En esta semana de huracán me di cuenta en las redes de algo. No, más bien ya me había dado cuenta de ello pero la reacción en las redes en tiempos de huracán fue la gota que derramó el vaso.
Hay gente a la que no le importa que a México y a su gente le vaya mal con tal de ver caer al Presidente.
Muchos somos muy críticos con Peña Nieto, no nos gusta en lo absoluto su Gobierno lleno de ineficacia, corrupción, conflictos de interés, inseguridad, economía deprimida y un sin fin de tópicos más (en un país más desarrollado posiblemente estaría en la cárcel). Pero su gobierno nos indigna precisamente por eso, por lo que representa para nuestro país. Somos muy críticos con Peña porque somos críticos con las corrupción o los conflictos de interés.
Pero hay quienes tienen una postura de odio fanática contra el Presidente. Y no son pocas las personas (basta echarse un clavado en Twitter).
Es decir, más que «odiar» a Peña por lo antes mencionado, lo odian por odiarlo, o porque su político favorito (AMLO) no llegó a la Presidencia en 2012. Entonces toda acción que él haga es medida con una vara donde no se puede reconocer nada bueno, porque es imposible que nuestro «antípodas» haga algo bueno. Y no sólo eso, para ellos es inaceptable que haga algo bueno. Si hace una mala acción, más que indignarse, sienten cierto placer al ver como las críticas le llueven al Presidente.
Cierto, en este sexenio han pasado tan pocas cosas buenas, que cuando nuestras autoridades tienen un acierto (como fueron las acciones preventivas del Gobierno frente al huracán Patricia) hasta nos sorprendemos. Pero quienes queremos a México tenemos la capacidad de aceptar e incluso de reconocer cuando se ha hecho algo bueno. Aunque no simpaticemos con Peña, ni con el Gobierno ni su partido.
Ese tipo de fanatismo destruye y polariza. Porque no es propositivo, es destructivo. Aunque dudo que exista algún tipo de fanatismo propositivo.
Algunos incluso esperaban ansiosamente los desastres del huracán y los muertos para tener un pretexto y hacerse que se indignan para saborear las mieles de lo que muy dentro de sí considerarían un triunfo «¿Cuántos muertos más Peña Nieto, cuántos más? ¡Peña los mató! Se decepcionaron al ver que los desastres fueron mucho menores y comenzaron a crear teorías de las conspiración. Que si el gobierno nos engañó, que si nos manipuló. No podía caber ninguna posibilidad donde el Gobierno terminara bien parado.
Lo triste es que ellos, a su respectiva escala, se terminan convirtiendo en algo peor de lo que critican. ¿Como gobernarían este tipo de personas si se les diera poder? Personas a los que no les importa el bienestar de sus semejantes con tal de ver a una facción política caer. En el mejor de los casos serían igual que ellos.
Habrá que ver si este tipo de personas tienen conflictos emocionales que descargan en las redes. Hablan de un «gobierno represor» pero no admiten críticas y descalifican a quienes los cuestionan con etiquetas, estereotipos e insultos.
Y si tenemos un Gobierno que está haciendo las cosas mal, la actitud de estas personas simplemente lo hace peor. Porque no son una oposición real. Simplemente son personas que hacen ruido, pero nadie los oye.
Y nadie tendría por qué escucharlos, cuando no tienen nada que decir.