Me despierto en la mañana con mi día planeado, es primero de mayo lo cual significa que cumpliría un año más de existencia en este complejo mundo. Me levantaría, leería el libro de Jorge Castañeda «Amarres Perros» para después salir a correr y hablarle a alguna amiga para hacer algo en la tarde noche, debido a que por razones de practicidad, había postergado mi pachanga para la siguiente semana. Abro el feis con decenas de felicitaciones que contestar (y acumulándose) para enterarme de que mi ciudad estaba siendo invadida por narcos, por criminales del cártel Jalisco Nueva Generación, se dice que como represalia por la detención de Erick Valencia considerado como el jefe de este cártel.
Guadalajara es una ciudad muy peculiar en su relación contra el narcotráfico. La ciudad es un punto estratégico para varios cárteles, pero a la vez aquí se ha vivido cierta calma a diferencia de otras ciudades donde el narcotráfico ha hecho imposible la vida a sus habitantes. Gente como Caro Quintero o el Chapo Guzmán han tenido su residencia en esta ciudad.
Pero últimamente esa tensa calma se ha disipado con estos nuevos cárteles, que si bien cotidianamente no hacen mucho ruido, a la hora que se les toca, pueden volver a Guadalajara todo un caos. Automóviles quemados, negocios incendiados, y un gobierno incapaz como el que gobierna desde hace algunos años y que a pesar de su propaganda, ha elevado los índices de inseguridad y violencia en la ciudad. La situación es tan crítica que incluso Peña Nieto no está muy cómodo con el gobernador actual y tiene etiquetado a Jalisco como una de los estados más inseguros.
A pesar de los esfuerzos mediáticos para generar la percepción de que no hay tantos problemas, los tapatíos percibimos a una ciudad insegura. El maquillaje podría surtir efecto afuera. Gente fuera del estado me ha comentado que cree que Guadalajara y su Zona Metropolitana es más segura que antes. La realidad es que no es así, incluso nosotros tenemos una opinión inversa sobre la inseguridad que vivimos.
Tal vez la detención de los capos sea un mal necesario, pero las formas nos indican que tenemos a un gobierno rebasado, impotente, que se ve rebasado frente a lo furia de los cárteles que muestran su mano dura. Los cárteles son capaces de derribar helicópteros, de asesinar a decenas de fuerzas armadas, de desquiciar a su ciudad; y el gobierno no tiene siquiera la posibilidad de generar unidad en sus gobernados.
Hoy estoy encerrado en mi casa «festejando» mi cumpleaños, y posiblemente en unos días, el temor de la gente se haya disipado y las cosas vuelvan a su cauce «normal» (así, entre comillas, porque me refiero a lo que nos hemos acostumbrado a tomar como normal), posiblemente omitamos el hecho de que estamos viviendo en una sociedad descompuesta donde quienes representarían a las nuevas generaciones de nuestro país están enrolándose en las filas del narcotráfico (con cierta ironía en el Cartel Nueva Generación), donde nosotros los ciudadanos somos tibios, apáticos, y vemos con normalidad este proceso de putrefacción hasta que llegan señales de alarma como las de hoy para olvidarlas en los próximos días. Éste problema no es sólo culpa del gobierno o las autoridades, todos los ciudadanos tenemos responsabilidad de permitir la degradación de nuestra sociedad, por pensar solamente en nosotros mismos.