No sé ustedes, pero desde hace tiempo llevo escuchando más bien poco sobre nuestro querido, amado y guapetón mandatario Enrique Peña Nieto.
Parece ser que últimamente no se ha metido en problemas, pero al mismo tiempo se ha exhibido muy poco. No sé por qué sea. Posiblemente han considerado que tiene que mantener un perfil bajo pensando en que las elecciones del 2018 están cada vez más cerca. Posiblemente esperen a que para ese entonces las reformas hayan surtido algún tipo de efecto.
Las redes sociales casi ya no hablan de él, casi no hay memes, ni mentadas de madre. Hay una curiosa y tensa calma. Algo de llamar la atención.
El sistema sigue trabajando como sabe. El New York Times exhibió duramente en sus planas a nuestro querido presidente, para que después la misma presidencia respondiera afirmando que este diario está tergiversando la información. Lo cuestionaron duro sobre los temas que conocemos: La Casa Blanca, la fuga del Chapo y Ayotzinapa. Y los medios mexicanos callaron. Tan sólo Grupo Reforma, conocido por su enemistad con el gobierno actual, hizo caso de la nota.
Y esa es una muestra del control que tiene el gobierno sobre los medios tradicionales. La crítica ya todos la conocemos, más bien es el peso de quien ahora emite dicha crítica.
Pero aún así, esta nota sólo tuvo eco en la comentocracia y en algunos usuarios despistados de las redes sociales. Porque es la misma cantaleta que ya conocemos todos. Incluso me atrevería a apostar que si los medios tradicionales hubieran tomado la noticia, tampoco es como que la sociedad hubiera salido a las calles, ni siquiera habríamos hecho una campaña masiva en las redes sociales.
Posiblemente porque de alguna forma ya nos resignamos. Ya entendimos que los estudiantes de Ayotzinapa no van a aparecer, y a pesar de que el GIEI y demás instancias han puesto en evidencia la «verdad histórica» posiblemente ya no pase mucho. Ya entendimos que Peña quedará inmune ante el tema de la Casa Blanca, y ya entendimos que el Chapo se escapó poniendo en vergüenza a todo nuestro sistema penal.
Es decir, ya cerramos las heridas, mal cicatrizadas, por cierto.
Y por eso, hemos preferido continuar con nuestras vidas. Al cabo ya en dos años ya estaremos eligiendo a quien nos gobierne durante los siguientes ocho.
¿Y sabes que es lo peor del caso?
Que hasta el momento, la terna de candidatos que se perfilan no dan pie a la ilusión:
Moreno Valle, Osorio Chong, El Bronco, López Obrador, Margarita Zavala. No sólo no ilusionan, sino que no se ve que alguno pueda hacer algo por cambiar el estado de las cosas. Algunos, como los primeros cuatro, cada quien en su forma, representan la forma de hacer política a la vieja usanza. Y la última, pues es una mujer que a mi parecer no tiene el suficiente liderazgo.
Y es triste porque México supuestamente se encuentra en una coyuntura favorable con el bono demográfico. Es decir, en este lapso de tiempo nuestra población tiene el mayor porcentaje de individuos en edad de ser productivos. Antes, nuestra población era muy joven para que se diera esta condición, y en unos años (poco más de una década) cuando esta coyuntura termine, la población será muy vieja.
En estas circunstancias es donde un país tiene mayores posibilidades de desarrollarse. Por ejemplo, Corea del Sur aprovechó dicha coyuntura para lanzarse al desarrollo. ¿Y nosotros estamos haciendo algo?
Exceptuando algunos esfuerzos valiosos, pero todavía aislados (sobre todo en términos de innovación y desarrollo donde algunas cuantas instancias gubernamentales y ciudadanas parecen preocuparse por el tema), creo que estamos desaprovechando esa oportunidad.
Y es que un país con instituciones tan débiles y con casos de corrupción que involucran al mismo presidente, es difícil pensar en que podamos aprovechar al máximo dicha coyuntura. Y hay que sumarle a candidatos que convencen a su seguidores fieles de volver a atrás, como López Obrador, de defender «nuestro pinchi petróleo», de regresar la constitución a 1917 y de colgarse de la luz como estrategia de desobediencia civil.
Es decir, en México no pasa nada cuando debería de estar pasando cosas buenas. Los más entusiastas me hablarán de las reformas, y posiblemente algunas vayan en el sentido correcto (no todas), pero para que funcionen bien se necesita un Estado de derecho sólido. A nuestro gobierno le parece interesar sobremanera los spots donde presumen «sus logros» en vez de tratar de crear las condiciones para que dichas reformas sean ejecutadas de manera óptima.
Y yo no creo que Osorio Chong, el Bronco o López Obrador den en el clavo. Los distintos personajes por distintas razones.
Los ciudadanos mientras, nos sentimos tranquilos, a la deriva, esperando que las circunstancias nos lleven por buen puerto.
Algunos se organizan, crean organizaciones civiles, Think Tanks, pero todavía sin lograr esa masa crítica como para irrumpir en la realidad de nuestro país. No por su culpa, más bien es culpa de esa mayoría que no hace nada.
Esa mayoría cuya máxima aspiración inmediata es compartir los memes de «sé como José» o de la camioneta dibujada o de Confused Travolta, y demás temas cotidianos.
Entonces ¿Qué tendría que pasar en un país donde no está pasando nada?
Y tal vez en 30 o 40 años nos lamentemos cuando algunos países que se encuentran en nuestro nivel, terminen superándonos por goleada, como Chile. Y volvamos a nuestro mantra de que no hicimos nosotros que sí hicieron Corea del Sur y China.
Y no, no pasa nada…