El día en que murió Jacobo Zabludovsky se cumplieron los 100 años de la muerte de Porfirio Díaz. Todos se acordaron de la muerte de Jacobo Zabludovsky y nadie se acordó de la muerte de Porfirio Díaz (más que para decir que era una mala coincidencia), a quien le hicieron una misa póstuma en el Distrito Federal y nada más. Casi nadie habló de él, no se escribieron muchas columnas de él (aunque algunas de las no muchas escritas de una calidad bastante aceptable). Porfirio, a 100 años de su muerte sigue condenado en el ostracismo.
Mientras Hidalgo, Juárez y Morelos acaparan las calles principales de los centros históricos de casi todas las ciudades, Porfirio Díaz muchas veces se tiene que conformar con una calle aledaña si bien le va, o una pequeña avenida que no tiene tanta importancia. A Porfirio Díaz le tocó una coyuntura histórica de tal forma que no salió avante, se convirtió en el villano, en el enemigo. La familia revolucionaria llamada PRI lo negó durante varias décadas (y los tricolores siguen haciendo a pesar de que ahora ya no conservan el monopolio del poder al grado en que lo tenían antes).
No es que quiera elevar a Porfirio Díaz al tamaño de un héroe. Don Porfirio logró muchos progresos en el país que tuvieron muchos costos sociales y políticos también. Mientras Porfirio modernizaba al país, construía ferrocarriles y le daba una estabilidad que se le negó en todo el siglo XIX, también permitió un país muy desigual, a los mayas y a los yaquis los esclavizaba y a estos últimos casi los exterminó, como subraya Kenneth Turner en su libro «México Bárbaro»; reprimió a cuanto movimiento opositor se le puso enfrente y se reeligió (en una contradicción propia) erigiéndose como dictador 35 años (no consecutivos).
Porfirio Díaz fue una figura imperfecta como lo fueron muchos de nuestros «héroes nacionales»; tampoco es como que en esa época existieran derechos humanos de avanzada o un welfare state dentro de los países más desarrollados. En el siglo XIX la desigualdad mundial era mucho más marcada que la que conocemos actualmente y la «democracia» no estaba tan avanzada como el día de hoy. Tal vez hacer la comparación de su gobierno comparada con la actualidad, donde muchos paradigmas se han roto y la cosmovisión que tenemos ha cambiado radicalmente, pueda ser algo injusto o sus defectos se pueden ver como mayores.
Me atrevo a decir que Díaz «hizo más por México» que lo que hicieron algunos de los revolucionarios mitificados por la educación oficial como Pancho Villa y Emiliano Zapata. En el gobierno de Porfirio Díaz se creó mucha riqueza, luego se distribuyó muy mal y la acapararon algunos pocos. Antes de Porfirio Díaz no existía riqueza, y la Revolución Mexicana más que redistribuir la riqueza que se había generado (que era lo que se debería de haber esperado de nuestra malograda revolución) la destrozó. Los revolucionarios ya institucionalizados (desde Plutarco Elías Calles) crearon corporaciones que en el papel tendrían que haber redistribuido la poca riqueza que había en ese entonces, pero en realidad se transformaron en corporaciones clientelares que permitieron al partido en el poder mantenerse por 70 años. Algunas de esas corporaciones todavía existen, a pesar de que el mundo ha cambiado.
Creo que a Porfirio Díaz se le debería de dar su lugar en la historia (solo es mitificado de forma sesgada por algunos conservadores). La razón por la cual esto no es así, como comenté, es porque la historia la escriben quienes la ganan y la familia revolucionaria lo mantuvo en el ostracismo; a pesar de que varios de los monumentos más importantes de la Ciudad de México fueron mandados a construir por él: El Ángel de la Independencia, Bellas Artes, lo que hoy es el Monumento a la Revolución (que sería un palacio legislativo, y que gracias a nuestros amigos revolucionarios, nunca se concluyó más que la cúpula). Mucha de la arquitectura histórica que tanto presumimos se la debemos a Porfirio Díaz.
La historia no se puede dividir en héroes y villanos, menos cuando esa clasificación es arbitraria y conveniente para quienes nos han gobernado. Así como Miguel Hidalgo, Morelos y Pavón y Benito Juárez tienen un lugar en los anales de la historia (con todas sus imperfecciones), Porfirio Díaz también debería de tenerlo (con todas sus imperfecciones también), y no debería ser ninguneado como un villano o un individuo nocivo para el país; a las nuevas generaciones se les debería de contar la dos historias, la del Porfirio que trajo progreso y orden al país, y la del Porfirio que sí, fue un dictador, reprimió indígenas y que permitió que la riqueza se la quedaran unos pocos.