Muchos no dábamos un peso por la selección. Y eso tenía mucho que ver con el ridículo que hicieron en Concacaf donde ni siquiera habían merecido calificar al mundial. Esto aunado a la corrupción dentro de la federación. ¿Qué es lo que tiene que pasar para que la selección se lance adelante? Emilio Azcárraga, dueño del futbol mexicano (aunque ahora parcialmente por la irrupción brutal de Carlos Slim, su rival) dio un manotazo y puso al Miguel Herrera que le dio el campeonato a sus Águilas. Sabían que si México no calificaba, muchos de sus intereses podrían venirse abajo.
La selección es un espectáculo, pero todo espectáculo es negocio. El problema con el futbol es que para que sea negocio no se necesita tener un equipo altamente competitivo, sino solamente que califique al mundial. La diferencia entre el business y el not business, se encuentra en si México califica o no. Al final la decisión de los de pantalón largo, es decir, Emilio Azcárraga terminó siendo acertada y sacrificó un poco a su América para poner los huevos de oro donde había mayor negocio, que es la Selección.
Pero se encontraron con un problema. Los aficionados no tenían fe en la Selección. Eso podría hacer el negocio menos atractivo. Bastaba con que el aficionado tuviera ciertas esperanzas aunque sólo calificaran a octavos de final como siempre, pero ni siquiera eso había y por lo cual emprendieron una campaña titulada #QuieroCreer, pensando en que la fe, ante la falta de argumentos, puede mover todo, e instalar a los aficionados en la televisión para así poder vender espacios publicitarios y demás fuentes de ingresos.
A partir de ahí, lo que ha sucedido no ha sido tanto por ellos, y más bien a pesar de ellos. Herrera recibió una selección basura y lo ha convertido en algo decente. No es la mejor selección que ha ido a algún mundial, de hecho ha sido una de las más flacas en cuanto a nivel. Pero contra los pronósticos, está cerca de calificar y se metió a sacar el empate a Brasil en su propia casa, lo cual es memorable. Ciertamente Memo Ochoa se convirtió en el héroe y podría tener argumentos para quedarse con el premio del portero del mundial, pero la Selección Mexicana, a pesar de su inferioridad, le jugó al tú por tú, con una actitud ganadora y sin miedo. Una diferencia abismal si comparamos a esta selección con la que perdió con Honduras en el Estadio Azteca.
Se han superado las expectativas pero en realidad no se ha ganado nada más allá de un empate que rompe con la estadística tradicional. México todavía puede quedar eliminado, y lo más posible es que repita la historia de siempre, que califique a los octavos de final y ahí quede. Ese escenario podría ser cómodo para aquellos conformes con el negocio. Se dirá que contra los pronósticos se logró calificar, pero viéndolo en términos un poco más «macro», será la repetición de la historia de siempre, y de esta forma no habrá muchos alicientes ni muchas exigencias para mejorar el futbol.
Sorprende el gran apoyo que recibe la selección de sus aficionados. Aunque el campo de batalla sea amarillo, ese ínfimo porcentaje de aficionados mexicanos que asistieron se hicieron notar e incluso se llegaron a imponer a los locales. La cuestión es por qué no podemos ser así en temas más trascendentales, y ahí nos agachamos y nos escondemos en la comida familiar para criticar por qué todo está mal sin hacer algo para mejorar las cosas.