Le decía a un amigo mío que da terapia familiar, -Cuando critican a Peña Nieto en las redes sociales, no es que lo critiquen a él, sino a lo que representa. Me responde, -No, es él, es él, míralo, míralo.
Para decir cosas, uno debe tener autoridad moral con el fin de que «esas cosas» tengan credibilidad. Después de detener a Elba Esther Gordillo (me causa gozo verla detrás de las rejas, pero eso no legitima, en mi percepción, al gobierno, por obvias razones), Enrique Peña Nieto sale en cadena nacional para decir que nadie puede estar encima de la ley. ¿Tu pondrías confianza en alguien que te grita, imbécil o pendejo, constantemente? A mí, y a muchos ciudadanos con sus acciones nos han dicho eso, imbéciles, pendejos (y los memes en las redes sociales se entienden como una respuesta a esos insultos) ¿Debo creerles después de que me hayan insultado?
No le creo a Peña Nieto. El que haya metido a la cárcel a Elba Esther Gordillo (movimiento político al fin) no anula el hecho de que compraron votos y usaron la voluntad de la gente, que con la Cruzada contra el Hambre quieren agrandar su clientela electoral (se aplicará en los municipios donde habrá elecciones) cancelando la posibilidad a los pobres de salir adelante generando, y ampliando una relación de dependencia entre individuo y gobierno, no anula el uso de instituciones como el IFE y las amenazas para absorber al IFAI, no anula el hecho de que amarran contratos con empresas que ya habían defraudado a Pemex. Y nos dicen que nadie puede estar encima de la ley, con la excepción de ellos mismos.
Tengo una bizarra admiración del oficio del gobierno actual, de la inteligencia tricolor que paradójicamente contrasta con la limitación intelectual del Presidente. Firman un Pacto por México, acaban con Elba Esther Gordillo (otrora amiga de ellos y creada por ellos). Se comprometieron a firmar una reforma educativa, que al final es pequeña, que prácticamente solo toca cierta profesionalización de los maestros, ¿avance? Sí, pero faltó mucho más, y es lo suficientemente insuficiente para romper las estructuras corporativas, la caída de Gordillo no garantiza nada, sino hay un cambio estructural llegará otro, o el gobierno utilizará el magisterio como botín político . Con Enrique Peña Nieto habrá apertura de medios, sí, con él, paradójicamente entrarán nuevos competidores al área que solo pertenecía al duopolio ¿Pero qué creen? Esa decisión fue tomada antes de la llegada de Peña Nieto, El dúopolio cedió a las peticiones de la Cofetel a cambio de poder incursionar en el terreno de las telecomunicaciones, que a largo plazo es un jugoso negocio en contraposición de la TV abierta cuya influencia será cada vez menor, es una decisión empresarial, no democrática. Pero los priístas lo venderán como sus logros, buscarán callar críticos con verdades… a medias, por eso mi admiración.
La integridad es importante para mí, y no soy mocho, no soy persignado. Pero los principios de las personas hablan de como serán en el poder. No puedo esperar a una persona íntegra en aquel individuo que procreó varios hijos con diferentes parejas durante su matrimonio (aclaro, que sí, uno se puede equivocar, pero uno espera que esa persona enmiende sus errores y Peña está lejos de eso) y que no sepa decir frente a las cámaras de qué murió su esposa (en Estados Unidos, país más liberal que el nuestro, sería hombre muerto). No puedo esperar nada de una persona que no tiene principios ni creencias, que no los ha mostrado en lo absoluto. Incluso han existido dictadores autoritarios que dentro de toda su estructura intolerante, dejaban ver una escala de principios. Peña no los tiene, no es nada, es un pobre hombre, y pareciera que no es consciente de ello, o bien, que se siente orgulloso de ello.
¿Podrán aplicar políticas que ayuden al país? Puede ser, no estoy cerrado a que algunas de sus políticas produzcan un beneficio a la nación. Pero el fin último parece ser, es el poder. Todos los políticos buscan poder, pero los políticos con principios, en esa búsqueda, se molestan en hacer algo por su nación, Peña Nieto no los tiene y eso es lo más preocupante.
No puedo esperar un nuevo PRI cuyos integrantes están íntimamente relacionados con el gobierno de Salinas, ese que hizo que parientes y conocidos míos perdieran su patrimonio por medio de una crisis debida en gran medida a la corrupción. Se podría dar el beneficio de la duda si nos hubieran pedido perdón, no lo hicieron, más bien se rieron de nosotros. Si permitieron que eso ocurriera es porque sus intereses fueron antepuestos al desarrollo del país, entonces ahora puedo esperar que vuelvan a anteponer sus intereses. El PRI es el mismo, autoritario, jerárquico, corrupto, eficaz (hay que ser sinceros, y logran ser más eficaces que la oposición, sea para bien o para mal), de lealtades marcadas (más notorias que en cualquier otro partido) antidemocrático.
Soy una persona imperfecta, y he cometido errores como cualquier ser humano, pero los he reconocido y trato de no cometerlos de nuevo, pero me creo una persona honesta, que se conduce en su vida rectamente. No soy una persona casada con algún partido político, en 2006 voté por Felipe Calderón, en 2009 anulé, en 2012 voté por López Obrador, incluso voté por un priísta en mi municipio, más por la persona que por su partido (no me arrepiento de ninguna de mis decisiones aunque haya cosas que no me gustan de ellos, y si me equivoco me viene valiendo un reverendo cacahuate). Pero sí estoy convencido de lo que no quiero. Y si un político que se acerque a lo que creo que se debe tener, sería alguien con dotes de estadista, con creencias puras, con un deseo por contribuir, con antecedentes decentes, que muestre confianza, que la gente le tenga respeto (ojo, respeto, no miedo). Entonces llegamos a la conclusión de que la antítesis directa de mi político modelo es Enrique Peña Nieto, ese pobre hombre, ese pobre político que desafía la máxima de Hank González. Peña Nieto es un pobre político, pero no es, un político pobre, bueno, en el aspecto material.
El cambio verdadero posiblemente no está en López Obrador, ni tal vez Josefina haya sido tan diferente. Pero al menos estos dos, asumiendo yo que no son los políticos que necesita México de lejos, tenían decencia. Tenían ideas (qué podemos estar o no de acuerdo con ellas), había algo de creencias dentro de ellos dos. Con Peña no.
No tengo de ninguna forma el placer de desear mal a Peña Nieto, incluso desearía que me callara con el ejemplo. Desearía que Peña Nieto fuera otra cosa. Más bien es molestia, coraje, porque deseo ver a mi país salir adelante y lo veo en un círculo vicioso. Porque de verdad, somos una nación que tiene la capacidad de ser un país desarrollado, y no tanto por los recursos naturales, sino por su gente, pero seguimos estancados. Yo me puedo comprometer a poner mi grano de arena para hacer de México un país mejor.
Por cierto, no pueden venir a decirnos que «el cambio está en uno mismo» porque para predicar con el ejemplo, deberían cambiar ellos mismos.