Sí, crecí de alguna forma con Chespirito. Era lo que había en la tele, las noches en el canal 2 (en mi niñez sólo había tv abierta y la señal de Imevisión no siempre llegaba bien), lo veía soportando una y otra vez los mismos chistes en circunstancias siempre parecidas y con los mismos clichés. Las primeras veces me reí, luego ya no tanto, y luego paré de reír. Pero en mis épocas no existían los iPads y apenas teníamos Nintendo, no podía no ser parte de nuestra infancia.
Por alguna razón Chespirito es uno de los comediantes más reconocidos de América Latina, pero su comedia a mí no me gustó. Su éxito se basó en una fórmula repetida una y otra vez. Las primeras veces era gracioso ver a Don Ramón, a Quico, hasta al Chómpiras, pero la diferencia entre uno y otro capítulo era nulo, los mismos chistes (no te juntes con esta chusma), y esas mismas fórmulas se repitieron por años.
Chespirito, sobrenombre derivado de Shakespeare, logró colocar sus clichés en lo más profundo de la cultura mexicana, su torta de jamón, Don Ramón pateando su sombrero, el barril, el amorío entre el Señor Jirafales y Doña Florinda. Repetidos incesantemente hasta el hastío, a algunos nos hartaron pero a otros no tanto, y de tanta repetición siguen siendo tan recordados. Marcaron la infancia de algunos, y de otros lo hizo sin querer queriendo, como decía el Chavo del Ocho.
Prefiero otorgarle el crédito de un «gran actor» en base a la opinión pública y no a la mía. En mi particular punto de vista, han habido comediantes mucho mejores que Chespirito. Incluso Cantinflas, quien también recurría a fórmulas, era en mi particular punto de vista, bastante mejor que Roberto Gómez Bolaños. No, no quiero ser aguafiestas, pero tampoco quiero afirmar cosas que no creo, ni glorificar a quien nunca he glorificado.
Qué en paz descanse, su muerte no es lamentable debido a que por circunstancias naturales ya le tocaba descansar. Ojalá algunos medios no utilicen este hecho (que sería una falta de respeto para este personaje) para tratar de distraer a la gente de los graves problemas del país, de las muertes de los normalistas (que sí son lamentables) y de los estudiantes detenidos arbitrariamente y posteriormente torturados (lamentables también).