Posiblemente el 2012 explica el 2006. No quiero naturalmente caer en maniqueísmos donde por consecuencia crea que López Obrador es un mártir ni por el estilo; al igual que sus contrapartes no veo una convicción democrática en él (esto merece otro artículo), pero al parecer no se equivocó en lo que demandaba (aunque aclaro, que bloquear Reforma en mi punto de vista fue una decisión muy imprudente y equivocada). Calderón me ha confirmado lo que pasó en el 2006, y es que un poco antes de las elecciones, ya con las denuncias de Soriana (hecha por el PRD) y Monex (hecha por el PAN), deducía que la posición del presidente frente a lo que pasara podría explicar algo. Si dicho fraude del 2006 hubiera sido un invento de López Obrador, seguramente veríamos a todo el PAN buscando, cuando menos, limpiar esta elección pasada si no es que buscando su nulidad (esto de acuerdo a sus principios doctrinarios democráticos); el problema es que solo una facción del partido lo ha hecho (Madero, y Javier Corral, uno de los pocos muy buenos elementos que quedan y opositor de la Ley Televisa). En Cambio Calderón y sus huestes no solo se han dedicado a legitimar a Peña Nieto (véase cuando Calderón se apresuró a anunciar al nuevo presidente cuando ni siquiera había comenzado el PREP) sino también a dejarle la mesa servida.
Una muestra de lo que está sucediendo lo vemos en una entrevista que se hizo a dos cercanos a la campaña de Josefina Vázquez Mota, Juan Ignacio Zavala, el cuñado de Felipe Calderón, y Octavio Aguilar, ex coordinador adjunto de la campaña. Si bien las entrevistas se hicieron por separado (si los hubieran confrontado más grave sería el asunto) se nota una total discrepancia. Mientras Felipe Calderón, el cuñado de Zavala, dice que Josefina fue la culpable de la derrota, Octavio Aguilar afirma que Josefina fue traicionada; mientras Juan Ignacio Zavala afirma que con el PRI no va a haber ninguna regresión y que eso solo fue un lema de campaña, Octavio Aguilar afirma que el PRI compró la Presidencia de la República y Josefina en una posición más suave, anuncia un movimiento para evitar el regreso del autoritarismo del PRI (tendríamos que ver su opinión después de lo sucedido en estos días, dado que después de las elecciones se ha mantenido prácticamente desaparecida).
No solo eso, Felipe Calderón parece buscar acomodarle la presidencia a Enrique Peña Nieto. Durante el sexenio, Calderón favoreció a Televisa en detrimento de otros participantes en las telecomunicaciones (como Carlos Slim); y de paso, pareciera que le dejó todo el carro completo a Enrique Peña Nieto, como ocurrió con el retiro de las frecuencias de 2.5 Ghz a MVS con lo cual el duopolio televisivo se verá beneficiado, ¿O, qué decir del ACTA? esa infame ley que restringiría la libertad de expresión en Internet alegando frenar la piratería que le iba a venir como anillo al dedo al régimen de Peña Nieto. Afortunadamente la Comisión Permanente que sustituye al senado en tiempos electorales la echó abajo.
La detención de un capo en España, integrante del Cártel de Sinaloa del «Chapo» Guzmán y quienes buscaban hacer «negocios» en esa entidad es muy preocupante; porque Rafael Humberto Celaya Valenzuela es miembro del PRI y ex candidato a Diputado Federal, sino que en su Facebook publicó muchas fotografías con la eminencia priísta, con Joaquín Gamboa, y por supuesto, Enrique Peña Nieto. Extraña que Calderón, el de la «guerra contra el narcotráfico» no haya hecho pronunciamiento alguno ante este hecho, sobre todo porque el combate al narcotráfico fue su bandera presidencial. Curiosas estas discrepancias dentro de un partido dentro de un conflicto post electoral. Uno no hace más que preguntarse si Felipe Calderón le debe algo al PRI. Como a Fox, parece que perdimos a Felipe Calderón, pero me pregunto si alguna vez lo tuvimos.
Lamentablemente estos hechos no solo minan al PAN al distanciarlo de sus principios doctrinarios hoy tan pisoteados, sino que ya algunos hablan de su desaparición en un futuro no tan lejano, y es que es difícil pensar en un partido fuerte, cuando su diferendo, su ventaja competitiva, que era su ideología humanista y su convicción democrática, se difumina más hasta el punto de dejar de existir.