Entiendo la parte en que muchos estamos enojados por la resolución del TEPJF. Yo en lo particular no estoy enojado por el fallo en sí, sino por la forma en que se dio dicho fallo, donde si bien, como he mencionado, varias de las pruebas de AMLO no tenían el suficiente sustento para acreditarse, usaron el mismo criterio para aquellas que fueron demasiado obvias. Creo que hoy más que nunca, estamos en un momento coyuntural, y eso implica que nosotros como ciudadanos razonemos con «la cabezota» y no nos dejemos llevar por las emociones.
¿Las elecciones fueron un cochinero y estuvieron llenas de actos fraudulentos? Sí, y que no nos vengan a decir que no. También es cierto que todas estas acciones posiblemente no llegarían a dar la vuelta a la elección. Es decir que si las elecciones hubieran sido limpias, tal vez ganaría Peña Nieto de todos modos, pero no por eso podemos decir que Peña Nieto ganó limpiamente de ninguna manera. Porque si la distancia entre Peña y López Obrador fuera de un millón de votos o menos, bajo el mismo escenario, entonces las prácticas fraudulentas si hubieran dado la vuelta al resultado.
López Obrador no aceptó el fallo del TEPJF. Está en su derecho de no aceptarlo. López Obrador rompió con el pacto de civilidad que firmaron los candidatos un mes antes de la elección ciertamente, pero este pacto implica que las instituciones hagan bien su trabajo y que los partidos procuren elecciones limpias. Ni lo primero sucedió ni tampoco lo segundo. Ahora el tema aquí es que sigue, y es donde creo que es necesario tener la cabeza fría. Si López Obrador toma la misma posición que en el 2006, será algo suicida, porque si alguien puede servir como contrapeso en un régimen autoritario, es la izquierda.
No sé cuales serán las acciones a las cuales llamará López Obrador. Es un misterio, y espero que la posición no sea la misma que en el 2006, lamentaría que así fuera, y lo peor es que probablemente así va a ser. Pero los ciudadanos debemos pensar en lo que sigue, en lo que se va a hacer, en proponer, en incidir. Creo que una ciudadanía fuerte será un muy fuerte contrapeso. Un gobierno autoritario al estilo del PRI se alimenta del aletargamiento de la gente. Hay que pensar en propuestas, propuestas como una reforma educativa, de medios de comunicación, reformas a la ley electoral, reforma política. Y tenemos que luchar hasta que estas se hagan realidad. Ciertamente con Peña Nieto se prevee el advenimiento de un gobierno autoritario; pero al estar tan necesitado de legitimidad, posiblemente tendrá que ceder y es ahí donde los ciudadanos podemos incidir. Tenemos que transitar poco a poco de las marchas a las propuestas (aunque en algunos casos será necesario lo primero para lo segundo).
Créanme, no solo estoy molesto, sino asustado por lo que pudiera pasar con el régimen de Peña Nieto. Pero también sé que los ciudadanos tenemos la fuerza para hacer que este régimen no sea tan sufrible, y como lo dije alguna vez, se pueda avanzar a pesar de Peña Nieto. No se nos tiene que olvidar lo que sucedió, la mayoría de los mexicanos lo sabemos. Pero tenemos que ser fríos, para que esta situación no se salga de control, no termine en actos violentos por parte de unos, y/o actos represivos por parte de otros. Es natural que la sociedad esté polarizada, en un bando los priístas y algunos panistas, y en el otro lo perredistas, y los otros panistas. Pero tenemos que procurar que esa polarización (que es inevitable) termine traduciéndose en algo nocivo.
Ahora más que nunca llegó la hora de construir, tanto la radicalización como la indiferencia y el aletargamiento, fortalecerán al priísmo autoritario. Ciudadanos conscientes, activos, participantes y despiertos, serán una piedra en el zapato, o más bien, un virus en el teleprompter de Peña Nieto.