Si antes algo sabían hacer bien los Presidentes emanados del PRI, era la relación que tendían con los demás países. Aunque en ese intento pudieran incurrir en una contradicción que cayera en el cinismo (ahí sus brazos abiertos a los chilenos que huían de Pinochet, con los mismos que bañaron Tlatelolco en sangre). Pero de que tenían la habilidad la tenían.
Luego llegó el PAN, llegaron las torpezas y la falta de oficio (sobre todo con Fox y su «comes y te vas»). Con el regreso del PRI creímos que dicho oficio estaría de regreso, pero ha ocurrido lo contrario. Porque no se puede entender que Peña haya condecorado con el Orden del Águila a Salman bin Abdulaziz, el Rey de Arabia Saudita, quien este mes ha ejecutado a 47 personas.
Vamos a recapitular. El Orden del Águila Azteca se otorga para:
Reconocer los servicios prominentes prestados a la Nación Mexicana o a la humanidad, y para corresponder a las distinciones de que sean objeto los servidores públicos mexicanos
En Arabia Saudita las mujeres no pueden ir al cine, no pueden tomar clases de música, no pueden competir en las olimpiadas, no pueden manejar automóviles ni bicicletas, necesitan un permiso de sus maridos para salir de sus casas. En Arabia Saudita los menores de edad pueden ser sentenciados a la pena de muerte, esta pena se puede aplicar por sospecha de brujería o de adulterio.
Es decir, Peña Nieto le entregó un orden a un rey retrógrado, autoritario, represivo y dictatorial. ¿Ese es un ejemplo de diplomacia acaso? O tal vez con tantas desapariciones y atentados contra la libertad de expresión en nuestro país que ocurren bajo el gobierno de Peña Nieto podríamos pensar que el acto tiene cierta congruencia.
Peña básicamente lo que hizo fue pasarse por el arco del triunfo los tratados que ha firmado y la propia Constitución Mexicana que juró respetar el día de su posesión para quedar bien con el Rey de Arabia y promover su Reforma Energética.
A diferencia de otros gobiernos del PRI, que hasta en los peores momentos lograron mantener cierta imagen de prestigio frente al mundo, el de ahora se humilla, todos los diarios extranjeros hablan mal de nuestro país, que pierde cualquier vestigio de soft power que pudiera quedar en nuestro país. Un México que sigue perdiendo influencia a nivel internacional, que ha sido degradado por The Economist en el ranking de democracia de países latinoamericanos y señalado como «democracia defectuosa».
El Presidente Peña Nieto no infunde respeto. Basta verlo conversar con Bono en el marco del Foro de Davos. Es evidente que en esa conversación quien tiene más presencia y es más dominante es el vocalista de U2. La conversación y el lenguaje corporal deja ver a Peña Nieto más como un fan de U2 que se ha colado, que como el mandatario del onceavo país más grande del mundo en población. Peña le pregunta a Bono si recuerda quien es, para después pedirle que regrese a México, con el obvio fin complacer con sus gobernados (porque incluso su petición a un vocalista que reanudará su gira hasta en un año y cuyo tour depende de la logística de los organizadores y no del capricho de un mandatario venido a menos, es un acto de simulación). Como si no se hubiera dado cuenta que ni sus reuniones con Kevin Spacey o Mark Zuckerberg logró generar empatía alguna con sus gobernados:
https://www.youtube.com/watch?v=IJR6rpFb6oI
Parece que Peña sigue desconectado de la realidad, sigue esperando con ansias el efecto de la detención del Chapo a favor de su gobierno, en tanto calla sobre el «encarcelamiento express» de Humberto Moreira en España y condecora a tiranos autoritarios.
Peña ha perdido el respeto de la gran mayoría de los mexicanos, de los círculos de poder y de opinión. Peor aún, lo ha perdido en el extranjero. Y siento decirles a los más férreos opositores (aquellos que disfrutan de los fracasos del Presidente), que esto, no es, en lo absoluto, una buena noticia para el país.