Muchos consideran que ser de izquierda es una virtud por el simple hecho de serlo. Pensar eso es tan absurdo como asegurar que un religioso sólo por serlo ya es una buena persona.
Tan lo creen, que algunos de quienes se consideran de izquierda presumen a los cuatro vientos su ideología política tal como si fuera una condición inherente a ellos mismos. A diferencia de quienes caben en la derecha del espectro político, decir que se es de izquierda es un honor.
Pero no lo es, ser de izquierda o ser de derecha es una cosmovisión o una forma de percibir al mundo de acuerdo a ciertas ideas o conceptos. El honor se gana cuando el ser humano transforma sus ideales en acciones positivas. El religioso solamente es bueno cuando es coherente con su credo y con los valores que dice promover (la religión no tiene el monopolio de lo que es la bondad, se puede ser ateo y bueno sin ningún problema), el izquierdista puede solamente sentirse honorable cuando en la práctica hace algo valioso por promover la igualdad y la justicia (y no, no hablo de compartirle a un amigo El Capital de Carlos Marx, ni compartir gráficas de la pésima distribución de la riqueza en las redes sociales).
Algunos que se denominan de izquierda parecen creer que tienen cierta superioridad moral sobre los demás. Creen que abordar el discurso de la igualdad y la justicia desde su particular punto de vista es meritorio como para sentirse superiores. Creen que su postura casi representa el fin de la evolución intelectual humana, y quienes a su juicio son de derecha (porque en algunos casos etiquetan como derechistas a quienes no lo son) están rezagados en ese proceso intelectual. Por eso es que algunos presumen ser leídos o tienen el atrevimiento de crear una relación entre sabiduría e izquierda.
Pero se equivocan. La izquierda no tiene el monopolio de los conceptos de la igualdad o la justicia, la izquierda más bien los aborda desde cierta perspectiva. La misma religión, que se ha relacionado históricamente más bien con las posturas de derecha, también habla, desde su particular punto de vista, de la igualdad y la justicia. Un economista liberal puede encontrar en el «libre mercado» una expresión de igualdad y justicia (aunque el concepto de éstos puedan diferir un poco). La bondad o la solidaridad con el prójimo no es exclusivo de la izquierda.
Pretender tener superioridad moral por el mero hecho de pertenecer a una corriente política no sólo es un error y una irresponsabilidad; esa postura también puede conducir al dogmatismo y a la arrogancia.
Personas honorables de izquierda han habido muchas, y perteneciendo a esa corriente política han logrado muchos cambios positivos. Pero son honorables por sus aportaciones y no por el mero hecho de ser izquierdistas.
Y esto sin hablar de la ambigüedad y hasta obsolescencia de los términos.