Leía un libro bueno, llamado «El Mono Desnudo» de Desmond Morris, y fue interesante para mí ver un estudio del ser humano desde el punto de vista zoológico (que ya había leído antes puntos de vista filosóficos, antropológicos y psicológicos). A mí se me hace evidente que el hombre es pariente del mono y otros primates (vean a un chimpancé y no podrán negar el evidente parentesco con los humanos), que provienen de un mismo ancestro en común. El hombre, al no ser tan fuerte como algunas especies, o tan rápido como otras, desarrolló la inteligencia con el fin de preservar su especie. Gracias a ella, aprendió a usar materiales como piedras, e incluso a crear sus propias armas, para atacar a las otras especies y poder alimentarse. La supremacía ha sido tal, que el hombre tiene el monopolio del poder en la tierra, e incluso si por su voluntad fuera, podría acabar con la mayoría de las especies sin demasiado esfuerzo.
Somos lo que somos gracias a la forma en que hemos evolucionado. Pero en realidad, el avance humano ha rebasado por completo a su proceso evolutivo (lo cual hace que nos consideremos algo totalmente aparte de las demás especies), al punto en que poseemos rasgos que ya no nos sirven en la actualidad, e incluso varios de nuestros conflictos y problemas como humanos tienen que ver con esa disparidad entre nuestro avance como especie, y nuestro proceso evolutivo. Por ejemplo, el nivel de estrés y ansiedad que se viven en las ciudades grandes tienen que ver con el hecho de que el hombre todavía no se adapta desde ese punto de vista a la forma de vida en un aglomerado completamente diferente de los campos y los espacios donde se dedicaba a la caza.
El hombre, al haber dominado a todas las especies, parecería ya no estar tan necesitado de otros cambios evolutivos, aunque los científicos hacen predicciones a futuro de como sería el ser humano. Pero en la vida actual, veo incluso como el humano, ni por iniciativa propia, busca continuar dicha evolución. Podemos hablar de la fuerza física, antes determinante para su supervivencia. Una especie corporalmente débil tenía más posibilidades de sucumbir ante su posible presa o ante otras especies. Ahora una persona débil físicamente y con sobrepeso, puede ser el director de una transnacional con influencia sobre varios gobiernos. La fuerza ya no supone tanta ventaja y queda limitada a la estética, al deporte, y en algunas ocasiones, al mantener un cuerpo saludable (para lo cual no es mandatorio que se trate de un cuerpo muy fuerte).
La inteligencia (racional y emocional) es la que determina sobre todo, quien es el hombre más fuerte, ayudada menormente (sobre todo en el caso de las mujeres) de la belleza. Pero debido a que la diferencia entre el humano y el animal es demasiado grande, no hay tanta necesidad de ejercitarla. Peor aún, ahora los humanos competimos contra nosotros mismos, para eso se crearon jerarquías sociales, y por lo tanto hay recitencias para el desarrollo de la inteligencia humana, lo cual lo vemos, en la educación pública de países como México. Es decir, no sólo procuraré ser el más inteligente para sobresalir de los demás, sino que procuraré que los demás también sean más débiles que yo.
Nuestro proceso evolutivo no ha terminado, ni se ha estancado, debido a que todavía no llega a las necesidades del ser humano del Siglo XXI, pero parece que el hombre está pidiendo una desaceleración evolutiva. «Ya no tenemos que ser tan fuertes, y no todos pueden ser más inteligentes».
Aún así somos una especie vulnerable y en otra circunstancia podríamos sucumbir antes que otras especies. Por ejemplo, después de una guerra nuclear, el hombre podría extinguirse, mientras que algunas especies pequeñas, virus, bacterias y demás organismos microscópicos podríamos seguir vivos. También nuestra arrogancia podría terminar siendo un defecto evolutivo, la depredación de nuestro entorno, y la aniquilación de otras especies, podría, paradójicamente, acabar con nosotros mismos.