A partir de hoy estaré escribiendo una serie de artículos que subiré a este sitio esporádicamente y donde intentaré desmitificar todas esas creencias nacionalistas absurdas que tenemos y que nos han tratado de repetir por generaciones dentro de nuestras cabezas. No, no haré lo que hacen sitios como el Mitófago donde solamente cambian la versión oficial por la versión de «la derecha»; y no hablaré necesariamente de historia, sino de creencias que llevamos a lo cotidiano, que tomamos como normales pero son absurdas.
Hoy empezaré con el tema de las empresas mexicanas: Siento que los mexicanos somos aprehensivos con lo «nacional», es algo que no se nos debe de escapar de las manos. Por más mexicano sea algo más mexicano será, si alguien se envuelve en la bandera mexicana más mexicano es, como si importara más la forma que el fondo.
La gente se sintió orgullosa porque supuestamente el novio de Emma Watson era mexicano. ¡Eso lo dice todo, carajo!
Cuando se habla de empresas mexicanas salen muchas voces críticas (algunas críticas acertadas, otras absurdamente erróneas o sacadas de contexto): -Son monopolios, son corruptas, no generan competencia, son parte de «la mafia del poder». Pero cuando una de esas empresas es vendida a algún conglomerado extranjero los sastres se llenan de trabajo porque hay muchas vestiduras rasgadas. La venta de una empresa mexicana al extranjero es una derrota, una humillación, un gol de Landon Donovan en un Mundial.
Pero las empresas son de sus accionistas, no de México.
Los accionistas tienen todo el derecho a hacer lo que quieran con sus empresas. Las empresas la trabajaron ellos, no son una concesión del gobierno, no nos deben nada; por el contrario, han generado empleos y en la gran mayoría de los casos, después de que estas empresas pasaron a manos de extranjeros, esos empleos siguen ahí.
Pero algunos insisten que con la venta de la Cervecería Moctezuma y la Corona a conglomerados extranjeros, hemos perdido algo de «nuestro México».
Vivimos en un mundo cada vez más globalizado, agentes extranjeros intervienen cada vez más en nuestra economía, no porque seamos necesariamente más débiles, sino porque los progresos tecnológicos y sociales fomentan esta dinámica. Esto no sólo pasa en México, en Estados Unidos pasa lo mismo.
Para muestra basta un botón, o muchos: Me imagino que ustedes saben que Detroit es una ciudad decadente. Esto lo es porque esta ciudad dependía mucho de la industria automotriz. Muchos de los empleos que generaban en esa ciudad se fueron ¿Y a donde se fueron? En gran parte a nuestro país.
O sea, empresas estadounidenses, con el fin de abaratar costos dejaron de dar empleos a su país para traerlos al nuestro. En México por menos que eso estarían solicitando la nacionalización de las empresas, dirían que vendieron su alma al diablo. Pero esto en realidad es un proceso natural. Los países en desarrollo pueden ofrecer mano de obra barata (otra cosa es que algunas de estas empresas abusen y contraten trabajadores en condiciones infrahumanas como China), conforme estos países crecen y el poder adquisitivo también, esa ventaja competitiva naturalmente se pierde, pero dado el crecimiento (con una sociedad más educada y con más capacidad de compra) entonces pueden aspirar a generar empleos más cualificados (en lugar de obreros que maquilen, se opta por ingenieros que tienen una mayor preparación).
Y hablando de empresas que se venden, sucede lo contrario. Por ejemplo, Carlos Slim va a Estados Unidos y ya es el mayor accionista de The New York Times con el 16.8% de los papeles clase A. ¿Los gringos se rasgaron las vestiduras? No (bueno, tal vez Donald Trump si tenga posibilidades de pegar un grito). Por otro lado, Bimbo tiene una considerable participación de mercado en Estados Unidos, y Cemex es una de las cementeras más importantes de Europa.
Y si Corona, nuestra cerveza emblemática ya no es «mexicana», la Budweiser, la cerveza más emblemática de Estados Unidos ¡ya no es gringa! La vendieron a un consorcio brasileño-belga.
Ustedes saben que la India con Bollywood es la segunda meca del cine y ellos tienen una considerable influencia en Asia y Europa del Este sobre todo. Bueno, resulta que alumnos de Stanford le sugirieron a Alejandro Ramirez dueño de Cinépolis, que invirtiera en ese país porque a pesar de la importancia que tiene la industria cinematográfica en ese país, las salas no eran de la mejor calidad. Ahora si vas a India, te vas a topar con uno o varios Cinépolis, te vas a sentir casi como en casa. Los inconformes (muchos de izquierda y algunos conservadores colados) seguramente no conocen esta historia. Y menos saben que Cinépolis tiene presencia también en Turquía, Brasil, Colombia e incluso Estados Unidos – ¡Pero Corona es de México, no se la lleven!
Y menos conocen a los mexicanos que fabrican drones y los exportan. No conocen la historia de Jordi Muñoz y Guillermo Romero quienes sólo después de los chinos son quienes venden más drones para uso civil ¡En el mundo!
En lugar de esperar que el gobierno venga y proteja a nuestras empresas (cosa que ya hizo con el modelo de sustitución de importaciones y salió mal), y peor aún, tachar de antinacionalistas a aquellos que decidan vender sus acciones al extranjero, se debería de promover más el emprendedurismo y la innovación en nuestro país. En vez de llorar porque la Corona se fue, deberíamos de enfocarnos en generar más empresarios mexicanos. En resumen: en vez de cerrar nuestros mercados deberíamos de abrir más nuestras mentes. En vez de rasgarnos nuestras vestiduras, deberíamos crear emprendedores que diseñen vestiduras que no se rompan.
Es sentido común, pero nuestros traumas nacionalistas a veces nos nublan la mente.
Esperen mi siguiente entrega.