Esta campaña electoral ha sido la más penosa que recuerde, la más penosa de todas las que recuerdo haber seguido desde los años noventa. Creo que ha sido penosa porque la clase política (de todos los partidos) se ha desconectado cada vez más de los ciudadanos. Los ciudadanos están hartos, pero a veces pareciera que los políticos no entienden por qué están hartos y realizan campañas que a corto plazo les puede traer un beneficio, pero que lacera cada vez más esa relación político – ciudadano.
La guerra sucia ha sido una constante en las entidades en que se llevarán a cabo elecciones estatales o locales. Difamaciones, periodicazos pagados, críticas sin sustento. Quienes lo hacen buscan arrebatar voto útil al opositor, o bien tumbar al que va arriba, o evitar que el que le pisa los talones llegue. Tal vez logren su cometido, pero dejan una herida abierta; el ciudadano no se siente representado y el candidato ya no espera representar a sus ciudadanos, sino que busca que no se sientan representados por sus rivales. Dejan solo al ciudadano desamparado, les recuerdan que si no votan por ellos, les van a retirar sus apoyos, los chantajean abusando de ese mal todavía no erradicado donde el ciudadano se siente dependiente del gobierno. – – Ya no te vamos a pagar el camión ni te vamos a dar mochilas.
Las campañas más que contener propuestas, tienen bailes, covers de canciones populares que caen en lo vergonzoso. Los candidatos y su equipo de campaña creen que los electores son pendejos o los tratan como tal, los subestiman tanto que al final terminan convirtiéndose ellos mismos en un chiste de las redes sociales. No importa el partido ni los colores, todos en mayor o menor medida incurren en esas prácticas. Los partidos atentan contra la estabilidad institucional: El Verde con su excesiva publicidad y poco respeto a las normas de un INE cooptado, Morena promoviendo a un candidato para la Presidencia del 2018. ¡Funciona a corto plazo, pero a la larga sólo genera más encono y desconfianza entre los ciudadanos!
Ante la falta de políticos con visión de estado y ante la sobra de políticos que no saben como tener contacto con la ciudadanía, que esbozan una sonrisa falsa y que se aprenden propuestas de memoria que ni ellos mismos crean y ni siquiera entienden, se opta por las figuras públicas, los deportistas, los payasos, quienes fungen como ejemplo ante una sociedad relativamente ignorante, pero que no tienen idea de que es gobernar.
Lagrimita, ese payaso venido a menos, pedía ayuda a los ciudadanos porque no sabría bien como gobernar, Cuauhtémoc Blanco confunde el nombre de su partido, «Pato» Zambrano, que emergió de Big Brother para convertirse en una figura pedante y conflictiva que se agarraba a golpes en televisión abierta, defenestra a todos los candidatos con su histrionismo y lenguaje soez sin presentar propuestas con sustento. Algunos representan a partidos de derecha, otros a los izquierda, y ni siquiera conocen la definición de cada corriente ideológica que integra el espectro.
Mientras los independientes buscan hacerse un pequeño hueco dentro del concierto político, algunos pocos perfiles decentes y con visión que eligen la opción de integrarse a un partido político luchan a pesar del desprestigio de estos. Los primeros tienen que enfrentar solos al aparato político para después poder hacer política con éstos desde una posición diferente; los segundos, a pesar de su eficacia probada, pueden ser juzgados a la primera por los partidos políticos que integran.
Pero son muy pocos los que levantan la mano dentro de una clase política totalmente desprestigiada dentro de un país mal gobernado donde los ciudadanos se sienten abandonados y desesperanzados. Una clase política que ha convertido a México en una especie de caldo de cultivo como la Venezuela de Rafael Caldera para que un líder populista y demagogo aproveche el descontento para alzarse (López Obrador desearía estar más cuerdo para poder aprovechar la oportunidad).
México necesita un líder, alguien en que la gente pueda confiar y se sienta representado. Una figura con visión de estado y que entienda la problemática actual del país con lo cual pueda a convocar tanto al ciudadano de derecha como de izquierda. Tal vez la figura del candidato independiente dentro de la pasada reforma electoral abra un poco la puerta a algún líder. Hasta ahora no se han presentado líderes formales, pero en los últimos tiempos se han presentado pequeños amagos, y en un país tan desesperanzado como el nuestro, eso ya es noticia.