De pronto solemos ser un poco (o un bastante) contradictorios. Alfonso Cuarón lanzó 10 preguntas a Enrique Peña Nieto con relación a la Reforma Energética, porque a su parecer, la forma en que se creó esta reforma no fue muy democrática, además de que esta le dejaba muchas dudas. Es un gran ejercicio que podría abonar a esta reforma, pero a veces las ideas preconcebidas de la gente le quitan peso.
Lo que hizo Alfonso Cuarón fue muy loable. Aprovecho su momento mediático para tratar de incidir en el tema. Algunos dirán ¿Por qué a Cuarón si lo oyen y a mí no? Lo correcto es que el gobierno escuchara a todos los mexicanos, pero la realidad es que para los intereses del gobierno, el que el ganador del Oscar a mejor director, emita esas preguntas, es mucho más importante, porque debido a su posición, tiene una gran capacidad de influir en los demás. De hecho Alfonso Cuarón así lo entendió, de lo contrario, no habría lanzado las preguntas.
Pero vienen los prejuicios, las ideas preconcebidas. Resulta que Alfonso Cuarón no es un experto, no tiene estudios en temas energéticos, su opinión es la de un ciudadano más que se informa con lo que tiene a su alcance. Entonces hay que demeritar su opinión: -Es que no le sabe, es que no leyó las ciento y tantas páginas de la Reforma-. Entonces por eso su opinión no vale -quesque debería ponerse a criticar películas y cine que es lo que sabe hacer-.
Todo mundo está esperando a que no responda Peña Nieto. Es más importante reforzar la idea de que es un «pelmazo cobarde» a que se logre hacer el ejercicio.
Pero resulta que Peña Nieto sí responde (seguramente su equipo cercano armó las respuestas). Ciertamente las respuestas no nos dejaron del todo satisfechos, pero Cuarón logró lo que quería, que Peña respondiera a dichas preguntas. Entonces las críticas no se hicieron esperar. Como Peña no fue en esta ocasión el «pelmazo cobarde» entonces es un demagogo, es un acto populista. Naturalmente su proceder tiene tintes políticos, porque es político y se mueve dentro de un círculo de intereses. Pero esto fue más importante que el hecho de que Cuarón haya logrado su cometido, y sea cual sea el móvil, Peña Nieto hizo bien en contestar dichas preguntas.
Pero Cuarón fue más allá, hizo una onceava pregunta «¿Por qué no debatir?». Esta petición dejará en entredicho al gobierno, seguramente se reunirán para saber que escenario es el mejor para sus intereses, si acceder a la petición o ignorarla. Al tiempo que escribo este artículo, no se sabe cual ha sido la decisión del gobierno.
Cuarón ha hecho una lucha loable, y ha hecho más que muchos políticos para llevar la voz del ciudadano a las esferas del poder. Ni el «líder de las masas» López Obrador con sus marchas y mítines lo había logrado. Cuarón, a diferencia de los políticos (de derecha, centro e izquierda) es respetado por la población, pero varios ponen en cuestionamiento su autoridad moral porque «no es experto».
En todo este camino recorrido, que si tiene éxito, podría incidir en la misma Reforma, vemos como varios espectadores que se esconden en el disfraz del buen ciudadano pero que no salen de las redes sociales, ponen piedras en el camino, inventan «peros», buscan detalles para cuestionar la legitimidad del reclamo. Cuarón, a diferencia de los férreos críticos opositores de la Reforma Energética, hace su planteamiento desde un punto de vista apolítico, alejado de ese nacionalismo dogmático, pero igualmente alejado de ese conformismo y apatía hacia temas importantes y trascendentales donde pequeñas decisiones pueden hacer la diferencia entre una apertura que traiga desarrollo al país, y otra que termine siendo un desfalco.
Mientras tanto, muchos ya buscan el «pero» adecuado para cuestionar la travesía de Alfonso Cuarón. Posiblemente lo hagan porque cuando recibio su premio no dijo cosas como «Viva México Cabrones», «El Oscar es de todos los mexicanos» o no se aventó desde el techo del escenario desnudo con la bandera mexicana.