Ahí donde un fenómeno no termina de ser comprendido por las mentes obtusas, éstas en vez de acudir a la ciencia e incluso al sentido común para recibir una respuesta fiable prefieren usar su imaginación y contarse un triller atractivo para que todo tenga sentido.
Todos estábamos aterrados. Teníamos al huracán más fuerte del mundo frente a nuestras costas (y técnicamente lo era, tuvo los vientos más veloces jamás registrados en la historia), la comunidad internacional se consternó y nos mandaron porras y abrazos para que libráramos este mal día. Parecía ser una catástrofe histórica, fotografías tomadas desde el espacio, predicciones, alertas.
Y no pasó mucho en realidad…
Y como el fenómeno metereológico más grande de la historia no causó gran cosa, entonces hay que buscar explicaciones para saber que fue lo que pasó. Que a priori no está mal hacerlo. Pero resulta que algo tan complejo para muchos tiene una respuesta simple.
Que si hay una manipulación deliberada del Gobierno (compraron líderes de opinión y hasta astronautas), que si les pagaron a los gringos para que manipularan el clima (HAARP) o que crearon el fenómeno deliberadamente para vender esos terrenos a corporaciones transnacionales. De verdad, hay gente que piensa eso:
Los estragos de un huracán no sólo tienen que ver con la fuerza que éste tiene, sino con el entorno en que éste se desenvuelve.
Ese mismo huracán en otras condiciones hubiera causado una devastación histórica de decenas de miles de muertos. El tifón Haiyan en Filipinas con una magnitud parecida a la de Patricia dejó estos rastros de destrucción:
El huracán Katrina, por su parte, devastó Nueva Orleans. ¿Entonces por qué Patricia no acabó con Jalisco?
La respuesta (compleja para muchos, tanto que algunas personas son capaces de escribir aberraciones como la imagen de arriba) es simple. Nueva Orleans se encuentra debajo del nivel del mar y la ciudad estadounidense está protegida por diques. Estos cedieron y la ciudad terminó completamente inundada.
En cambio, el huracán Patricia arribó a una zona poco menos que inhóspita, donde hay pequeños poblados (no hay mucho que destruir). Ciudades como Manzanillo se vieron afectadas, pero el huracán no llegó directamente de tal forma que los daños que habrá en ese puerto, no serán de mayor consideración.
Además los fenómenos metereológicos son impredecibles. Pueden bajar de categoría, pueden desviar su ruta. El año pasado el huracán Odile (menos potente) arrasó con Los Cabos porque surgió de imprevisto. En cambio, a Patricia la conocimos con dos días de antelación y las autoridades pudieron ejecutar medidas preventivas. Después de las vergüenzas pasadas en otros fenómenos, nuestras autoridades ahora sí mostraron mayor organización (además tuvieron más tiempo). La sociedad civil estuvo activa, por medio de las redes sociales la gente se informó y tomó medidas precautorias.
Algunos cuestionan por qué a la gente se le dijo que el huracán iba a ser peor y no lo fue tanto. La verdad es que la respuesta es muy sencilla: Más vale un apanicado que un muerto por exceso de confianza. También tenemos que mencionar que no fueron las autoridades las primeras en afirmar que este sería el huracán más fuerte de la historia. Esa afirmación fue hecha por instancias internacionales y académicos. Y de hecho así lo fue, tuvimos en nuestras narices al huracán más potente, pero regresamos al tema del entorno, el cual no fue propicio para que se presentara una catástrofe de gran magnitud: Terrenos inhóspitos, la forma en que el huracán entró a la tierra, las medidas preventivas, montañas que hacen que el huracán no se pueda desplazar con su potencia máxima por un gran tramo del territorio y un sinnúmero de razones más.
Las autoridades deben de plantear el peor de los escenarios. Si una catástrofe puede ocurrir, se debe de alertar tomando en cuenta que ello es una posibilidad. Cuando no se hace así, cuando se supone que el fenómeno no va a ser tan fuerte, entonces es cuando vienen las desgracias. Así George W Bush desestimó el huracán Katrina y las consecuencias las conocemos todos.
La respuesta a las cuestiones es simple. El huracán más potente de la historia no produjo una tragedia de grandes proporciones, y no hay contradicción en esa afirmación, no hay complot.
En vez de inventarnos historias, deberíamos de congratularnos de que la cultura de protección civil y también la fortuna hasta el momento nos han mantenido a salvo.