Una olimpiada es la muestra de la necesidad innata del ser humano de ser el mejor. Toda persona busca ser el mejor en algo, y el que no lo hace es porque tiene baja autoestima o cree que no vale nada, reprime ese instinto que se nos dio para nuestra supervivencia. Las olimpiadas son una muestra de que en el mundo no vence el más bonachón, sino el más fuerte, el más capaz, el más apto. No sé, no creo que si en los 400 metros planos me salga de la pista para abrazar a todo el público gane la medalla de oro. No hay que negarlo, todos queremos ser los mejores en algo, queremos redimirnos como seres humanos y no quedar perdidos entre las masas; en el caso de los atletas, buscan su supremacía en actividades físicas (por eso luego no es raro ver una ausencia de atletas intelectuales).
Incluso los mexicanos esperamos que nuestros compatriotas se traigan algunas medallas de oro porque de esa manera para nosotros eso representaría un orgullo para nuestro país, por mejor sea el resultado, el país sale mejor parado. Si sacaran un estudio donde se demostraran que México es el país más «amoroso» y besucón, a nadie le importaría. Imaginen que un gringo me debate: -My country won both World War’s, we are the most powerful nation and we exert influence around the world-. Yo le respondo, no pues acá en México todos nos queremos, nos abrazamos y jugamos agarrados de la mano a la rueda de San Miguel.
Eso sí, en las olimpiadas, al menos «dentro de ellas» si existe la meritocracia, el que triunfa si es el mejor. No es como en ámbitos empresariales o políticos donde llega el que tiene más compadrazgos, amiguismos (cosa que se da mucho en México), de esta forma no me quiero imaginar una entrevista así: Señor Michael Phelps, -dígame tres formas de nado que hayan influído su vida-, -No recuerdo muy bien, pero uno de ellos es el nado de mariposa, pero solo unos pasajes de este nado, también uno que he practicado mucho para las olimpiadas son los 100 metros planos-. O no sé, luego entrevistamos a Bolt y nos dice: -Si reduzco el sueldo de mis entrenadores a la mitad, me va a alcanzar para comprar un mejor uniforme y así voy a ganar-. Afortunadamente algo que gusta de las olimpiadas es que los mejores están ahí, es una muestra utópica de lo que debería ser la humanidad en su conjunto; una sociedad donde se premie al mejor y se castigue al peor, no al revés.
Las olimpiadas son un símbolo representativo de la humanidad, donde los mejores compiten sin necesidad de infligir daño al contrario como puede ocurrir en una guerra. Las olimpiadas son una guerra pacífica, donde las naciones buscan mostrar su supremacía a través de competiciones atléticas. Aquella nación cuya raza encabece el medallero, será la que se considere más fuerte y más preparada, se sentirá orgullosa, y naturalmente le ayudará un poco a evadir la realidad, más cuando su posición como nación en el mundo no concuerda con el resultado olímpico.
¿Qué va a pasar con México? Lo de siempre. Se obtendrán pocas medallas, tal vez alguna de oro meritoria del atleta «a pesar» de las instituciones deportivas que tenemos, se dirá que el resultado fue malo, todos se echarán la culpa, algún interesado en sacar plata (tipo Vázquez Raña y así) llegará con un plan de reestructuración, pasarán los meses, el tema quedará en el olvido, y como si no hubiera pasado nada, la historia se repetirá en Río 2016.
Tranzius, Corruptus, Compadrazgus