En Estados Unidos, la clase política y la comentocracia hablan mucho sobre los caudillos populistas como un enemigo a vencer y quienes tienen intereses opuestos a la democracia: Ahí están Chávez, Maduro, Fidel Castro y unos tantos más. Suelen hacer ese contraste para demostrar lo firme y ejemplar que es su democracia y sus sólidas instituciones. En efecto, nadie niega que Estados Unidos es un país más democrático que Venezuela o Cuba, que su economía es bastante mejor, sus instituciones también y que son menos corruptas (aunque no por eso podemos afirmar que la corrupción se encuentra ausente en el país norteamericano: de hecho está más presente de lo que se piensa).
Pero esta retórica comienza a languidecer con los candidatos que contienden por el Partido Republicano: Sí, Donald Trump, Ted Cruz y Marco Rubio. Para entender lo que representan, Marco Rubio, quien supuestamente es el candidato más moderado de los tres, tiene una estrecha relación con el Tea Party.
El Partido Republicano ha dado tumbos en los últimos tiempos, y sin faltar a la verdad, se ha beneficiado del fanatismo, del nacionalismo mal entendido y la ignorancia. Donald Trump, en un acto de cinismo, agradeció a los «pobremente educados», porque dice, son más fieles. Los tres candidatos se alimentan del odio irracional o del dogma religioso (Ted Cruz) y basta con hilar algunos argumentos fácilmente rebatibles para generar emociones en parte del electorado, sobre todo aquel que vive fuera de las áreas urbanas.
Donald Trump es la prueba más contundente para mostrar que los caudillos populistas también pueden emerger dentro del país que supuestamente los combate. Muy recorrido a la derecha, si bien defiende una especie de «libre mercado interno» (con menos impuestos para los ricos como él), también pugna por políticas intervencionistas con las cuales busca cerrar las fronteras del país ante «la amenaza extranjera», ya sea prohibiendo a Apple o a Ford que fabriquen sus productos fuera de Estados Unidos por medio de una alta tasa de impuestos, evitando que los musulmanes emigren a Estados Unidos «por seguridad», o de igual forma propone que México pague su propio muro en la frontera para combatir, lo que él llama el problema de los inmigrantes (aunque muchos de ellos han trabajado en la construcción de sus torres y hoteles).
Ted Cruz por su parte, con una agenda duramente conservadora, plantea dar marcha atrás a todas las nuevas reformas que van en contra de su escala de valores como si tratara de restablecer el reino de Dios tildando de izquierdistas radicales a quienes aplican políticas que no tienen mucho en común con sus creencias. Que aclaro, no debería ser problema alguno que un político tenga una religión, ni siquiera que hable de Dios (Obama lo hace), pero sí debería ser un problema que éste imponga sus creencias religiosas a una nación.
Extreme leftists — activist judges, the Obama Administration, and academic elites — are trying to extinguish these most fundamental, God-given rights.
Lo preocupante es que uno de ellos puede ser Presidente de Estados Unidos. Si bien, Hillary Clinton (quien a pesar de la amenaza que representó Bernie Sanders, se apunta como la candidata por el Partido Demócrata), parece ser la favorita, también es cierto que en ese país, a causa de las últimas crisis globales y un desencanto generalizado en Occidente por la clase política (así es, no sólo es un problema de México), los outsiders como lo son estos republicanos, o el mismo Bernie Sanders (quien a pesar de autoproclamarse socialista, un pecado mortal en Estados Unidos, mantiene una postura un tanto más moderada que sus contrapartes republicanas) que se manifiestan en contra del establishment, han encontrado una posibilidad de competir y, por lo tanto, nada está escrito.
Trump tiene serias posibilidades de ser candidato por el Partido Republicano. La única forma en que posiblemente se podría detener su candidatura sería con una especie de tregua entre Cruz y Rubio. Mucho de esto se definirá en el Súper Martes. Si Ted Cruz no gana Texas (es senador por ese estado) por una diferencia considerable, sus posibilidades se reducirán a cero, y como lo acaba de hacer Jeb Bush, no le quedará otra más que abandonar la competencia.
Donald Trump dice que «quiere volver a hacer grande a Estados Unidos», pero en sí, su presencia (junto con la de Cruz y Rubio) en el tablero político habla de lo contrario: que la supremacía de Estados Unidos en realidad está en declive; lo cual ha hecho surgir a este tipo de personajes arropados en la retórica populista (esa que tanto odian) y que podrían poner a Estados Unidos en una situación más deliccada si alguno de ellos llega a gobernar a la Casa Blanca.
En realidad, quienes dicen que quieren hacer grande a Estados Unidos otra vez, son los mismos que se alimentan de la ignorancia de la gente. Porque hay que decirlo con todas sus letras, el pueblo de Estados Unidos no es lo suficientemente culto y educado (como ya mencioné, Trump agradeció a la gente poco educada), al menos al grado en que uno pudiera esperar de un país desarrollado: Trump, Cruz y Rubio representan el declive de los Estados Unidos como potencia mundial.
Y efectivamente, en Estados Unidos también hay populismo. Y para nuestra basta un botón (el «play» del video de Youtube):