Ésta es la triste historia de Gregorio, quien vivía en la Eurocolonia del Valle junto con sus hermanas y varios primos y tíos que quisieron «arrejuntarse» porque creían que juntos les podía ir mejor. Después de varios problemas familiares recordaron que eran familia y todos debían estar juntos.
Cuando Gregorio era un bebé, todos los veían como un ángel, lo admiraban, y recordaban lo tierno que era: perspicaz, inteligente, aventurero. A los 3 años, mientras se acababa rápido la comida de su platón, contaba ya la odisea que fue salirse solo de su casa mientras su papá estaba pegado en el televisor viendo a Homero Simpson. Creían que sería un genio o filósofo. Pero con el tiempo se volvió un perfecto inútil.
Gregorio se fue a una fiesta, se puso pedísimo. Incluso en el bar organizó unos juegos para ver quien bebía más y él pagó todo; se sentía muy orgulloso, era el rey de la peda. Llegó a su casa y se dio cuenta de que en la cartera no tenía nada. Nunca supo Gregorio en que se le había ido el dinero. Tenía que pagar gastos, su colegiatura, su seguro. Estaba en un problema muy grande. Total que decidió pedirle prestado a sus hermanas.
– Ale, necesito un favor
– Dime Gregorio
– A ti que te va tan bien y eres tan trabajadora necesito que me prestes $5,000 pesos.
– ¿Para? ¿Qué no te habían prestado mis hermanas ya?
– Sí, pero no tengo nada de dinero y necesito pagar muchas cosas.
– Pero si ni trabajas ni haces nada, pero bueno. Y los quiero de regreso porque necesito ese dinero la siguiente semana.
– Te lo prometo.
– Más te vale, ya me harté que todas nosotras te tengamos que estar manteniendo y tú ni trabajes.
El fin de semana, Gregorio se fue de nuevo a otra fiesta. Tiró todo el dinero que su hermana le prestó. Ahora no sólo no podía pagar sus gastos, sino que estaba endeudado.
– Gregorio, ¡Mis 5,000 pesos!
– No sé en que se me fueron, no los tengo y necesito pagar mis gastos, si no los pago me corren de la universidad ¿Me entiendes?
– ¡Mis 5,000 pesos!
– No los tengo, necesito que me prestes más.
– Ni madres.
– ¡Ándale, por favor!
– Te puedo ayudar, pero necesitamos hacer algunos cambios en tu vida: 1.- Vas a conseguir trabajo, 2.- No vas a irte de peda mientras no me pagues todo, 3.- Vas a tener que reportarme todo lo que has gastado. ¡Caray, estás en el hoyo, pobre diablo!
– Tuve una discusión mental, y «no lo acepto», ni madres ¡Oxi! ¡Quiero que me perdones la deuda!
– Estás loco, sólo te voy a convertir en un parásito.
– Estás atentando contra mí. ¡Solo me quieres joder para sentir que eres la hermana más chingona Ale! ¡Eso no lo voy a tolerar!
– Estás pero bien loco.
– Parece que quieres volver a ser igual de mamona como cuando éramos chicos ¿Te acuerdas cuando agarraste mis muñecos de Playmobil y les prendiste fuego porque no eran como tus malditas muñecas rubias?
– Basta ya.
– ¡Eres una incongruente!
– ¿Por qué?
– Porque una vez a ti mis papás te perdonaron una deuda.
– No seas pendejo Gregorio. Yo pasé por problemas muy difíciles, casi me muero dos veces. Tú estás endeudado por güevón e irresponsable.
– Sólo me quieres chingar. ¡Piensa en mi futuro!
– Por eso, si te perdono la deuda, te convertiré en un inútil de por vida.
– Pero mi colegiatura, me van a correr.
– Eso lo hubieras pensado antes.
– Me voy a salir de la casa.
– Jaja, salte si quieres. Así uso mi cuarto para meter mis tiliches.
Esta historia continuará…