Angélica Rivera no es Michelle Obama. La esposa del mandatario de Estados Unidos es reconocida por una considerable porción de los estadounidenses. En cambio, a la mayoría de los mexicanos no les simpatiza Angélica Rivera, quien hace un año, nos «regañó» a todos por haberla cuestionado, así como a su marido por el conflicto de intereses de la Casa Blanca. Michelle Obama que recuerde, no ha incurrido en conflicto de interés alguno, y tampoco ha regañado a los estadounidenses en vivo y a todo color por atreverse a cuestionarla.
De hecho el papel de Primera Dama de Michelle y Angélica muestra el fuerte contraste cultural y político entre México y Estados Unidos. Mientras Michelle es sabedora de que en su país están obligados a rendir cuentas y que ellos se deben al pueblo, Angélica vive en un país que promueve la impunidad y donde, ella, su esposo y sus cercanos creen casi casi, que el pueblo se debe a ellos. Estados Unidos es una democracia funcional donde los mandatarios son servidores públicos, México es, una democracia defectuosa (como lo llamó The Economist) donde Angélica y su marido Peña Nieto muestran que esa sociedad vertical y paternalista no se ha ido del todo.
No sé quien le dijo a Angélica Rivera que debería hacer un disco para honrar al Papa. Al menos, a mi manera de ver, eso refleja un acto de desesperación por tratar de recomponer su imagen, y la del Gobierno del que ella es parte (aunque sea solo, «la Primera Dama»). En dicho disco participan Belinda, Lucero, Cristian Castro, Pedro Fernández entre otros (naturalmente artistas de Televisa, no es que se pueda pedir algo más.
No sé si fue su equipo de comunicación, pero es la muestra de que Angélica está muy lejos de ser Michelle. En dicho acto queda patente un fuerte olor a paternalismo, con la Primera Dama dadivosa, quien desde varios escalones arriba del pópulo «consiente» a su gobernados. Angélica aprovecha el todavía fuerte catolicismo arraigado en nuestro país para mejorar su imagen y la del Gobierno. «Si Angélica rinde pleitesía al Papa con un disco, entonces quiere decir que es buena y está bendecida por Dios nuestro señor».
Si no fuera religioso, tal vez debería estar enojado por que un gobierno que se presume laico, se aprovecha de las creencias de la gente para darse baños de pureza que no le corresponden. Pero si lo fuera, con mayor razón debería estar enojado. Angélica Rivera no representa de ninguna forma los valores de la Iglesia Católica, ni menos, los que ha tratado de promocionar el Papa Francisco.
No Robarás, no cometerás actos impuros, no dirás falsos testimonios ni mentiras, no consentirás pensamientos ni deseos impuros, no codiciarás bienes ajenos.
Vaya, no sé si Angélica Rivera, que como suele ocurrir con varias artistas de Televisa, quien en alguna etapa de su carrera llegó a cierto tipo de «acuerdos» con los productores para poder crecer como actriz, sea un ejemplo para una Iglesia muy estricta en relación a los actos sexuales, lo cual incluye la castidad. Tampoco Angélica puede representar esa austeridad que el Papa Francisco promueve, porque su vestimenta (al igual que la de sus hijas y las de su comitiva, que todos pagamos) refleja más bien derroche y materialismo. Es decir, Angélica Rivera representa los valores contrarios que el Papa y la Iglesia promueven o dicen promover.
Menos lo representa su marido, que sumado a todos esos defectos, habría de incluirse que es una persona sumamente infiel.
Y no es que quiera parecer pecaminoso, ni mi pretensión es hacer juicios morales de sus actos. Sino que me parece un contrasentido promover a una figura que representa ciertos valores morales que son totalmente opuestos a los propios; lo cual deja entrever un acto ventajoso.
Eso para mí, es un insulto para los creyentes. Es burlarse de ellos en su cara.
Entonces, hacer un disco para honrar el Papa, es un acto cínico. De hecho dudo mucho que Angélica Rivera siquiera sea una fiel creyente. Su propuesta es un acto políticamente bien calculado, para generar un efecto dentro de la población que les sea conveniente.
Pero no es sorprendente en un país donde se practica mucho la doble moral. Las televisoras, cuyos dueños distan muchos del prototipo de fiel creyente, se alistan, y bombardean con anuncios a los televidentes para seguir la transmisión de las actividades del Papa en México llenas de product placement con el fin de obtener el mayor rendimiento, mientras frente a cámaras, presumen sentirse orgullosos por la visita del Papa Francisco.
Es tanta la necesidad de reconocimiento, que ellos ven necesario ir a buscar a Bono y pedirle a su comitiva que graben al mandatario conversando con él, o también sí, llegan al grado de hacerle un disco al Papa, «a ver si así nuestros críticos se amoldan».