Ayer vi un pedazo del partido entre la UNAM y América. Algo había raro en la transmisión, como si fuera más monótona y es que me percaté de que no había tomas hacia la tribuna. Aún así al minuto 43, pasaron una toma cerrada a una manta que decía #TodosSomosAyotzinapa mientras el comentarista hablaba muy brevemente sobre ello para regresar al partido (como para darles por su lado). Hoy, un día después, Enrique Peña Nieto al presentar su plan contra la corrupción e inseguridad, repitió el slogan insistentemente. Parecía querer apropiarse de la indignación de la gente. Esa indignación de la cual «quiere formar parte» está indignada también con el Presidente Peña Nieto. Junto al #TodosSomosAyotzinapa generalmente suele ir el #Yamecansé, y ese no lo repitió, ni se preocupó por mencionarlo.
Estaría de más hacer un análisis exhaustivo de los 10 puntos que presentó, viéndolos como tales podrían no ser mala idea, algunos podrían funcionar si fueran bien instrumentados como el de la policía estatal ¿Recuerdan la gendarmería que tanto se presumió? El problema es que las medidas son reactivas más que propositivas, y no sólo son una reacción al problema de Ayotzinapa, sino más bien una reacción al vendaval de críticas que está recibiendo su gobierno. Proponen acciones en materia de derechos humanos entre las cuales se incluye una iniciativa de reforma que faculta al Congreso de la Unión para expedir las Leyes Generales en materia de Tortura y Desaparición Forzada. El problema es que hace pocos días detuvieron a 11 estudiantes arbitrariamente, los torturaron y le imputaron cargos que llegaron a ser más graves que los que le imputan a José Luis Abarca y a su esposa. Dice que fortalecerá los principios de Gobierno Abierto en la Administración Pública creando un portal de información de proveedores y contratistas cuando no ha querido explicar el conflicto de intereses en que incurrió por la Casa Blanca.
Por estas razones, está de más el analizar las propuestas cuando el problema no tiene tanto que ver con ellas, sino con su instrumentación. Ahí está el claro ejemplo de la Reforma a las Telecomunicaciones que culminará con la entrega de las concesiones a cercanos a Peña Nieto. La reflexión va más a fondo y tiene que ver con el trasfondo político de estas propuestas, que como mencioné son reactivas y responden a la pérdida de legitimidad ocasionada por el mal manejo del conflicto de Ayotzinapa, y posteriormente con la Casa Blanca.
Para que estas propuestas funcionen, deben de existir mecanismos para ello, el problema es que en el pasado eso no ocurrió así. El problema es que estamos en un caso tipo «Pedro y el lobo» donde ya es difícil de creer, donde el escepticismo reina y donde la única forma en que estas propuestas le otorguen legitimidad al mandatario es por medio de los resultados que estas ofrezcan. El problema es que Peña Nieto necesita urgentemente legitimidad y si estas medidas fueran bien instrumentadas, mostrarían resultados palpables hasta después de determinado tiempo.
¿Cómo creer que harán todo de diferente manera cuando son exactamente los mismos que habían hecho todo mal? ¿Por qué no hubo ni siquiera algún cambio en el gabinete? ¿Por qué no hay despedidos? Está claro que si los anuncios de este día pretendían ser un golpe de timón, el fenómeno se quedó tan corto que el principal tema de conversación tiene que ver con la nueva línea 911. El problema es que inclusive el anuncio fue hecho como siempre lo hacen. Peña Nieto dirigiéndose a los suyos con un escenario pomposo que requiere más inversión que la que requiere Barack Obama para hacer sus anuncios (que consiste en un atril y un logo de la Casa Blanca).
Parece que Peña Nieto sigue empecinado en resolver los problemas de la misma forma. Habremos de ver la recepción que tendrán estos puntos en el círculo rojo (analistas y periodistas), pero a mi parecer, el anuncio de estas propuestas no tendrá mucha trascendencia hasta que la gente palpe los resultados de las iniciativas puestas en práctica. Pero que alguien le diga a Peña Nieto y a su gobierno que hace falta más espíritu de crítica, siguen empecinados en mostrarse como los buenos que nos salvarán del mal, siguen empecinados en tratar de entrar a una fiesta a los que jamás fueron invitados. Porque ellos no son #TodosSomosAyotzinapa, más bien ellos deben de responder con hechos, porque usa frases tan desgastadas como «transformar a México», porque parece que todo México es el Estado de México, porque no entienden. Y al final del día, es difícil, muy difícil creer que alguien cuya presidencia quedará marcada por los conflictos de interés, tendrá la capacidad y una verdadera prestancia para fortalecer el Estado de derecho. Es como esperar que un golpeador de mujeres luche incansablemente por la equidad de género.
Y menos crees que sea un acto solidario real con la sociedad, cuando siguen utilizando cuentas falsas en Twitter (bots) para hacer llegar «su mensaje»: