Hoy los mercadólogos nos hemos puesto a prueba. Nuestro trabajo es crear necesidades «no necesarias» con el fin de enriquecernos, o bien enriquecer a la persona con la que trabajamos (naturalmente a cambio de un mejor sueldo o un mejor puesto). Conocemos el comportamiento de los seres humanos, no solo estudiamos a Kotler o a Chetochine, estudiamos a Goebbels y a Molotov. Aplicamos técnicas de manipulación de masas que se han aplicado en los régimenes más sanguinarios, pero de una forma muy sutil con el fin de que dicha técnica pase desapercibida.
Unos de los días clave para nosotros es el día de San Valentín, que por cierto, nosotros inventamos. El día del amor y la amistad. Las emociones y sentimientos son un arma de doble filo, porque gracias a ellos nosotros tenemos acceso a la mente de las personas. No podemos convencer por medio de la razón a la gente para que se deje manipular y malgaste su dinero, si lo hiciéramos así, lo primero que recibiríamos sería un golpe en la cara. Pero no, apelamos a sus sentimientos, a su subconsciente, para que se «abran» y nos dejen «insertar información en su memoria cerebral» en nuestro beneficio.
No solo recurrimos a los sentimientos positivos como puede ser el amor, el sentimiento de filiación. Sino también a esos negativos como la frustración y la ansiedad. Es decir, hemos condicionado al sujeto para que todos los 14 de febrero le compre algún regalo a su novia. Esa compra es un sentimiento positivo en cuanto a que el sentirá cierto placer emocional al darle un presente a su querida (y si bien le va, hasta físico), pero a la vez es un sentimiento negativo porque si no le compra nada, su novia se va a enojar, y va a poner en tela de juicio lo que él siente por ella. Es decir, para satisfacer sus necesidades emocionales, el novio (y en muchos casos la novia) tiene que depositar su dinero en nuestras arcas.
Pero el dinero está garantizado, tal vez no para las mismas empresas, pero algún capitalista se beneficiará. Empresas que fabrican tarjetas, chocolates, salas de cine, restaurantes y moteles se benefician enormemente con el ser humano alienado que busca satisfacer a su pareja. En dado caso que no lo decida así posiblemente la perderá, pero debido a su soledad consecuente (en especial la frustración de pasar solo el siguiente San Valentín) se van a ver beneficiadas esas empresas de casa de citas virtuales, neverías, fabricantes de Nutella, iPhones (el Siri será muy solicitado), alquiler de películas Blockbuster o Netflix, la industria pornográfica, cremita para la piel, y hasta consoladores para que el sujeto alienado forever alone sopese su soledad. Sea como sea, haremos que el individuo gaste su dinero.
En San Valentín, nuestras técnicas de manipulación son más sutiles, que por ejemplo en navidad o las ventas nocturnas. En estas últimas logramos que el hombre se convierta en masa, concidionamos su conducta al punto que cientos de alienados corran en las tiendas por la misma TV de LCD e incluso se agarren a golpes. Ahora no, el individuo tiene todo el tiempo para escoger el regalo, para hacer la reservación, para comprar de esos «globos pa la fiesta» que venden en los Oxxo.
Los mercadólogos somos poderosos, tenemos más poder inclusive que los políticos, los cuales compran ciertas marcas de lujo porque nosotros les dijimos que las tenían que comprar. Nosotros le dijimos a Peña Nieto que Bijan en Beverly Hills era una tienda de caché, le dijimos a Elba Esther Gordillo que con los bolsos de mano de Christian Dior se le iba a quitar lo fea (todos sabemos que no es así, pero las sigue comprando), hicimos que el Peje se comprara su Tjuru incluso. No se metan con nosotros, de verdad, somos anónimos, podemos hacer de sus ideas y talento un producto frívolo mainstream, donde ponemos a los hipsters a nivel de Justin Bieber.
Advertidos quedaron.