En la política y en la vida, siempre es bueno tener una estrategia. No existen recetas ni soluciones mágicas. Cuanto más personalizada sea la estrategia, más posibilidades de éxito, porque eso implica que estará mejor pensada y se ha analizado mejor el entorno.
En el 2006, antes de que Calderón llegara a la silla presidencial, no sabíamos que iba a hacer. Emprendió un viaje por Europa donde parecía que el único objetivo era convencer a los empresarios de ese continente que invirtieran en nuestro país. Llegó a la presidencia, lanzó una cruzada contra el narco sin una estrategia sólida (6 años después ya vimos lo que pasó) y al final nunca supimos que quiso hacer. Todo el «lado bueno» de su administración no había sido su idea, más bien se encargó de reforzar y mejorar cosas que ya existían (estabilidad macroeconómica, Oportunidades, Seguro Popular).
En las elecciones pasadas, AMLO mostró una estrategia de gobierno, algo que se agradecía. El «Peje» incluso armó un gabinete de lujo, como si fuera un «Barcelona» político, orientado a fortalecer esa estrategia, además como una forma estratégica y mediática de reducir las dudas que cernían sobre su capacidad. Con el PRI no sabíamos como iba a ser esto. Algunas de las propuestas de Peña Nieto se veían buenas, pero juntas no llevaban a nada, no había ninguna convicción ideológica detrás. Las dudas sobre Peña Nieto no recaían en su estrategia, sino en su persona, en el historial y en el desempeño actual de su partido.
Ahora que Peña Nieto ha salido de gira, vemos una estrategia más sólida que la que mostró Calderón. Habla de energías sustentables, de medidas migratorias, busca fortalecer alianzas, de ciencia y tecnología. Naturalmente su equipo cercano (entre ellos Luis Videgaray) juega un papel importante, dado que sabemos que Enrique Peña Nieto tiene más limitaciones intelectuales de las esperadas en un presidente promedio y porque sabemos que no es él el líder de esta estrategia, sino que hay un equipo detrás (uno de ellos tiene orejas grandotas).
Esto no quiere decir que toda la estrategia sea buena. Claro ejemplo es el cínico papel del PRI en la reforma laboral, y otras que contradicen lo que él y su partido hacen cotidianamente (como el tema de la transparencia). También sabemos que el PRI no va a soltar sus cotos de poder aunque eso retrase el progreso del país. También sabemos las condiciones en que Peña ganó la presidencia. Pero dentro de todo esto que nos preocupa mucho a los mexicanos, el haber una estrategia de gobierno, es mejor a que no exista nada.
Ciertamente el PRI ha sido mejor estratega que lo que han sido los panistas. Durante muchos años (en especial ese lapso de entre Lázaro Cárdenas y López Mateos) se veía más estrategia que improvisación en el gobierno. A pesar de su autoritarismo y la corrupción, al menos veíamos progreso en el lado económico. Al PAN por alguna u otra razón le costó trabajo desempeñar ese papel, y más aún cuando no se necesita ser antidemócrata para tener una estrategia de gobierno.
Que Peña tenga una estrategia de gobierno no es garantía de nada. No nos garantizará que su gobierno no va a ser un fiasco o un desastre. Pero de que haya una estrategia de gobierno a que no exista. Pues es mucho mejor lo primero, y creo que eso es un punto a favor de Peña y su equipo (junto con ya los muchos puntos en contra que les hemos puesto aquí)