de todo. Posiblemente la primer respuesta que venga a tu mente es que tienen mucho poder, que quienes entran ahí lo hacen por puro interés y porque quieren robar. De hecho es posible que creas que todo priísta es corrupto por definición y mala persona.
Pero en realidad esa es una forma muy simplista y superficial de ver las cosas. En realidad el PRI es un partido muy peculiar con una forma de ser y una estructura también muy peculiar que sabe más que ningún otro partido satisfacer las necesidades de sus miembros (incluidas necesidades básicas como el sentimiento de pertenencia).
Una vez que entiendas esto, tu concepto del PRI no va a cambiar mucho (porque lo que ves afuera son los resultados inobjetables de su esencia como partido), pero posiblemente entiendas más a sus integrantes, pienses dos veces antes de emitir un juicio categórico, tales como «vendido» o «ratero»; y veas que no todos ellos son así, ni todos están involucrados en actos de corrupción.
Naturalmente yo no soy priísta y el concepto que tengo de ese partido está demasiado lejos de ser bueno. Sin embargo, he convivido de cerca con ese partido (manteniéndome siempre al margen) y he logrado entender un poco más por qué el PRI es como es, y por qué funciona tan bien. Tengo amigos queridos dentro del PRI, he asistido a mítines, cierres de campaña, conferencias, etcétera. De alguna manera logré conocer al «monstruo» por dentro.
Habrá cosas que no narraré por cuestiones de ética profesional (tampoco es que tenga algo escandaloso que contar), pero sí puedo dar un panorama general y, con base en mi experiencia, hablar de lo que es ese partido.
Antes de hablar de personas que entran por interés, por chamba o para hacer negocio (que las hay), tenemos que hablar del sentido de la pertenencia. Eso es algo que en el PRI se ha trabajado mucho más que los otros partidos y lo cual se ha desarrollado desde la formación del partido para darle un cauce institucional a la Revolución Mexicana (lo cual de la misma forma ha agrandado sus vicios).
A diferencia de los otros partidos que se quiebran ante sus malos gobiernos (ahí están el PAN y PRD), el PRI puede permanecer relativamente intacto. Mientras haya acceso a presupuesto y poder, todo está bien.
Pensar que el priísta lo es porque quiere robar o beneficiarse, es un argumento muy simplista. El sentido de pertenencia explica mejor por qué el PRI es fuerte.
Todos los seres humanos tenemos la necesidad de pertenecer a algo. Quienes profesan una religión no siempre están ahí estrictamente porque se convencieron firmemente de su credo religioso y entonces buscaron grupos afines con quienes lo compartieran. Muchas veces la ecuación es inversa, la gente profesa una religión por sentirse parte de, y luego entonces, adopta el credo. La mayoría de los que crecimos en familias que profesaban una religión, la adoptamos de esa forma. Porque era la religión que profesaba nuestro círculo más cercano (nuestros padres), y luego entonces, por medio de ellos, adoptamos el credo. Nos hicimos religiosos porque nuestro padres, que nos quisieron mucho, nos dijeron que ese era el camino.
De igual forma, aficionados pueden simpatizar con un equipo con un escaso palmarés como el Atlas o un equipo sin aspiración alguna de España, no por las glorias (escasas) que le puede traer su equipo, sino porque los simpatizantes son parte de una cultura, de un grupo cohesivo, porque pertenecen a algo, a una cultura con símbolos propios. Los aficionados del Atlas, por ejemplo, festejarán en raras ocasiones éxitos de su equipo, pero se sienten muy orgullosos de formar parte de.
Algo similar pasa con el PRI. El PRI es como una especie de familia, es un club selecto al cual es un orgullo pertenecer. De hecho es su esencia y es su modus operandi. Quien es priísta es parte de un grupo selecto, el cual a cambio le pide disciplina, y en cierta medida, sumisión (aunque dentro de las élites del partido, las desavenencias, que pueden permanecer lo más ocultas posible al público, son más comunes de lo que se cree).
Desde las bases hasta las cúpulas, ser priísta es un privilegio. El simpatizante de base gana trato preferencial en programas gubernamentales y despensas, quien se encuentra en la cúpula gana influencia y poder. Desde la torta y el refresco hasta los contratos o los puestos de poder, esos, y muchos otros, son los beneficios de esa membresía «VIP» que se obtiene al estar en el partido.
Cuando fui a los mítines y dejé mis prejuicios al lado, empecé a entender un poco más la esencia del PRI. Lo primero que vi no son «psicópatas hambrientos de poder» como podrías suponer, sino un ambiente de camaradería (más sólido y patente que el que he observado en otros partidos).
El modelo PRI funciona tan bien, que no sólo los partidos de oposición han emulado algunas de sus características, sino también partidos de otros países de América Latina.
A pesar de ser un partido jerárquico, las diferencias se difuminan dentro de un mitín. Los candidatos van vestidos con unas camisas más parecidas a un traje de Fórmula Uno con su nombre y los nombres de los candidatos superiores a él; aunque esa camisa es lo suficientemente casual como para que el candidato pueda colocarse al nivel de «su gente», abrazarla, platicar con ella, y por supuesto, pedirle su voto (el cual está casi dado por sentado debido a que la gente está ahí por ser parte de).
Para alguien que piensa en términos de democracia y discusión de ideas, esto puede ser un tanto frustrante. No se trata de ir a hablar de ideas y proyectos, sino como «el PRI trabaja para ti, tú que eres priísta». Algunos candidatos con ideas frescas que adquirieron desde fuera del partido, tendrán que acordarse necesariamente de su gente y entrar en esta dinámica. Se trata de hablar del club, del orgullo de pertenecer al partido, de los colores. Entonces en este punto verás que tiene un poco más sentido aquella mayor de edad orgullosa de votar por el PRI, porque éste tiene los colores de la bandera nacional.
El PRI es peculiar porque no es un partido de ideas, su ideología siempre ha sido muy ambigua y lo único que permanece constante es que se asumen como herederos de la Revolución Mexicana. Critican al socialismo, al neoliberalismo, al populismo demagogo, al tiempo que han coqueteado muy de cerca tanto con el neoliberalismo (Salinas), como con el populismo y el socialismo (desde Lázaro Cárdenas hasta Echeverría y López Portillo). El PRI es un partido pragmático cuyo credo se adapta a las circunstancias, lo que lo hace más fuerte que los otros partidos porque básicamente la discusión de ideas no es su fuerte, sino el club, el ser parte del PRI.
En un partido político común, los simpatizantes primero tienen un orden de valores, y luego entonces buscan pertenecer a ese partido que represente ese orden. Con el PRI, los simpatizantes primero son priístas, y luego adoptan el orden de valores propio del partido.
Entendido esto, podrás entender que los que están ahí, no están necesariamente por conveniencia o porque quieren robar o ganar contratos. Muchos están ahí por ser parte de. De hecho conozco priístas (de muchas edades) quienes nunca han formado parte de un acto ilegal o de corrupción, porque no están ahí necesariamente por el «contrato» por el poder o el dinero, sino por el mero hecho de pertenecer a una familia. Es decir, no se suman al PRI para ser parte de actos de corrupción, sino para pertenecer a un club muy unido, con sus simbolismos, rituales y valores muy propios.
El problema del PRI no son tanto sus personas, sino su estructura. Este modelo de «partido-club» (así fue concebido desde su creación) es lo que ha hecho que el PRI sea lo que es, un partido opaco, donde varios de sus miembros, sobre todo en las altas esferas del poder, están involucrados con actos de corrupción cuando menos.
Al no tener alguna ideología o convicción sólida que prevalezca sobre el sentimiento de pertenencia, sus miembros pueden ser más proclives a ser parte de actos de corrupción. Primero, porque no están actuando en contra de doctrina propia o escala de valores alguno (aunque exista en el papel), y segundo, porque las posibilidades de que el partido cierre filas ante ellos es más fácil que en cualquier otro. Primero son los colores, y luego es el país, aunque algunos de ellos quieran con sinceridad a México. Es decir, muchos de ellos quieren a México, desde el PRI, con todo lo que eso implica.
Es completamente normal que los humanos, como parte de un sesgo cognitivo natural, tendamos a inclinar nuestro juicio a favor de aquello a lo que pertenecemos. Pero este sesgo dentro del PRI es más notorio que en otros partidos (excepto Morena, liderado por el ex priísta López Obrador) porque no hay doctrina ni orden de ideas con las cuales confrontar los juicios. Para muchos priístas, ser parte del partido será más importante que reconocer un acto de corrupción dentro de éste y denunciarlo; en otros partidos en cambio, un acto de corrupción puede causar una desbandada masiva.
El sentimiento de pertenencia puede ser fuerte al grado de que algunos de sus integrantes pueden caer en actitudes maniqueas (donde todo es blanco o negro). sus símbolos son sagrados, de igual forma sus rituales y sus formas. Una cosa es estar dentro del PRI, y otra cosa es estar fuera del PRI.
Ser parte del PRI es algo que es «para siempre». Los panistas, por ejemplo, pueden dejar el barco cuando sienten que la doctrina del partido se ha desviado, porque es la ideología la que mantiene la cohesión dentro del partido más que la pertenencia. En el PAN están los empresarios y los religiosos, porque básicamente un partido de derecha se amolda a sus intereses. En el PRI están todos, porque la ideología y la forma de pensamiento no importa, al menos no tanto como la pertenencia a ese algo. No es raro ver a algún empresario, una persona con inclinaciones socialistas, o un ex anarquista defendiendo lo mismo. El empresario será útil cuando al PRI le convenga virar a la derecha porque así lo indica su «olfato de poder», el socialista cuando lo más conveninente sea «arrinconarse en la izquierda».
Dentro del PRI pueden cambiar de ideas de acuerdo al escenario político. Peña Nieto, por ejemplo, puede estar en contra del matrimonio igualitario, y luego mostrarse a favor, pero no por convicción, sino para arrebatarle el discurso a la izquierda, o quedar bien con la ONU, organismo con quien su relación (véase GIEI) parecía deteriorarse.
Eso le da más margen de maniobra al PRI. PAN y PRD tienen que conformarse con defender (aunque sin faltar a la verdad, tampoco lo hacen siempre) aquello que está alineado a sus principios ideológicos. En el PRI están más preocupados por pertenecer, y aspirar a que ese club sea quien esté a cargo de los hilos que conducen a este país, no importa como, porque el fin justifica los medios.
Y el fin justificará más los medios, cuando sabes que puedes dar casi por sentado, que tus simpatizantes cerrarán filas contigo.