Me despierto un lunes por la mañana para ir a una sesión del consejo de Mural (Grupo Reforma). Quienes somos parte de éste consejo, fuimos invitados por el Mural debido a que tenemos cierto perfil que les puede ayudar a mejorar la calidad de la información del periódico; es una relación de ganar ganar, porque ser parte del consejo de Mural es un prestigio (además del desayuno gratis) y tus sugerencias muchas veces se ven reflejadas en ese medio. Mural gana calidad y al mismo tiempo no tiene que invertir tanto dinero en hacer estudios de mercado, eso incide en las ventas del periódico.
Después tengo una cita con un amigo en Zapopan, el cual quiere crear un sitio en línea y para eso necesita un desarrollador web, o sea ¡yo! El me contrata y yo gano dinero (lo necesito para vivir decentemente), si le gusta mi proyecto me recomendará con otras personas, y si la calidad de mi trabajo es bueno, le ayudaré a satisfacer sus necesidades de una forma más óptima, lo cual a él también le genera dinero. Pero no sólo se trata del dinero porque la vida no es sólo dinero y no debería de serlo, yo al trabajar crezco profesionalmente lo cual me trae una satisfacción (lograr cosas, cumplir metas). Si el proyecto de mi amigo funciona, él se sentirá satisfecho consigo mismo. No es sólo cuestión de dinero, sino de autorrealización.
La libertad económica (que en México es muy imperfecta) te permite realizar tu propio proyecto de vida mediante acuerdos que mantienes con terceras personas de tal forma que se teje una infinita red donde todos los puntos tienen cierta correlación. Somos un punto en un sistema que funciona de forma autónoma; si queremos satisfacer nuestras necesidades, tenemos que satisfacer las de los demás; si quiero un auto tengo que trabajar (satisfaciendo las necesidades de otros) para obtenerlo, al tiempo que el automóvil que deseo comprarme es fabricado por otras personas que tienen una motivación específica para ganar dinero y/o autorrealización personal.
La dependencia del individuo con el Estado atrofia la capacidad de iniciativa del primero y le da más poder al segundo para que siga atrofiando más mentes.
El sistema es imperfecto, pero es el que mejor funciona. El sistema en algunos casos puede necesitar algunas regulaciones (la ortodoxia económica muy posiblemente no sea el modelo óptimo), por ejemplo: yo pienso que el Estado debería de garantizar la salud, la educación, el agua y ciertos servicios básicos. También deberían existir mecanismos para evitar la creación de monopolios y fomentar la competitividad. Pero el Estado sólo se debe de limitar a eso, a intervenir sólo en aquello en que el mercado no pudiera funcionar de forma óptima.
Cuando el Estado interviene en lo que no debería de intervenir, las cosas se ponen mal. En Venezuela con el exceso de intervención estatal se ha lacerado el mecanismo que hace que las cosas funcionen. En ese país, quienes tienen trasplantes de órganos tienen que consumir medicamento para animales equivalentes porque hay escasez de medicinas. A pesar de que los Venezolanos han reducido sus niveles de desigualdad, lo han hecho empobreciendo a los ricos y no enriqueciendo a los pobres. Si un pobre tuviera educación, salud, y un mercado más abierto, tendría más posibilidades de escalar socialmente que si el Estado lo mantiene (con un beneficio e interés para éste último, porque los seres humanos nunca hacemos nada si no tenemos algún interés en ello) porque el Estado paternalista inhibe su capacidad para salir adelante.
No, no estoy diciendo que los pobres son pobres porque quieren. México es un país desigual donde unos pocos ricos concentran casi todo y muchos tienen poco. Pero ¡adivina! La desigualdad no es producto del capitalismo, sino de la intervención del Estado en éste. Carlos Slim, Emilio Azcárraga y demás magnates no tendrían lo que tienen sin la complicidad del Estado. Televisa, por un ejemplo, fue creada por empresarios muy cercanos al Estado y como lo dijo Azcárraga Milmo, eran soldados del PRI. Gracias a esa complicidad se enriquecieron, tenían el monopolio de la información. Telmex de Carlos Slim, fue privatizada de una forma muy ineficiente, el monopolio público se convirtió en monopolio privado. Debido a las complicidades, quienes crecen en el mundo de dinero lo hacen por las «relaciones y palancas» y no por su capacidad de innovar. En México casi no hay empresas que hayan empezado en un garage y que se hayan beneficiado de la libertad económica para crecer y volverse pioneras en el país.
Los taxis son otro claro ejemplo, el monopolio del taxi se mantuvo debido a que el mercado no tenía forma de ofrecer un servicio más eficiente. Pero gracias a los avances tecnológicos (las aplicaciones y smartphones), la iniciativa privada encontró una forma de satisfacer de una forma más eficiente las necesidades de un minoritario sector de éste mercado (quienes tienen tarjeta de débito o crédito, y un smartphone), y la resistencia del monopolio sólo ha logrado exhibir la pobredumbre (característica de los monopolios) en sus entrañas, sindicatos, mafias, grupos de interés.
El capitalismo es dinámico y cambiante, nos obliga a adaptarnos y a actualizarnos. Si el Estado controlara la economía tendríamos que por principio, ser sumisos al Estado quien nos proveería de todos los recursos para sobrevivir, lo cual generaría un Estado autoritario gobernado por déspotas (casos en la actualidad hay muchos), el Estado controlaría nuestras vidas y nos diría como vivir (ahí está el caso de Corea del Norte, y de esas características fueron todos los gobiernos comunistas).
Bien se le achaca al capitalismo su ineficiencia para crear un estado igualitario, y la acusación hasta cierta punto puede ser verdadera. Pero también es cierto que el mismo capitalismo puede también crear mecanismos para generar cierta justicia y ayudar a quienes se encuentran en situaciones más vulnerables. Las empresas sociales son un concepto relativamente nuevo, pero son una realidad y han estado creciendo en los últimos años; las empresas sociales son una forma en que las sociedades pueden autorregularse sin la necesidad de que un estado rector lo haga.
Para contrarrestar la desigualdad en México no necesitamos más intervención estatal, por el contrario, necesitamos gente que crezca desde abajo, gente con ideas, que la moneda de cambio sea la innovación y no el compadrazgo con los gobernantes, que su objetivo sea someterse a las necesidades del mercado y no que sean «soldados del PRI, o de algún otro partido o gobierno, que la transferencia de conocimiento las impulse y no las licitaciones amañadas. El Estado puede colaborar por medio de una mejor educación y con un sistema de salud más sólido para tener una sociedad más sana, pero la iniciativa personal es la que debe de ser el motor para que una sociedad crezca.