Qué yo recuerde, desde el año 2000 (cuando perdieron las elecciones presidenciales) los tricolores no han parado de insistir en un «nuevo PRI», en un partido que ya cambió, que dejó a los dinosaurios en el pasado. TV Azteca en plena campaña lanzaba una telenovela protagonizada por Humerto Zurita llamada «El Candidato», cuyo personaje principal trata de un candidato del PRI renovado (llamado Alianza Popular en la telenovela pero las referencias son claras), con otra cara, llega buscar al poder a pesar de los dinosaurios viejopriístas. Desde antes de dejar el poder se quisieron presentar en sociedad como los nuevos priístas. Ernesto Zedillo rompió con esa tradición vertical (restaurada por Peña Nieto) dónde el Presidente de la República era el mandamás del partido. Zedillo permitió la susodicha transición democrática, relajó un poco el aparato autoritario y dejándolo listo para que alguien más se encargara de desmontarlo (los panistas tuvieron el plato servido, y del plato a la boca, se cayó la sopa).
Se habla de un viejo PRI y un nuevo PRI, aunque no terminamos de entender las diferencias. No sé si se refieran a la diferencia entre el viejo PRI estatista, y el nuevo PRI neoliberal, cuya única diferencia es esa, su postura económica, nada más. A Peña Nieto lo vendieron como uno de los nuevos priístas, empezando por su juventud y por un temperamento aparentemente moderado. Pero es heredero de una clase noble, cuasimonárquica y vertical representada en el Grupo Atlacomulco. Se asume como novopriísta, pero comenté, restauró la figura del Presidente líder de la nación, jefe del partido al cual todos sus integrantes se alinean sin chistar.
Veo un gobierno bipolar, o más bien un gobierno PRIpolar. Enrique Peña Nieto se presenta como reformador, dispuesto a hacer en menos de los 15 minutos prometidos por Fox para resolver el conflicto chiapaneco, lo que los panistas no pudieron (o no quisieron) hacer. Pero del otro lado vemos cada vez más evidentes las tentaciones restauradoras y autoritarias del pasado. Vemos un gobierno que apuesta por la democratización de los medios, pero a la vez ha dictado línea a los medios principales para que ya no se hable del problema del narcotráfico (si la tendencia sigue lineal, al final del sexenio habrían 90,000 muertos, 20,000 más que los de su antecesor). Vemos a un gobierno dispuesto a sentarse a negociar, firmar pactos para sacar las «reformas que México necesita», pero ese mismo comienza a restaurarse como lo que era antes. La asamblea nacional del PRI llevada a cabo hace pocos días fue el claro ejemplo, los discursos, la oratoria, el «compañero Presidente», el «disculpe usted», los compañeros de partido alineados. Faltaba una cosa, y era la Marcha Imperial de Star Wars de fondo.
Igualmente metieron a la cárcel a Elba Esther Gordillo, quien naturalmente merece estar ahí por todo el daño que le causó a la nación. Pero protegen a varios de los suyos que deberían estar también cumpliendo una pena. Un PRI que critica a Oportunidades en tiempos panistas y lo llama populista, pero después lanza la «Cruzada contra el Hambre» con fines más bien electoreros y clientelares. Un PRI que ante la necesidad de credibilidad (con el objetivo de conseguir margen de maniobra) cede, y crea no solo llamaradas de petate, sino políticas que de alguna manera sí beneficiarán a la nación (como lo es indudablemente la Reforma a las Telecomunicaciones).
Algunos se comienzan a sentir satisfechos con el gobierno. Han dado varios golpes, han tomado decisiones, han movido estructuras. Pero algunos mantenemos nuestro escepticismo, no ante las decisiones tomadas que sin duda podrán traer beneficios, sino ante lo que sigue. ¿Se restaurará el PRI como en los viejos años y echará raíces en la silla presidencial, o de verdad estarán dispuestos a reformar el país para que salga adelante? O igual podrá ser una mezcla de las dos, un México pujante en economía, más desarrollo y reducción de la pobreza, al tiempo que gobierna un partido que ha restaurado su hegemonía, la «dictadura perfecta». ¿Este paso adelante es indicio de otros pasos que le seguirán? ¿O aplicarán a la inversa la máxima de Vladimir Lenin, donde darían un paso adelante para dar dos atrás?
En el sentido político hay incertidumbre. No sabremos dónde estaremos colocados en algunos años. La variable no es solo el PRI, es la oposición (con un papel lamentable, en especial la del PAN), y la ciudadanía, cada vez más importante. Igual regresaremos al autoritarismo, o igual como sugirió Zepeda Patterson, Peña Nieto la haría de demócrata porque ante la coyuntura no le quedaría de otro. El PRI tiene una oportunidad histórica, ante una coyuntura económica positiva, pero una sincera renovación implicaría un riesgo, implicaría desapegarse del poder clientelar, el poder de los intereses y el poder de la corrupción que le da fuerza, para buscarla en los votos de los ciudadanos que con el tiempo se convencieron de que el PRI cambió gracias a sus resultados. Para algunos se antoja difícil, pero a mí me gustaría que me dieran la sorpresa.