Calificación: 4.5 de 5.
La forma en que razonamos cuando se trata de temas políticos o sociales es muy simple. Tomamos un hecho general y a partir de éste, creamos varias afirmaciones sin preocuparnos por las peculiaridades que tiene cada una. Por ejemplo, todos sabíamos que Televisa apoyaba a Peña Nieto en la campaña del 2012, y lo sabíamos porque si prendíamos la televisión aparecía cada rato y se le daba una cobertura excesiva (además, la ahora primera dama se hizo en esa televisora). A partir de ese hecho (general) se hicieron afirmaciones como «Peña es un títere de Televisa», «Televisa impuso a Peña», o «Televisa en el poder», cuando en realidad el tema es un poco más complejo, y tiene que ver más con un pacto entre el PRI y Televisa donde el primero recibiría apoyo del segundo para que al llegar al poder, el segundo beneficie al primero (ahí está la Reforma de Telecomunicaciones).
Hacemos esas deducciones simples por el hecho de que requiere menos esfuerzo intelectual (aunque se pretenda lo contrario). De la misma forma muchos mitos y creencias son elaborados así.
Esto lo traigo a colación porque fue lo que me vino a la mente con el libro de Carlos Slim de Diego Enrique Osorno. Generalmente muchos de los autores que escriben libros sobre distintos personajes de la vida pública, tienden a hacerlo de una forma sesgada (por sus afinidades ideológicas) y que aunque con este detalle dichas obras al final pueden contener datos o revelaciones importantes, también pueden ayudar a crear cierta idea de un personaje que puede ser en cierta medida exagerada o falaz, porque el autor busca proponerte (o imponerte) su concepción del personaje.
Diego Enrique Osorno ha escrito uno de los mejores libros de este tipo en los últimos años porque decidió no caer en esta dinámica de adulador o inquisidor. Por el contrario, sin dejarse llevar por su tendencia ideológica de izquierda, este autor se metió hasta la cocina, entrevistó al propio Carlos Slim, sus cercanos y sus críticos, ahondó en su historia familiar, lo investigó por años por medio de fuentes fidedignas para presentar al lector varias caras de la moneda y éste pueda sacar su propia conclusión sobre el personaje.
Creo que uno cuando quiere hacer una buena biografía de alguien, un buen retrato, lo primero que tiene que vencer, es repetir esterotipos que existen sobre la persona que vas a escribir. Hay que investigar realmente al personaje y poder vencer los estereotipos» – Diego Enrique Osorno.
En un país donde estamos acostumbrados a que nos den todo peladito y en la boca, y que los autores hagan los juicios por nosotros para que repitamos las mismas frases, se agradece que Enrique Osorno no se haya molestado en proponer siquiera un juicio propio del magnate quien por un lado se ha beneficiado (a mi parecer) de un Estado de derecho débil para hacer su fortuna, y por otro lado ha promovido la cultura y la educación en nuestro país.
Carlos Slim es un personaje ambiguo de tal forma que quienes tienen ideas preconcebidas sobre el magnate (aduladores y críticos) posiblemente se sentirán confrontados. Todos aquellos que repiten las frases de «Slim es prestanombre de Salinas» o «Es un chingón, todos deberíamos tener su visión para los negocios», encontrarán que la realidad es bastante más compleja que frases al aire repetidas en las comidas y en los tweets «críticos».
Seguramente este libro significará un antes y un después para la carrera de Enrique Osorno, a quien le tomó varios años crear esta obra que puede ser leída en menos de dos semanas. Osorno logró humanizar muy bien al personaje sin emitir juicio alguno más que los cuestionamientos que le hizo al propio magnate cuando lo entrevistó.
El Slim que nos muestra Osorno no es el empresario a seguir ni el diablo, es Slim tal y como es, con sus virtudes y defectos, con su cercanía al régimen priísta y luego a Andrés Manuel López Obrador, con su hermano que fue parte de la infame DFS en tiempos de Echeverría, con sus empresas en condición de monopolio, con su remodelación del Centro Histórico o su inversión en recintos culturales o proyectos educativos, con su sencillez tan poco común vista en magnates incluso de medio pelo y su amplia cultura y sabiduría en un país donde los nuevos ricos presumen de casas y coches pero ignoran lo más elemental.
Ojalá más autores se animaran a desarrollar libros bajo esta misma dinámica, aunque yo sé que si bien Slim es más complejo o ambiguo que personajes como Javier Duarte o el propio Peña Nieto de los cuales no es necesario leer una extensa obra de su vida para entender su pobredumbre de tal forma que sería más complicado hacer un ejercicio del estilo (además no creo que Duarte o Peña tengan la decencia de abrirle la puerta de su casa a un periodista «no a modo»), si hay muchos personajes que han generado polémica, pero que tienen una historia interesante que contar. Por ejemplo, obras así de López Obrador o del ex Presidente Felipe Calderón, personajes amados u odiados producto de generalizaciones y filias ideológicas pero que son más complejos y tienen una historia que contar, serían muy bienvenidas.