Quienes se quedan «en medio» buscan agradar a todos y no tener conflictos con nadie. Pero a veces sucede que todos terminan inconformes con quien decide tomar esa postura. Quedarse en medio, refleja una falsa intención de moderación y prudencia, y a la vez se percibe cierta inseguridad y cierto miedo. Esto es lo que creo yo ha pasado con la reforma energética de Peña Nieto, que al final no tuvo ese mucho de arriesgarse, de pagar el precio y sí de quedar bien con todos.
Lázaro Cárdenas, aquel legendario Presidente para la izquierda y un sector del PRI, expropió el petróleo. Pero fue otro Presidente, Ruiz Cortines quien terminó cerrando Pemex con puerta de acero al decretar que el ejecutivo no podía otorgar concesiones a empresas privadas. Gracias a este dato histórico, el PRI de Peña pudo hacer una reforma a medias cuando menos, porque puede avanzarle «un poquito» sin traicionar el «legado» de Lázaro Cárdenas. Es decir, bajamos los decretos de Cortines, y ahora nos quedan los de Lázaro Cárdenas intactos. Entonces no hemos traicionado la memoria histórica de los mexicanos, por el contrario, defendemos el legado histórico. Al cabo nadie conoce a Ruiz Cortines y menos que él fue quien prohibio el otorgamiento de concesiones.
La propuesta de reforma consiste en una modificación al artículo 27 donde el estado podrá celebrar contratos de «utilidad compartida» sin perder el control de los energéticos. ¿Es un avance? Sí, pero pequeño y no hay mucho más que festejar: No se toca al sindicato de Romero Deschamps, y el petróleo sigue «siendo de todos los mexicanos». Y es que la reforma es lo suficientemente sosa para considerar absurdo que esta misma implique una privatización.
Esta reforma más bien es política. Lo repito. El PRI va a buscar el desarrollo de México sólo al punto en que preserve sus intereses. Y políticamente fue lo que más le convino. Abro Pemex un poquito, más no lo suficiente para que la izquierda se me venga encima, que el PRD, que MORENA. Cuando los priístas dijeron que había que defender esta reforma en las calles (lo cual parecía un reto al movimiento de López Obrador), parece que estaban siendo sarcásticos, porque con una reforma tan a medias, no se podrá crear el suficiente coraje como para que se haga un movimiento masivo al cual retar.
La izquierda está molesta, la derecha también, los mercados, la bolsa de valores, las corporaciones petroleras tampoco están muy contentas. Peña Nieto quiso quedar bien con todos y no quedó bien con nadie. Aunque es ganancia que la molestia sea tenue por varios sectores, contra el hecho de que un importante sector de la sociedad se indigne fehacientemente contra esta iniciativa. Recordemos que el 65% de los mexicanos está en contra de la privatización de Pemex contra un 19% que está a favor (los restantes son indecisos).
¿Se tratará de una gradualidad como la que menciona Noam Chomsky? Es decir, ir haciendo cambios de poquito en poquito para que la sociedad no se haya dado cuenta como es que el petróleo haya sido privatizado. O bien, es simplemente una reforma timorata, una reforma energética pensada desde conveniencias políticas. Pensada en no despertar al supuesto «México bronco», pensada en que el PRD no se baje del Pacto por México para que los priístas puedan seguir mangoneándolos.
El PRI no quiso tomar el riesgo. Peña Nieto se presentó como el gran reformador (algunos se la creyeron) y de las 4 reformas propuestas, se ejecutaron 2 (la laboral y la de telecomunicaciones) que terminaron muy cortas, y esta propuesta por el ejecutivo tiene el mismo talante. Faltaría la fiscal pero creo que ya no podemos esperar mucho. Las reformas no lo han sido tanto, y en todos los casos, les han llovido críticas desde diversos sectores por dicha timidez. El gobierno de Peña Nieto que empezó pujante a pesar de las críticas de gran parte de la población se desinfla. Cuando ya no queden reformas por aplicar, habremos de preguntarnos cual será la siguiente estrategia. Peña Nieto quedaría como un reformador mediocre.
No, no hay intenciones de cambiar. Ni un pacto donde se invitaba a todas las fuerzas a trabajar en común (con estrategia mañosa) permitió que se lograran los avances que necesita este país.
La insistencia de rememorar a Lázaro Cárdenas en el documento enviado por Peña al pleno, es la clara muestra de la incapacidad, o más bien, falta de voluntad para tomar riesgos. Se terminaron abrazando a los mitos históricos de nuestro país, a decisiones que en su momento pudieron haber sido útiles. Pero ahora ya no. En ese sentido el PRI terminó igual que el PRD o AMLO, tratando de justificar sus posturas con una historia mexicana que no es lo suficientemente digna para poder presumir y sentirnos orgullosos.
Faltan ver las discusiones en el pleno, ver como se modifica esta propuesta. Pero la entrada es débil, timorata.
Lo repito. El petróleo no es de todos los mexicanos, ya quítense eso de la cabeza. Con todo y petrolera no hemos logrado despegar, hay que empezar a hacer las cosas diferentes.