En una sociedad más abierta con acceso a diferentes medios de información, para que el PRI logre ser ese «PRI hegemónico» tendrá que gobernar bien en sus primeros seis años. Un mal gobierno de Peña Nieto podría hacer que su partido se vaya en el 2018 de nuevo y no regrese en mucho tiempo. La compra de voluntades ya no alcanza para lograr triunfos holgados como anteriormente, lo que significa que cada vez habrán más mexicanos que votarán por convicción o en un sentido pragmático, y obliga al tricolor a hacer un buen gobierno.
El concepto de «Peña Nieto títere» no deberá preocupar tanto, en tanto que es notorio que él no tomará las grandes decisiones (de lo contrario ya deberíamos estar cambiando nuestro dinero a dólares), sino que ahora lo hará todo el aparato que tiene detrás. Algo inédito en un partido como el PRI. Naturalmente la apuesta del tricolor con el chico de telenovela es aspirar a regresar al poder para quedarse, pero la imagen telenovelera si bien sirvió para llegar al poder, no será muy útil ya estando una vez en él. Y por lo que alcanzo a percibir parece que quieren hacer las cosas bien, al menos en el terreno económico, claro, sin resolver los problemas de fondo a mi parecer que son los que hacen que este país no progrese como debería.
Algo, de lo no mucho, que me agrada de este nuevo gobierno, es que veo una nueva administración que sabe lo que va a hacer, que tiene un plan, que tiene una idea. Esto es de agradecer porque el presidente saliente al parecer no la tuvo y nunca supimos que quiso hacer. Ya se hablan de reestructuraciones, y de cosas que van a cambiar en el nuevo gobierno. El PRI tendrá que demostrar desde un principio que puede hacer las cosas para ganar legitimidad (más a raíz del resultado electoral y de la percepción que tiene un sector amplio la población del PRI y sobre todo de la figura de Peña). Aunque suene paradójico. Si el «quinazo» de Felipe Calderón fue la cruzada contra el narco, sacar al ejército de los cuarteles, el de Peña Nieto sería algo opuesto, posiblemente llegar a una negociación con los cárteles, o bien, una progresiva retirada y la focalización en la violencia y no en el tráfico de drogas para generar un ambiente de seguridad. No necesariamente estoy en desacuerdo con la negociación, dado que el narcotráfico siempre (ese siempre lo recalco) va a existir mientras exista demanda (con los estadounidenses como los mayores consumidores). Lo que me preocupa es que el PRI no pueda pintar la línea entre gobierno y cárteles y este último se pueda infiltrar sobre el primero, o más bien, infiltrarse más de lo que ya está.
Naturalmente los priístas no van a mover ningún dedo para aniquilar ese aparato corporativista que ellos mismos construyeron. Yo lo he dicho, que el PRI va a procurar el desarrollo de la nación solo al punto en que pueda salvaguardar sus intereses. Naturalmente la existencia de este aparato frena en cierta medida el desarrollo del país, así que tampoco podemos esperar grandes cosas. El PRI parece que seguirá en términos económicos una línea parecida a la del PAN y lo cual he criticado porque su propuesta no significa una renovación desde adentro; aunque claro que hay diferencias con las del PAN, positivas y negativas. Una positiva es que el PRI tiene un enfoque más social que el PAN. El PAN puede tomar medidas impopulares sin medir las consecuencias adversas inmediatas sobre la población. Los priístas muestran más preocupación en sobre como sus decisiones impopulares pueden en el corto plazo afectar a la población y buscan mecanismos para que esos cambios no sean tan bruscos (ojo que una crisis económica como la de 1994 no cuenta como medida impopular sino como desfalco).
En cuestión de democracia es donde no podemos esperar mucho. Pedirle al PRI que se comporte como demócrata es esperar que una monja de convento promueva el aborto, y las relaciones homosexuales. Si bien creo existirá más censura (ya lo estamos viendo), no creo que exista una regresión marcada dado que la población tiene más recursos para informarse, y ante esta realidad, los priístas deberán comportarse diferente. Cierto, preocupa un presidente con antecedentes autoritarios como los de Atenco, pero también es cierto que un acto represivo, en estas épocas, podría ser peligroso para la estabilidad de su gobierno. Por eso creo que el equipo de Peña Nieto buscará hacer, como dice su slogan, un gobierno eficaz. Pero para conseguirla posiblemente no respete todos los mecanismos democráticos, y lo tratará de hacer preservando sus intereses.