La Iglesia es imperfecta. La Iglesia es una institución compuesta por seres humanos. Que profesen alguna creencia no los hace necesariamente más buenos que el resto de los mortales ni les da el mérito suficiente como para ponerlos «en otra canasta» como si tuvieran súper poderes. Quienes la integran tienen un cerebro con inteligencia promedio, tienen las mismas necesidades fisiológicas, psicológicas, su cuerpo fue concebido para reproducirse al igual que el de nosotros.
Como institución humana que es la Iglesia, ha tenido sus grandes aciertos y sus grandes errores, no es una institución infalible, ni el Papa lo es, porque es un ser humano. Algunos obispos pueden ser doctos en filosofía y muy cultivados, al igual que también hay ateos que pueden presumir de esa condición. Entonces debemos de colocar a la Iglesia en el nivel donde debe de estar (sin caer en el maniqueísmo que profesan sus más fervientes defensores y opositores)
Y entonces se entiende que la Iglesia también haga política, tiene sus intereses y no es una versión terrestre del cielo donde todos los padres están hincados en una nube orando al Señor. La Iglesia ha hecho política tanto para bien como para mal, dentro de la Iglesia y fuera de esta. La Iglesia posee gran cantidad de poder, en tanto representa a millones de fieles; es un poder que naturalmente quieren conservar: Que el Papa Francisco muestre una mayor apertura a diversos temas (independientemente de si dicha apertura es sincera), en parte tiene que ver con eso. La Iglesia busca adaptarse a los nuevos tiempos, no puede quedarse rígida, pero tampoco puede moverse demasiado de lo que considera sus preceptos.
Tanto hacen política que dentro de ella misma hay diversas corrientes que pueden ser colocadas en un espectro ideológico: Los Jesuitas pueden ser llamados de izquierda y el Opus Dei, de derecha. Todas estas corrientes influyen en su doctrina, son corrientes de poder.
Habiendo dicho eso, podemos entender la indulgencia plenaria del Papa a los Legionarios de Cristo. Una congregación que tiene una considerable influencia (al igual que el Opus Dei) en las élites mexicanas.
¿Y saben? Yo no creo que necesariamente haya cometido un error.
El fundador de esta congregación, Marcial Maciel, fue un pedófilo, un enfermo sexual, que abusó de niños, que fue adicto al demerol, y que tuvo hijos fuera del matrimonio. Un personaje aberrante en todo el sentido de la palabra.
Yo no soy afín a los Legionarios de Cristo. Pienso que si de sus escuelas egresan jóvenes pedantes que conforman a las élites echadas a perder, es que algo no están haciendo bien, o no logran transmitir los preceptos de la congregación (gran parte de ellos no la comparto). , o estos no son suficientes para dotar a estos jóvenes de humildad.
Sin embargo, he conocido a algunos miembros y padres Legionarios, alguna vez me han invitado a algunos eventos organizados por ellos, y no me he encontrado violadores o enfermos sexuales.
Pensar que todos los «legios» son como Maciel, es como pensar que todos los mexicanos somos como Peña Nieto.
Cuando tuve oportunidad de conocerlos, estaban cocinando sandwiches para dárselos a los migrantes (en una ciudad como Guadalajara que queda de paso, muchos migrantes tienen que pedir comida para sobrevivir en un duro viaje hacia los Estados Unidos), y sin importar que a rasgos generales, no comulgo con esa congregación, decidí ayudar a la causa. Los padres me parecieron muy buenas personas, me cayeron bien.
Y entonces me pregunto ¿Tienen alguna culpa ellos sobre todo lo que hizo Marcial Maciel?
Entonces es cuando entiendo que no es algo necesariamente lamentable que el Papa Francisco les haya concedido la indulgencia plenaria. Una indulgencia plenaria es algo así como un perdón condicionado. Los «Legios» propusieron no volver a proponer los textos de su fundador.
Los Legionarios, contra todo pronóstico, han logrado sobrevivir. No ha de ser fácil deshacerse de la sombra de su fundador y de quien construyó sus cimientos. Con sus virtudes, defectos, y formas de pensamiento, con las cuales tengo más disidencias que coincidencias, han logrado salir adelante y a asimilar los errores de su desgraciado fundador. Y no, a los niños no les enseñan a friccionar los penes de los padres.
Hubiese sido un craso error del Papa si dentro de esa congregación tuvieran el hábito de abusar de niños, o si esa práctica fuera algo frecuente. Y así como en algún momento se pudo criticar la displicencia de la Iglesia con el caso de Marcial Maciel (que Juan Pablo II supo del caso y en un principio no hizo mucho), creo que la indulgencia el Papa a los «legios» se podría calificar incluso de sensata.
Hay muchas cosas que puedo criticar de los legios, hay muchas cosas que puedo criticar de la Iglesia. Pero en este caso, no tengo elementos para lanzar una crítica voraz sobre el Papa.