AMLO quiere emular a Lula da Silva, incluso en la campaña trató de hacerlo al traerse a Luis Costa Bonino a asesorarlo (quien hizo la campaña del ex mandatario brasileño, y quien presuntamente creó eso de la «República Amorosa»). Ahora trata de hacerlo no en efectividad política ni en logros. Sino más bien que como Lula da Silva, AMLO quiere que la tercera sea la vencida.
En las elecciones pasadas, López Obrador no salió tan mal parado como en el 2006, más porque es más gente la que cree que Peña ganó con trampa esta vez, que la que creyó que Calderón lo hizo de esa forma en el 2006. Dentro de lo que cabe (porque no se pueden esperar grandes dosis de pragmatismo del conde de Macuspana), AMLO ha sido más prudente y se ha ido con más cuidado pensando en que buscará ganar el 2018. Mientras yo pienso que López Obrador debería darle paso a las nuevas generaciones, el piensa en llegar al poder como sea, no importa si la historia le termina dando más importancia que a algunos presidentes sin que el lo haya sido.
La idea fue sencilla, capitalizar el descontento social a su favor y trasladarlo al nuevo partido MORENA que quiere llevar a cabo, y lo cual no será un problema ya que con el número de seguidores que tiene ya cumple con todos los requisitos. Para evitar sumar negativos derivados tanto de las críticas como de los errores que pudiera cometer, AMLO ha escapado de los reflectores y se ha concentrado únicamente en formar su partido y dar alguna que otra declaración «muy de vez en cuando». López Obrador no cometió los errores del 2006, no hubo plantones, decidió impugnar por la vía legal, el fallo no le fue favorable, mostró su desacuerdo y consideró que las elecciones fueron fraudulentas. Ahí acabó todo. AMLO parece quedar mejor posicionado que lo que quedó después del conflicto post electoral del 2006.
AMLO sigue concentrado en eso de que él es el personaje más honesto del mundo, y afirma que su partido no va a ser como los demás (naturalmente va a engrosar la ya deteriorada partidocracia), pero dentro de MORENA ya han existido problemas, tanto de organización como de diferencias. Al saber que no puede aspirar a una tercera candidatura del PRD naturalmente se lleva todo su capital consigo, lo cual seguramente postergará la llegada de la izquierda al poder por la fragmentación que esto va a causar.
Podrían haber ventajas en el 2018 que ahora no tuvo. Si el PRI de Peña no hace las cosas bien tendría las cosas a su favor, tendría menos negativos dado que el 2006 ya se vería muy lejos. El pero es que no va a ser el único candidato de las izquierdas y todos esos votos que pudieran llevar a esta corriente política al poder se van a dividir. Esto haría que el PRI tenga más posibilidades de reelegirse, porque sinceramente veo muy difícil que el PAN pueda aspirar a regresar al poder en el 2018.
López Obrador con su ambición no solo logró que el PRI regresara «haiga sido como haiga sido» al poder. Sino que también podría propiciar su regreso hegemónico. Para él no existen medias tintas y al menos en campaña desconoce el término «pragmatismo». Bien su liderazgo lo podría usar para promover la llegada de la izquierda, pero el solo se entiende a sí mismo por izquierda, cree ser el representante absoluto de ella y el se ha encargado de postergar su llegada, al asumir que no existe más izquierda que él.