Escrito para mexicodesdemexico.com
Entiendo que el nacionalismo tiene como objetivo crear cohesión en una sociedad, darle una identidad, y alinearla a los intereses de la nación. Que en un principio no son los mismos intereses del individuo, pero basta con una propaganda eficiente para que las mayorías adopten dicho credo, que no necesariamente les beneficiará.
Cualquier persona puede distorsionar la realidad para hacer del nacionalismo, un infierno. Basta leer el Mein Kampf de Hitler para ver como una persona inteligente y culta, pero trastornada, puede interpretar diversas realidades vistas de tal forma que termine en uno de los mayores genocidios de la historia moderna. Creer que por llegar a la conclusión de que unas razas son superiores que otras, se el derecho a aniquilar a aquellas para preservar la propia.
Los países fuertes, desde la Alemania de Hitler, la Inglaterra de Churchill, o los propios estadounidenses, han basado su nacionalismo en su fortaleza como nación. Es decir, que dicho nacionalismo está basado en el orgullo, en los éxitos históricos, en la fortaleza, en la superioridad. Los Alemanes lo basaron en la raza aria, debido a que ésta fue la que aportó mayores beneficios al progreso de la humanidad (aunque convenientemente Hitler omite a los egipcios y a los árabes). Estados Unidos lo hace en su modelo hegemómico. Posiblemente no es políticamente correcto decir la verdad en su afán imperialista, pero sí lo es afirmar que ellos buscan democratizar el globo terráqueo.
Si tomamos esto en cuenta, entonces entendemos las diferencias con nuestro nacionalismo como país tercermundista. México no puede basar su nacionalismo en la fortaleza, porque históricamente nunca ha sido un país fuerte, y su participación en la aldea global no es muy influyente, y más bien son los países fuertes los que influyen sobre él.
Es por esto que en México se ha tenido que manipular la historia oficial (y no es que los países fuertes no lo hagan hasta cierto punto) para transformar una realidad traumática y compleja, una historia heróica basada en el maniqueísmo, donde todos los personajes históricos son acomodados dentro de los bandos de buenos y malos. Incluso el Grito de Independencia se explica bajo ese maniqueísmo histórico (no era propio reconocer a Iturbide como uno de los héroes de la independencia y sí a Hidalgo que si bien desató de alguna forma el proceso, nunca la buscó). Una historia a medida del priísmo revolucionario heredera de un liberalismo que en realidad nunca ejercieron. En el bando de los buenos teníamos a Hidalgo, Juárez, Zapara y en el de los malos a Iturbide, Lucas Alamán y Porfirio Díaz. Los primeros son recortados y dibujados por los niños educados en escuelas públicas, los otros denostados por la historia.
Con la Reforma de 1857 se acotó el poder de la Iglesia, pero a través del tiempo, los símbolos nacionales tomaron el papel de los símbolos religiosos. Por eso el trato tan especial que se les da. Por eso se explica la indignación colectiva por la imagen de una bandera mexicana con sangre haciendo alusión al narcotráfico, por un cartonista que utiliza de igual manera los símbolos estadounidenses sin que reciba numerosas críticas por ello. Por eso el uso del escudo nacional está sumamente restringido, por eso está prohibida la interpretación del Himno Nacional con alguna nota o cadencia de más, mientras que el himno de Estados Unidos o hasta la Marsellesa de Francia tienen mayor libertad de interpretación.
Nuestro nacionalismo también está basado en los usos y costumbres, en el mariachi, en el tequila, en la Virgen de Guadalupe, en los tacos, los murales de Diego Rivera creados por petición del gobierno para exaltar lo mexicano. Que aunque no muestran una fortaleza como nación ante las demás, si muestran una cultura fuerte en el sentido que se han logrado preservar las tradiciones, exportables y admiradas por otras culturas, a pesar del influjo del extranjero que tiende hacia la estandarización cultural global.
Es curioso que en los países desarrollados, la derecha es quien tiene un afán más nacionalista. Mientras que en países como México, la izquierda (además del PRI) es quien pretende guardar esos valores, incluso rayando en el dogmatismo. Esto tal vez porque la derecha usa el nacionalismo como ataque, como muestra de la fortaleza nacional, mientras que la izquierda usa un nacionalismo defensivo, que busca poner un escudo ante el influjo del exterior.
Cierta dosis de nacionalismo es bueno, sentir el orgullo nacional, tener una identidad nacional. El problema es cuando se utiliza éste en beneficio personal o de unos cuantos. Empezando por el falaz argumento de que el petróleo es de los mexicanos, hasta utilizar a la figura de Lázaro Cárdenas para engañar a la gente y hacerle creer que no hay intento de privatización alguna (aunque sea a largo plazo). El problema es cuando el partido hegemónico utiliza los colores de la bandera mostrando un halo de superioridad ante los demás partidos, de esta forma, aquellos sectores manipulables y adoctrinados con el nacionalismo oficial, verán en los colores del partido la identidad nacional.
No se puede pedir un nacionalismo de país desarrollado en tanto los hechos no justifiquen una presunta fortaleza. Pero en la caso de México sí que puede mejorar bastante, empezando por hacer un lado esa falsa mitología.